¿Quién debe imponer los límites a la investigación biomédica?

“Hay personas que tienen la responsabilidad de decidir cuestiones en las que el resto de los mortales sólo pensamos cuando vemos películas de horror. Si un aspecto de la ciencia, en su afán por protegernos, nos pone en grave peligro, ¿debe suspenderse? De ser así, ¿quién debe imponer los límites?” (1).

Estas dos preguntas son parte integrante de un artículo de la BBC de 13 de Marzo de 2016, sobre “la mutación de ganancia de función” (GoF, Gain of Function en inglés), una mutación que puede producir una nueva función con el potencial de desatar una pandemia, pues los experimentos más arriesgados convierten los virus inocuos en su hábitat natural, en versiones peligrosas o mortales.

Dichas preguntas, formuladas por una fuente periodística, no están alejadas de las realizadas por Langdon Winner en su ensayo de 1986 “La ballena y el reactor”: “Cuando se deposita la fe en una gama de técnicas que prometen resultados prácticos y beneficios rápidos mientras se descuida todo lo demás. Se sabe cómo preguntar, ¿Dónde está la línea inferior? Pero se descuida cada vez más una pregunta que cada generación abandona peligrosamente: ¿Dónde está el límite? ¿Qué es lo mejor de que es capaz nuestra sociedad?”

La ciencia, los científicos, tienen como meta la búsqueda de respuestas. Los tecnólogos, tienen como objetivo la de registrar patentes. Así hemos podido comprobar que las menciones honoríficas, como por ejemplo los Premio Nobel de Química de 2018 para George P. Smith y Gregory P. Winter. Su trabajo se centra en crear y evolucionar nuevas proteínas y anticuerpos por medio de aceleración de reacciones químicas en las bacterias. Esta técnica usa la reproducción de las bacterias infectadas con un virus para convertirlas en nuevas proteínas, con la idea de crear nuevos fármacos. Y para Frances Arnold, que en sus propias palabras sobre la evolución dirigida afirma: “En la evolución dirigida alentamos a las enzimas a catalizar reacciones comercialmente útiles”. Arnold dejó la academia y se hizo lugar en el mundo industrial a través de la empresa Arnold Provivi (2).

Lo mismo en el Premio Nobel de química de 2020 a Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna por el Crispr que es la sigla inglesa para “Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats” (repeticiones palindrómicas cortas, agrupadas y regularmente interespaciadas). Y que según el investigador José Miguel Mulet, “la tecnología Crispr nos permite un paso más adelante ya que nos permite editar el ADN del propio organismo” (3).

La terapia genética consiste en introducir un gen normal en las células, como si fuera un caballo de Troya, para que haga el trabajo del gen que no funciona, pero Crispr va más lejos: en lugar de añadir un gen, modifica el gen existente. Este “logro” se ve envuelto en disputas de patentes, concretamente con el investigador estadounidense de origen chino Feng Zhang, lo que hizo pensar a algunos que la recompensa no llegaría por ahora (4). Y Para William Kaelin, que ganó el Nobel de Medicina el año 2019, “este descubrimiento genético es uno de los más grandes de la década”. Y sobre todo comercializable con la perspectiva de modificar las legislaciones y permitir la “edición de fetos a demanda”.

Los Nobel, aparte de su contenido político, premian, no a los científicos, sino a los “técnicos” y el premio no es tan solo el galardón y la retribución económica aparejada, sino el respaldo a la comercialización de sus inventos.

Nos encontramos ante un discurso denominado científico, cuando en realidad es solamente una aplicación técnica patentable y comercializable, con su correspondiente cotización en las bolsas de valores.

Como plantea Luis Carlos Silva Ayçaguer, “la actividad científica parecería por definición inmune a la irracionalidad. Se trata justamente de una actividad, donde los planteamientos, los procedimientos y las conclusiones prosperan en la medida que transitan por caminos racionales. Siendo la racionalidad un presupuesto crucial de su propio desempeño, en la medida que sea abandonada, desdeñada o traicionada, la empresa estaría condenada al fracaso y la propia realidad se ocuparía de ponerlo de manifiesto. Es decir, el proceso científico estaría sometido al mecanismo corrector que su propia dinámica impone y no necesitaría, por ende, de enmiendas exógenas ni de cautelas que se le anticipen.

Sin embargo la realidad es otra, al menos por dos razones fundamentales. En primer lugar porque la evidencia de que algunos de sus hallazgos no funcionan o no sirven puede demorar, y mientras su inefectividad se torna incontestable se producen daños sociales. En segundo lugar, porque existen no pocos intereses espurios y personas que medran con la ignorancia y la credulidad de la gente; y la sociedad está muy lejos de estar preparada para defenderse de ellos” (5).

