Regresan las movilizaciones, Podemos convalece

Enric Juliana

El jueves 22 de febrero a las once de la mañana un numerosos grupo de jubilados decidió romper el precinto de la ley mordaza. Bajaban en manifestación por la Carrera de Sant Jerónimo y en la esquina con la calle Cedaceros se encontraron con las vallas de protección del Congreso y un cordón policial. Empezaron a apartar las vallas y desoyeron a los guardias, que les pedían con las manos que se quedasen quietos. (La vigente ley de Seguridad Ciudadana prevé multas de hasta 30.000 euros por manifestarse ante las sedes parlamentarias con “perturbación grave” de la seguridad ciudadana).

Ningún oficial dio la orden de carga. Los policías no parecían muy dispuestos a emplear la fuerza. Aquellos hombres y mujeres enfadados por la congelación de las pensiones podían ser sus padres. El cordón policial fue desbordado sin incidentes y los manifestantes se dirigieron hacia la puerta de los leones, donde quedaron congregados. “¡Sí se puede, sí se puede!”, gritaban frente al Congreso de los Diputados. No eran una multitud oceánica, pero sí suficientemente numerosa cómo para causar mucha impresión en la España digital.

El gesto de los jubilados desbordando a la Policía frente al Congreso ha enviado una señal de alerta a todos los centros del poder del país. Atención, alguna cosa está pasando después de un largo ciclo de tranquilidad en las calles, con la única excepción de las grandes manifestaciones en Catalunya. Un ciclo de tranquilidad en las calles que comenzó con la entrada en escena de Podemos en las elecciones al Parlamento Europeo de mayo del 2014, poco antes de la abdicación del rey Juan Carlos, pronto hará cuatro años.

A finales de aquel mismo año, con Podemos escalando rápidamente posiciones en los sondeos, el Ministerio del Interior constató un paulatino descenso del número de manifestaciones en la capital de España y en las principales ciudades del país. El partido que levantaba la bandera de la indignación estaba conduciendo la protesta social al recinto de la representación política. En las elecciones generales de diciembre del 2015, Podemos y sus alianzas territoriales obtenían 71 diputados con el 20,6 por ciento de los votos emitidos, el mayor resultado conseguido nunca por una fuerza situada a la izquierda del PSOE. Seis meses después, en la repetición electoral del 26 de junio del 2016, Podemos intentó sobrepasar al Partido Socialista mediante una alianza con Izquierda Unida, que mantenía una base fija de un millón de votos, con muy escaso rendimiento, como consecuencia de una ley electoral que perjudica a los partidos menores.

El sorpasso, sin embargo, no se produjo. Unidos Podemos se dejó un millón de votos por el camino. Hubo antiguos electores socialistas que regresaron al PSOE, decepcionados por el tono arrogante que había adoptado el nuevo partido durante aquellos meses de interinidad. Hubo votantes de Izquierda Unida muy acostumbrados a su nicho –“pocos pero buenos”– que se quedaron en casa. Otros encontraron demasiado blando y socialdemócrata el discurso de Pablo Iglesias durante la campaña. Otros, en sentido contrario, no se atrevieron a dar la primacía de la izquierda a un partido de perfil radical, apenas tres días después de un inesperado Bréxit británico que abría numerosas dudas sobre el futuro de la Unión Europea. Unidos Podemos pinchó, pero mantuvo 71 diputados y el 21 por ciento de los votos, a muy escasa distancia del Partido Socialista.

Meses después volvería a superar el PSOE en las encuestas, cuando este partido parecía resignado al liderazgo de Susana Díaz, pero la inesperada victoria de Pedro Sánchez en las primarias socialistas, con un discurso descaradamente podemista, colocó a los morados por debajo del 20 por ciento.

El desenlace de la cuestión de Catalunya les ha acabado de deprimir. Atrapados entre dos fuegos, los voluntariosos defensores de la “España plurinacional” (concepto que el PSOE sanchista ha puesto inmediatamente bajo arresto domiciliario, después de haberlo abrazado), cuentan actualmente con una proyección de voto que oscila en la mayoría de los sondeos entre el 16 y el 17 por ciento, con una sensible pérdida de escaños en la España interior, en beneficio de Ciudadanos.

