Con el inestimable apoyo de la Unión Europea, Rumanía sigue el manual del golpe de Estado electoral al pie de la letra. Si ganas unas elecciones, el recuento no vale y si intentas presentar una candidatura, no te la admiten.
Es lo que le está ocurriendo a Calin Georgescu. La Oficina Central Electoral de Rumania ha rechazado su candidatura para las nuevas elecciones presidenciales que se van a celebrar en mayo.
En noviembre ganó los comicios, se los anularon y ahora le cierran las puertas por ser “proruso”.
Georgescu ha calificado la decisión como un “disparo directo al corazón de la democracia”.
El 7 de marzo Georgescu presentó su candidatura a las elecciones presidenciales. Ese mismo día se presentaron ante el Tribunal Constitucional dos denuncias contra la inscripción. Posteriormente, su candidatura ha sido anulada por la Oficina Electoral Central.
Al enterarse del golpe electoral, los partidarios de Georgescu se manifestaron frente a los edificios de la Oficina Central Electoral y rompieron el cordón de seguridad. Para calmar la situación, la policía recurrió al lanzamiento de gases lacrimógenos.
Un pucherazo electoral de la Unión Europea
La primera vuelta de las elecciones presidenciales se celebraron en noviembre del año pasado. Fueron ganadas por Georgescu con el 23 por cien de los votos, gracias a una campaña activa en TikTok. Su victoria fue una sorpresa total. No era el candidato que esperaban en la Unión Europea con los brazos abiertos.
Pero el 6 de diciembre el Tribunal Constitucional rumano anuló los resultados electorales por sospechas de una injerencia de Rusia en la campaña electoral a través de las redes sociales, especialmente en TikTok, a pesar de que no había ninguna prueba de ello.
La decisión se basó en informes de inteligencia desclasificados por orden del presidente Klaus Iohannis, que señalaban un “ataques híbrido de Rusia”, es decir, el mismo pretexto invocado en la anterior victoria electoral de Trump, el Brexit o en el referéndum independentista de Catalunya en 2017.
Esa estupidez iba acompañada de otra, también típica de la posmodernidad: Rusia difunde bulos y mentiras a través de las redes sociales. Naturalmente las estupideces se basaban en informes elaborados por el Servicio Rumano de Inteligencia (SRI), que mencionaba más de 85.000 supuestos ciberataques atribuidos a Rusia y una red de unas 25.000 cuentas de TikTok activadas semanas antes de la votación, junto con una financiación externa no declarada estimada en más de un millón de euros.
Los espías quedaron pronto en evidencia porque los documentos no especificaban a Georgescu como beneficiario de la campaña, ni tampoco los rusos aparecían para nada. TikTok rechazó las acusaciones de manipulación.
A pesar de todo, la campaña siguió con redadas policiales en las que detuvieron a Bogdan Peschir, un empresario que había financiado la campaña digital de Georgescu con 381.000 dólares, pero que no tenía ninguna conexión con el Kremlin.
En fin, estamos en presencia del típico montaje, al que no es ajena la Unión Europea, auténticos especialistas en pucherazos de todo tipo.