Las consideraciones que realizo a continuación, sin pretensión de responder a un cúmulo de preguntas, sí apuntar algunas hipótesis sobre una “enfermedad” que se ha cebado preferentemente en personas con patologías previas, algunas de ellas graves, personas ancianas polimedicalizadas y vacunadas año tras año, y pobres.

Un viaje por ciertos laberintos en los cuales se entrecruzan intereses económicos y políticos, y de la fusión de ambos con ciertas estructuras multinacionales, con el complejo químico-farmacéutico-militar. Con una calificación de científico y con un gran despliegue de cobertura mediática. Un discurso, una guerra de nueva generación con resultado de muerte, como en cualquier guerra convencional, una represión sin apenas límites, unas “soluciones” y un discurso sobre el futuro semejante al elaborado por los vencedores al final de las grandes contiendas bélicas. Quedando sumida la mayoría de la población en un espanto provocado por la destrucción y atónito ante la propuesta de un Gran Reinicio, hasta que, de nuevo, las necesidades de reorganización del capital, propicien otra contienda de alcance universal.

“Cuando se adapta una nueva técnica o instrumento sofisticado en medicina, se transforma no solo lo que los médicos hacen, sino también la manera de pensar de las personas acerca de la salud, la enfermedad y la atención médica” (6).

Mientras tanto, la propaganda educativa tiene como misión preparar nuevos soldados para venideras contiendas, y para ello es necesaria la disciplina, el orden y la sumisión, y el acatamiento de las órdenes sin poner objeción a ellas.

GOF (Gain of Function)

La definición más simple de la ganancia de función es la introducción tecnológica de una mutación que modifica la función o la propiedad de un gen,

Algunos resultados potenciales de la investigación de la ganancia de función pueden incluir la creación de organismos que son más transmisibles o más virulentos que el organismo original o aquellos que evaden los métodos de detección actuales y los tratamientos disponibles, o crecer en otra parte de un organismo, como la capacidad de cruzar la barrera hematoencefálica.

Algunos científicos ya tenían la mosca detrás de la oreja desde que en 2011 Ron Fouchier y Yoshihiro Kawaoka modificaron genéticamente el virus de la gripe aviar H5N1 y lo hicieron trasmisible en el hurón, el animal modelo para estudiar la gripe en mamíferos. Y el 17 de octubre de 2014 la Casa Blanca instauraró una moratoria con la que dejó de financiar aquellos proyectos que buscaban generar en el laboratorio virus más contagiosos y letales.

Tras haber interrumpido durante más de un año una serie de experimentos diseñados para generar peligrosos agentes patógenos, el gobierno de Estados Unidos decidió permitir reanudarlos. Los beneficios de estos estudios son discutibles y los riesgos que implican, incluyen la palabra “pandemia”.

“Se estaban haciendo experimentos muy, muy peligrosos y nadie se había parado a pensar si era una buena idea, ni si las instalaciones y protocolos eran los adecuados”, denunció Marc Lipsitch, líder del grupo de científicos que promovió la moratoria.

Los defensores de los experimentos de ganancia de función con patógenos potencialmente pandémicos (PPP) enfatizan que los beneficios de la investigación básica pueden tardar mucho tiempo en verse reflejados en la práctica médica. Pero su argumento se basa principalmente en que estos ensayos pueden mejorar la producción de vacunas (7).

Fue Yoshihiro Kawaoka defensor de los ensayos, quien afirmaba que el virus H1N1, conocido como “la gripe rusa” que causó una epidemia en el año 1977, no tenía origen natural.

Lo que se sabe con certeza es que este virus era absolutamente idéntico a una cepa que había circulado en los años cincuenta. A partir de aquí las explicaciones han ido oscilando a lo largo del tiempo entre un escape de laboratorio, su liberación intencionada como arma biológica o, la más popular ahora mismo, un error en un ensayo de desarrollo de vacunas. “Es difícil de saber “comenta Lipsitch”. A mí lo que me parece curioso es que lo denunciara Kawaoka y que ahora afirme que ya no opina lo mismo, y que en su momento lo escribió por razones políticas” (8).

Los NIH (Institutos nacionales de Salud), la FDA (Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos), los CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y la OMS (Organización Mundial de la Salud) se reunieron para identificar los puntos críticos y menos entendidos en la investigación de la gripe. Los NIH solicitaban investigadores y dos de ellos, Yoshihiro Kawaoka y Ron Fouchier, se incluyeron en la financiación del programa. Con su tecnología incorporaron los cambios genéticos que regulaban la transmisibilidad del H5N1 en mamíferos.

Después de eso, estos investigadores fueron etiquetados como científicos deshonestos y la ganancia de función pasó a definirse en términos negativos. Pero, de hecho, estaban trabajando para los intereses de la comunidad (corporación) sanitaria mundial (que no para las personas).