Podemos convalece y regresan las movilizaciones. Esta es una de las lecturas cabalísticas que se está haciendo de la sonora manifestación de los jubilados. El partido morado, en estos momentos más metódico y activo que nunca en la actividad parlamentaria, ya no canaliza hacia el interior de las instituciones todo el malestar social acumulado. La energía cinética de la protesta volverá a tomar la calle en los próximos meses.

Vuelven las movilizaciones, cuando todavía falta un año para el reinicio del ciclo electoral. La manifestación sorprendió a todos en el Parlamento. Los diputados de Podemos pusieron los ojos como platos cuando oyeron a varios miles de jubilados corear su eslogan fundacional –“¡Si se puede!”–, justo en el momento en el que las encuestas dicen que es muy débil su incidencia política entre la población mayor de 65 años.

La mayor sorpresa se produjo en el Partido Popuar, el Partido Alfa de la España mayor. Tenían constancia de una serie de manifestaciones locales de pensionistas, especialmente concurridas en Bilbao, pero no se imaginaban que la protesta coagulase de aquella manera frente al Congreso. Si el Partido Popular pierde el apoyo de los jubilados, está perdido. Esta es la clave de los próximos meses. Mariano Rajoy, evidentemente, no ha dejado que la oposición le lleve a rastras al Parlamento para hablar de las pensiones.

Comparecerá el próximo día 14 en el Congreso e intentará convencer a la gran mayoría de las personas mayores de que sus pensiones no están en peligro y que sólo una política de mejoras graduales puede garantizarles una vida tranquila. No será un debate fácil para la oposición. Vuelven las movilizaciones, lo cual no significa, de manera automática, que el país vaya a girar a la izquierda.


http://www.lavanguardia.com/politica/20180304/441240835410/vuelven-las-movilizaciones.html

comentarios

  1. Mucho optimismo veo aquí, parece que no queréis echar un vistazo al termómetro catalán, el cual ha servido para medir el estado ideológico de las masas. Lo que se ha visto es que las masas son tan fascistas y simiescas como siempre, por eso todos han sacado la bandera ensangrentada al balcón, y en cuanto Podemos se ha posicionado con la libre determinación de los pueblos, ha perdido todos los votos de los social fascistas que un día parecieron de izquierdas. Las cosas se muestran como son, entre CIU y el PPSOE hay 20 millones de nazis, o simplemente nacionalistas, estiércol de ese al que llaman "patriotas".

  2. ¿Las masas son fascistas y simiescas y, además, en Catalunya?, ¿todos han sacado la bandera ensangrentada al balcón?, ¿Podemos ha perdido votos por defender la autodeterminación?
    Creo que hablamos de países diferentes…

    1. He escrito esta mañana en caliente, y quizá haya escrito alguna que otra hipérbole, pero se ha entendido algo… No me refería a las masas catalanas, sino al pueblo de todo el Estado en general. En cuanto a lo de Podemos, sí, sigo en mis trece, ha perdido muchos votos por el hecho de defender un referéndum y de mostrar una España tal cual es: plurinacional, con un conflicto irresuelto y que no se va a resolver por el camino en que vamos. No estoy defendiendo a Podemos, estoy diciendo que las masas tienen el nacionalismo muy adentro, que el aburguesamiento es profundo y que en cuanto Podemos se ha mostrado "algo" comunista se le han echado encima como lobos.

  3. Hay que tener mucho cuidado con lo que se escribe y, si es una réplica, hay que leer bien previamente, porque el artículo está tomado de un periódico como La Vanguardia, nada menos, que es lo interesante del artículo.
    En cuanto a lo de Podemos, nosotros también seguimos en nuestras “trece”: defiende la autodeterminación con la boca pequeña y también ahí engaña a muy pocos. Es lo que le ha hecho perder votos.

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