Según Ralph Steven Baric (William R. Kenan Jr.), profesor del Departamento de Microbiología e Inmunología de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, entre 2018 y 2019, “el Centro de Investigación de Vacunas de los NIH se puso en contacto con nosotros para empezar a probar una vacuna basada en ARN mensajero contra MERS-CoV. A principios de 2020 teníamos una enorme cantidad de datos que mostraban que en el modelo de ratón que habíamos desarrollado, estas vacunas de ARNm con espiga eran realmente eficaces para proteger contra la infección letal por MERS-CoV. Si se diseñaba contra la cepa original del SARS de 2003, también era muy eficaz. Así que creo que fue obvio para los NIH considerar las vacunas basadas en ARNm como una plataforma segura y sólida contra el SARS-CoV-2 y darles una gran prioridad para seguir adelante” (9).

Ralph Baric también fue pionero en las técnicas de genética inversa que han permitido a otros investigadores, incluidos los del Instituto de Virología de Wuhan, diseñar los virus con funciones alteradas.

El medio australiano “Fin de Semana” desenterró un artículo que Anthony Fauci escribió para la Sociedad Estadounidense de Microbiología en octubre de 2012 en el que defendía la investigación de la ganancia de función. Tal investigación implica hacer que los virus sean más infecciosos y /o mortales. Fauci denominó a los experimentos de ganancia de función “trabajo importante” en su escrito de 2012: “En un giro de los acontecimientos improbable pero concebible, ¿qué pasa si ese científico se infecta con el virus, lo que conduce a un brote y finalmente desencadena una pandemia? Muchos hacen preguntas razonables: dada la posibilidad de tal escenario, por muy remoto que sea, ¿deberían haberse realizado y/o publicado los experimentos iniciales en primer lugar, y cuáles fueron los procesos involucrados en esta decisión?

Los científicos que trabajan en este campo podrían decir, como de hecho he dicho, que los beneficios de tales experimentos y el conocimiento resultante superan los riesgos. Es más probable que ocurra una pandemia en la naturaleza, y la necesidad de adelantarse a tal amenaza es la razón principal para realizar un experimento que podría parecer arriesgado.

Dentro de la comunidad de investigadores, muchos han expresado su preocupación de que el progreso importante de la investigación pueda detenerse sólo por el temor de que alguien, en algún lugar, pueda intentar replicar estos experimentos de manera descuidada”.

El informe agrega que Fauci, el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, no alertó a los altos funcionarios de la Casa Blanca antes de levantar la prohibición de la investigación de ganancia de función en 2017 (10).

El NSABB (Junta Asesora Nacional Científica para la Bioseguridad) actuó como órgano consultivo federal oficial sobre la cuestión del GOF y, en mayo de 2016, formuló recomendaciones al gobierno de Estados Unidos sobre un enfoque conceptual para evaluar las investigaciones propuestas sobre el GOF.

El 9 de enero de 2017 los CDC norteamericanos cambiaron el nombre del documento “Framework for Guiding Department of Health and Human Services Funding Decisions about Research Proposals with the Potential for Generating Highly Pathogenic Avian Influenza H5N1 viruses that are Transmissible among Mammals by Respiratory Droplets” (Marco para guiar las decisiones de financiación del Departamento de Salud y Servicios Humanos sobre las propuestas de investigación con el potencial de generar virus de la gripe aviar H5N1 altamente patógenos que son transmisibles entre los mamíferos a través de las gotas respiratorias) por el de “Recommended Policy Guidance for Departmental Development of Review Mechanisms for Potential Pandemic Pathogen Care” (Guía política recomendada para el desarrollo departamental de mecanismos de revisión para la atención y supervisión de posibles patógenos pandémicos).

El cambio de nombre no es aleatorio ni casual, podríamos definirlo como diversionista, ya que elimina la definición de “potencial de generar virus de la gripe aviar H5N1 altamente patógenos que son transmisibles entre los mamíferos a través de las gotas respiratorias”, definición malsonante y premonitoria de futuros experimentos sobre la población, pero como dice el dicho: “Aunque la mona se vista de seda mona se queda”.

Sabemos que la producción de cualquiera de las vacunas anteriores precisaba años de elaboración, ahora en cuestión de semanas ya estaba circulando. No es que hayan ocurrido milagros, pues la tecno-ciencia ha desplazado la teología, tal como de forma clara lo exponen los CDC en el documento justificativo de la experimentación de los patógenos pandémicos potenciales: “El desarrollo actual de la vacuna contra la influenza requiere dejar transcurrir un lapso de tiempo considerable entre el momento en que se identifica el primer virus y el momento en que se fabrica la vacuna y se la distribuye al público. Los defensores de la investigación de GOF esperan superar estas restricciones de tiempo relacionadas con la producción de la vacuna mediante la preparación y la fabricación anticipada de vacunas para brindar protección contra los virus de la influenza antes de que emerjan” (11). Cabe interpretar que “emerjan” es un eufemismo, para entender en el contexto de que si fabrican un virus muy patógeno no es para tenerlo encerrado en un museo.

O sea que primero se fabrica el vector patógeno, al mismo tiempo un ingenio tecnológico denominado vacuna asociada al mismo, y con posterioridad, es plausible pensar en la diseminación de dicho patógeno al mismo tiempo que ofrecer una vacuna para el mismo. Parece una película de terror, pero es lo más cercano a lo vivido.

Una novela de Kafka

El 9 de marzo de 2020, BBC News entrevistaba a Peter Daszak, que lo denominaba como “ecólogo de enfermedades”, he aquí algunas de sus respuestas que nos pueden ayudar a la comprensión de lo incomprensible, como si fuera una novela de Kafka: “Tenemos que pensar en la vacuna universal, una vacuna que funcione contra todas las cepas de coronavirus, contra todos los virus ébola, todos los virus de la gripe. Actualmente se trabaja para desarrollar una vacuna universal contra la influenza. Ahora deberíamos hacer esto para los coronavirus”. Y también tiene que haber un mercado, porque cuesta algunos miles de millones de dólares desarrollar una vacuna; si nadie va a comprarla y usarla, la industria no va a apoyar el desarrollo. “Recién ahora tenemos realmente la tecnología para hacer este trabajo de modo rentable” (12).

La revista del Instituto Técnico de Massachusetts, en junio de 2020 insertaba un artículo con el nombre de “Inyectar ADN para que el cuerpo fabrique anticuerpos contra la covid-19”. Estas son algunos de los comentarios: “Por ahora, las inyecciones de material genético se han probado únicamente dos o tres veces en personas. El año pasado Inovio probó esa idea en voluntarios en un estudio de Zika usando inyecciones de ADN. Moderna lo ha intentado con ARN contra el virus chikungunya. Las descripciones científicas de los resultados de los estudios no se han publicado en ninguno de los casos”.

Ni Inovio ni Moderna han querido especificar a MIT Technology Review si están avanzando en la técnica de terapia génica contra la covid-19. Ambas compañías tienen vacunas en pruebas. Y desde que comenzó la pandemia, las empresas han aprendido que iniciar estudios en humanos para luchar contra la covid-19 suele aumentar el precio de las acciones de la compañía en cientos de millones de euros. Eso significa que dicha información está muy bien protegida.

El CEO de Sorrento, Ji, considera que los anticuerpos codificados por ADN serán un enfoque seguro para la próxima pandemia. Y concluye: “En el futuro, habremos pasado todas las pruebas. Simplemente nos inyectaremos un gen” (13).

Pero, aunque todo esto está escrito para quién esté interesado en ello, se ha asimilado mayormente el discurso que nos han transmitido sobre un “virus” criminal en búsqueda y captura, que si de murcielago, que si de pangolín, que si de pescado, que si de una casualidad, que si de una mutación, que si de China, que si de Estados Unidos, que si un mutante de la India, que si la variante alfa, beta, gamma, delta, épsilon, dseta, eta, zeta, iota,… y el resto de alfabeto griego hasta la variante omega. Y sigue.

EcoHealth Alliance y el Instituto de Virología de Wuhan

¿Quién es quién en EcoHealth Alliance? Encontramos, como socios corporativos, entre otros, la multinacional farmacéutica Johnson & Johnson; el bufete de abogados Tarter, Krinsky y Drogin; la multinacional química Reckitt Benckiser… como socios académicos, la Escuela de Salud Pública John Hopkins Bloomberg, la Universidad Normal del Este de China, como socios gubernamentales, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades, Institutos Nacionales de Salud (NIH), el Consorcio Global Health Security Agenda (GHSA, Agencia de Seguridad Sanitaria Mundial), que fue fundada en febrero de 2014 y ha publicado el Marco de la Agenda de Seguridad Sanitaria Global 2024 (GHSA 2024).

Y como asesores de ciencia y política, el capitán Jason Thomas, Coordinador de biovigilancia de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, el Dr. Scott Dowell Subdirector de Vigilancia y Epidemiología de la Fundación Bill y Melinda Gates; Steve Aldrich, Presidente y CEO de BIO-ERA (Bio Economic Research Associates es una firma privada de investigación y asesoría que agrupa la biología emergente y la economía); el Dr. David Franz, director de SBD Global (SBD Global Fund se creó en 2010, y es una sociedad de capital riesgo con sede en el paraíso fiscal de Gran Caimán); el Dr. Stuart Nichol, Jefe de la Sección de Biología Molecular, Rama de Patógenos Especiales, en los Centros para el Control de Enfermedades (14).

Podemos comprobar que en EcoHealth Alliance aparecen varios de los participantes del Event 201 que “propusieron” actuaciones de una pandemia antes de su aparición: Avril Haines, exdirectora adjunta de la CIA; Adria Thomas, vicepresidente de Johnson & Johnson; Stephen Redd, director adjunto del Centro de Control y Prevención de Enfermedades; George Gao, director del Centro de Prevención y Control de Enfermedades de China, Fundación Bill y Melinda Gates, la Universidad John Hopkins, la China East China Normal University… al lado de militares, abogados, economistas, biólogos, fondos de inversión de paraísos fiscales, todo un entramado variopinto, en el cual predomina el baile de millones.

En 2014 los NIH Institutos Nacionales de Salud (NIH en inglés) le entregaron una subvención a EcoHealth Alliance, una organización con base en Estados Unidos, para estudiar el riesgo de la aparición de futuros coronavirus en murciélagos. En 2019 la beca se renovó por otros cinco años, pero fue cancelada en abril de 2020, tres meses después del primer caso de coronavirus confirmado en Estados Unidos.

EcoHealth recibió un total de 3,7 millones de dólares por parte de los NIH en seis años y entregó cerca de 600.000 dólares de ese total al Instituto de Virología de Wuhan en China, uno de los colaboradores del proyecto, que contaba con aprobación de los NIH.

Richard Ebright, profesor de química y biología química en la Universidad Rutgers en una entrevista al Washington Post afirmó que la investigación de EcoHealth y el laboratorio de Wuhan “era, inequívocamente, investigación de ganancia de función”. Esa definición, aplicaba a “proyectos que razonablemente se pueda esperar que confieran atributos a los virus de influenza, MERS o SARS, de tal manera que los virus obtengan mayor patogenicidad y/o transmisibilidad en mamíferos por medio de las vías respiratorias” (15).

Dos nombres han circulado y circulan en el entramado pandémico: Peter Daszak y Anthony Fauci, a cuál de los dos atribuir un papel más oscuro es algo difícil de discernir.

En febrero de 2020, 27 expertos en salud pública fueron coautores de una carta en The Lancet (“Declaración en apoyo de los científicos, los profesionales de la salud pública y los médicos de China que combaten el covid-19”), en apoyo de los profesionales de la salud y los médicos de China durante las primeras fases de la pandemia de covid-19. En esta carta, los autores declararon no tener intereses contrapuestos. Algunos lectores han cuestionado la validez de esta declaración, especialmente en lo que respecta a uno de los autores, Peter Daszak. The Lancet invitó a los 27 autores de la carta a reevaluar sus intereses contrapuestos. Peter Daszak ha ampliado sus declaraciones de divulgación en tres artículos relacionados con el covid-19 de los que es coautor o colaborador en The Lancet: la correspondencia de febrero de 2020 así como una Declaración de la Comisión y un comentario para la Comisión covid-19 de The Lancet. La declaración de divulgación actualizada de Peter Daszak es: «La remuneración de PD se paga únicamente en forma de salario de EcoHealth Alliance, una organización sin ánimo de lucro” (16).

El 4 de junio de 2021 salieron a la luz algunas de las maniobras de Daszak. Para organizar la declaración de Lancet envió un correo electrónico a dos científicos, entre ellos el Dr. Ralph Baric de la Universidad de Carolina del Norte, que había trabajado con el investigador principal del coronavirus en el Instituto de Virología de Wuhan, en China. Daszak dijo a los científicos que “no deberían firmar esta declaración, para que tenga cierta distancia con nosotros y, por lo tanto, no funcione de forma contraproducente. Entonces lo publicaremos de una manera que no lo vincule a nuestra colaboración para maximizar una voz independiente”, según los correos electrónicos obtenidos por el grupo US Right to Know.

Y aunque la declaración de Lancet incluía la afirmación de que sus firmantes no tenían “intereses contrapuestos”, al menos otros seis habían trabajado o habían sido financiados por EcoHealth Alliance.

Daszak recibió más de 410.000 dólares en compensación anual de EcoHealth y “organizaciones relacionadas” durante el año fiscal que terminó el 30 de junio de 2019, según una presentación del IRS publicada en línea por la organización de noticias ProPublica.

La organización sin fines de lucro, que dice estar “dedicada a proteger la vida silvestre y la salud pública de la emergencia de la enfermedad”, ha recibido hasta 15 millones de dólares al año en subvenciones de varias agencias federales. EcoHealth ha utilizado esas subvenciones para financiar la controvertida investigación de “ganancia de función” -que puede aumentar la infecciosidad y virulencia de los virus- en instalaciones que incluyen el Instituto de Virología de Wuhan.

El Instituto de Virología de Wuhan recibió unos 600.000 dólares de una subvención de cinco años y más de 3 millones de dólares que EcoHealth obtuvo del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, dirigido por el doctor Anthony Fauci.

Según los correos electrónicos oficiales de Fauci, que fueron publicados por BuzzFeed, Daszak le escribió el 18 de abril de 2020 para expresar su gratitud por las declaraciones públicas de Fauci que respaldan la teoría de que el coronavirus evolucionó de forma natural. “Sólo quería darle las gracias personalmente, en nombre de nuestro personal y colaboradores, por defender públicamente y afirmar que las pruebas científicas apoyan un origen natural del covid-19 a partir de un contagio entre murciélagos y no de una liberación en el laboratorio del Instituto de Virología de Wuhan”, escribió Daszak. Fauci respondió al día siguiente: “Muchas gracias por su amable nota”.

A pesar de las evidencias, durante una reunión del subcomité de Asignaciones de la Cámara de Representantes, Fauci negó que el dinero gubernamental que el Instituto de Virología de Wuhan obtuvo de EcoHealth se gastara en investigación de ganancia de función,

La investigadora principal del Instituto de Virología de Wuhan, Shi Zhengli, también ha reconocido haber recibido más de 1,2 millones de dólares en subvenciones estadounidenses, parte de las cuales se canalizaron a través de EcoHealth.

Durante un evento del 10 de marzo en Londres, Daszak admitió que el grupo no pidió inspeccionar la base de datos del Instituto de Virología de Wuhan de 22.000 muestras y secuencias de virus, una decisión que defendió diciendo que “gran parte de este trabajo se ha realizado con EcoHealth Alliance”. Daszak también dijo que la investigadora principal del Instituto de Wuhan, Shi Zhengli, retiró la base de datos de Internet debido a los intentos de hackeo durante la pandemia. En realidad fue retirada el 12 de septiembre de 2019, tres meses antes del inicio oficial del brote (17).

Según el periódico The Atlantic, de 25 de septiembre de 2021, han salido a la luz una serie de documentos relativos a una solicitud de subvención de investigación realizada por Peter Daszak que fue presentada a Darpa (Defense Advanced Research Projects Agency). Dicha Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa, es una agencia del Departamento de Defensa de Estados Unidos responsable del desarrollo de nuevas tecnologías para uso militar a principios de 2018 (y posteriormente rechazada), para un proyecto de 14,2 millones de dólares destinado a “desactivar la amenaza de los coronavirus transmitidos por murciélagos”.

Dicha solicitud incluye un plan para estudiar patógenos potencialmente peligrosos generando coronavirus de murciélago infecciosos de longitud completa en un laboratorio e insertando características genéticas que podrían hacer que los coronavirus sean más capaces de infectar células humanas. Ni Daszak ni EcoHealth quisieron responder a las preguntas del medio The Atlantic.

En el debate sobre el origen de los coronavirus participaron figuras centrales. Entre los socios de Daszak que figuraban en la lista de la subvención estaban Ralph Baric, de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, un virólogo estadounidense conocido por realizar estudios de ganancia de función del coronavirus en su laboratorio, y Shi Zhengli, del Instituto de Virología de Wuhan.

The Atlantic ha confirmado que una propuesta de subvención con el mismo número de identificación y co-investigadores fue presentada a Darpa en 2018. La propuesta que circuló en línea incluye un ambicioso plan para inocular a los murciélagos salvajes contra los coronavirus, llevado a cabo en concierto con el National Wildlife Health Center, un laboratorio de investigación en Wisconsin.

La noticia más importante de la propuesta filtrada se refiere al plan de los investigadores de “examinar un gran número de datos de secuencias genómicas extraídas de muestras de sangre, en busca (entre otras cosas) de nuevos tipos de “sitios de escisión de furina”. Cuando éstos se codifican en el lugar adecuado de la proteína de la espiga de un coronavirus, permiten que esa espiga sea abierta por una enzima que se encuentra en las células humanas. Según la propuesta, las versiones de “alto riesgo” de estos sitios, una vez identificados, se introducirían mediante ingeniería genética en los coronavirus similares al SARS.

El virólogo David Baltimore dijo que la estructura del sitio de escisión de la furina del SARS-CoV-2 era “la pistola humeante del origen del virus”.

En mayo de 2020, a los pocos meses de la pandemia, Peter Daszak, de EcoHealth, ridiculizó las discusiones sobre el sitio de escisión de la furina y sobre si podría ser objeto de bioingeniería como los desvaríos de los teóricos de la conspiración. Seis meses después, Daszak participó en dos importantes investigaciones internacionales sobre los orígenes de la pandemia, organizadas por la Organización Mundial de la Salud y la revista médica británica The Lancet. Pero resulta que, sólo dos años antes, había entregado una solicitud de subvención al gobierno de Estados Unidos, con él mismo como investigador principal, que describía la realización de exactamente ese trabajo de bioingeniería.

The Intercept publicó 528 páginas de documentos, obtenidos sólo después de una solicitud judicial de la FOIA (Freedom of Information Act, es una ley que da derecho a acceder a información del gobierno federal) a los Institutos Nacionales de Salud y un retraso de 12 meses, que describen experimentos sobre coronavirus híbridos que algunos expertos consideran arriesgados, realizados en Wuhan con el apoyo de EcoHealth y el gobierno de Estados Unidos. En junio, Bloom, el biólogo computacional de Seattle, descubrió que varios cientos de secuencias genéticas extraídas de los primeros pacientes de covid-19 habían sido misteriosamente borradas de una base de datos pública (18).

Global Health Security Agenda (GHSA)

La Agenda de Seguridad Sanitaria Mundial (GHSA) fue fundada en febrero de 2014 y ha publicado el Marco de la Agenda de Seguridad Sanitaria Global 2024 (GHSA 2024).

El 27 de marzo de 2020, Bonnie Jenkins, experta de la Subsecretaria de Estado para el Control de Armas y Asuntos de Seguridad Internacional del Departamento de Estado de  stados Unidos, escribía en su blog: “En 2013, los miembros del Consejo de Seguridad Nacional convocaron una reunión para reunir a los funcionarios que trabajan en la prevención y respuesta a las enfermedades infecciosas de los Departamentos de Estado, Defensa, Agricultura, Salud y Servicios Humanos, así como de la Administración Federal de Medicamentos, la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).

Mi trabajo se centraba en la prevención de la propagación de armas de destrucción masiva, así como en cuestiones de terrorismo y bioseguridad. Ese debate fue seguido por una serie de reuniones adicionales que incluyeron estrechos compromisos con otros países, organizaciones internacionales y el sector no gubernamental. El resultado fue el lanzamiento en febrero de 2014 de la Agenda Global de Seguridad Sanitaria (GHSA) por parte de Estados Unidos y sus socios internacionales. Más de 30 países, junto con organizaciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), se unieron.

Un mes después de la puesta en marcha de la GHSA, el mundo se vio afectado por el ébola; desde entonces, nos hemos enfrentado al síndrome respiratorio de Oriente Medio de 2015 en Corea del Sur, al virus del Zika de 2016, a otro brote de Ébola en 2018 y, ahora, al covid-19.

En 2018 la administración estadounidense publicó una Estrategia de Biodefensa que ayudaría a ‘detectar y contener las amenazas biológicas en su origen’. Siguiendo un enfoque de todo el gobierno, el Congreso asignó mil millones de dólares para la GHSA hasta 2019.

Gracias a la colaboración a través del Comité Directivo de la GHSA de los países participantes, los países han mejorado sus sistemas de respuesta a las emergencias de laboratorio, han reforzado los programas de bioseguridad y bioprotección, y han mejorado la detección de las enfermedades prevenibles por vacunación” (19).

Durc y Nsabb

Dual use research of concern (Durc), “la investigación de doble uso preocupante” es la investigación que proporciona información, productos o tecnologías que podrían aplicarse directamente de forma incorrecta para plantear una amenaza significativa con amplias consecuencias potenciales para la salud y la seguridad públicas, los cultivos agrícolas y otras plantas, los animales, el medio ambiente, el material o la seguridad nacional.

Ciertos estudios de ganancia de función (GOF) con el potencial de aumentar la patogenicidad o transmisibilidad de potenciales patógenos pandémicos han planteado preocupaciones de bioseguridad y seguridad biológica, incluyendo los riesgos potenciales de doble uso asociados con el mal uso de la información o productos resultantes de dicha investigación (20).

National Science Advisory Board for Biosecurity (Nsabb) (Junta Consultiva Nacional de Ciencia para la Bioseguridad) es un comité consultivo federal que aborda cuestiones relacionadas con la bioseguridad y la investigación de doble uso preocupante a petición del Gobierno de los Estados Unidos. En mayo de 2016 formuló recomendaciones al gobierno de Estados Unidos sobre un enfoque conceptual para evaluar las investigaciones propuestas sobre el GOF.

El NSABB tiene hasta 25 miembros con derecho a voto entre ellos a John D. Grabenstein, ex director ejecutivo de Global Medical Affairs Merck Vaccine Division Merck & Co., Inc. (21).

Entre las áreas de especialización que deben estar representadas en el Nsabb figura la producción farmacéutica, programas de biodefensa militar y medicina militar, inteligencia, biodefensa y perspectivas industriales (22).

¿Qué dicen los rusos?

Según una detallada información aparecida en Sputnik, desde 2016 el gobierno estadounidense secretamente hizo acopio de equipos de emergencia, suministros médicos, productos de primera necesidad y millones de dosis de vacunas contra los agentes de bioterrorismo, llamado Strategic National Stockpile, en los Centros Secretos del Control y Prevención de Enfermedades para ayudar a la población a sobrevivir en el caso de una pandemia.

Un año antes, Bill Gates había afirmado que las futuras guerras serían biológicas y que podrían devastar grandes poblaciones por lo que los gobiernos tenían que apostar por inversión en este ámbito.

Dos meses antes que se reportara el primer caso de coronavirus en Wuhan, el 21 de diciembre de 2019, el 18 de octubre de 2019, el Centro de Biodefensa Civil de la Universidad Johns Hopkins, el Foro Económico Mundial de Davos, la Fundación Melinda y Bill Gates y 15 expertos mundiales en el ámbito de los negocios, gobiernos y salud pública, patrocinaron un simulacro de preparación ante una pandemia de coronavirus en New York, llamado Event 201. Entre ellos estaban: Avril Haines, exdirectora adjunta de la CIA; Adria Thomas, vicepresidente de Johnson y Johnson; Stephen Redd, director adjunto del Centro de Control y Prevención de Enfermedades; George Gao, director del Centro de Prevención y Control de Enfermedades de China.

Ya se sabe ahora que muchos de los estudios en virología fueron financiados por la USAID y por el Pentágono vía la Universidad de Duke y la Universidad Johns Hopkins con la participación de Instituto Médico de Investigación de Enfermedades Infecciosas del Ejército de Estados Unidos (Usamrid, por sus siglas en inglés) que desde 1990 estaba investigando los coronavirus.

Estos centros de estudios activos en Wuhan tienen proyectos conjuntos sobre enfermedades contagiosas y armas biológicas con la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (Darpa). Uno de los proyectos se conoce como Pandemic Prevent Platform P3. También otra sofisticada institución del Pentágono, la Agencia de Defensa para la Reducción de Amenaza (Dtra), ha estado activa en el estudio de coronavirus.

El antropólogo Samuel Veissiére de la Universidad McGill caracterizó la actual situación de pánico e histeria en que se ha sucumbido el planeta entero en la revista Psychology de la siguiente manera: “El coronavirus es simple y exclusivamente un pánico moral. Como resultado, explorando vulnerabilidades en la psicología humana, se ha hecho cerrar muchas de nuestras escuelas, se ha hecho caer la bolsa de valores, se ha incrementado el conflicto social y la xenofobia, se hicieron cambios patronales y migratorios y se está trabajando ahora para contenernos en espacios homogéneos” (23).

Salud y experimentos militares

Podemos apreciar una constante en las diferentes informaciones aquí apuntadas: la estrecha relación entre los experimentos militares para una guerra bacteriológica; los fondos de inversión, el complejo químico farmacéutico, las oscilaciones bursátiles, las organizaciones multinacionales privadas y el mundo universitario.

Es a partir de aquí que la respuesta a ¿Quién debe poner los límites? no es nada fácil de responder. Lo único certero es que dichos límites no los van a poner ni los gobiernos, ni los partidos gobernantes, ni los sindicatos subvencionados, ni los políticos que viven a costa del erario público, ni la inmensa mayoría de profesionales que anteponen su salario al bienestar general. Aunque también es cierto que existen colectivos diversos que realizan una labor de desintoxicación, desde miles de científicos y académicos firmantes de la Great Barrington Declaration, pedagogos, trabajadores de la salud, algún que otro político a título personal, asociaciones como las Ligas por la Libertad de Vacunación de diferentes países, grupos locales de resistencia. Pero también es cierto que cada uno de dichas personas o colectivos toma posición en función de una diversidad de criterios, pensamientos, vivencias, ideas, que en otros aspectos de la vida son totalmente dispares.

Es pues difícil que esta amalgama de personas y colectivos tengan la capacidad organizativa para imponer límites a la depredación humana caracterizada por la insaciable voracidad de la acumulación de capital y el obsesivo control sobre las personas. Tampoco tienen esta capacidad organizativa necesaria las formaciones políticas actuales que se autodenominan radicales, socialdemócratas de izquierda o comunistas, ya que su única obsesión es la de legitimarse y poder ocupar un lugar modesto en el actual sistema.

Estas circunstancias deben conducir a una seria reflexión sobre la necesidad de reorganizar el maltrecho proletariado en cada lugar, reapropiando el común, el comunismo, y con él estructurar un marco conceptual dialógico basado en la necesidad de avanzar en el binomio destrucción-construcción para una transformación social radical, libre de la enajenación y de la animalidad, como apuntaba Marx en los manuscritos filosóficos: “El animal es inmediatamente uno con su actividad vital. No se distingue de ella. Es ella. El hombre hace de su actividad vital misma objeto de su voluntad y de su conciencia. Tiene actividad vital consciente. No es una determinación con la que el hombre se funda inmediatamente. La actividad vital consciente distingue inmediatamente al hombre de la actividad vital animal” (24).

En el proceso que estamos inmersos, podemos apreciar que uno de los objetivos de los distintos centros de poder es eliminar nuestra actividad vital consciente, convertirnos en seres animales desprovistos de poder de pensamiento y de decisión. Negarnos a ello es el primer paso para responder a la pregunta ¿Quién debe imponer los límites?

Pueden ayudar a la reflexión algunos extractos del ensayo de Langdon Winner “The Whale and the Reactor”. The University of Chicago Press, Chicago, 1986 (La ballena y el reactor: una búsqueda de los límites en la era de la alta tecnología. Editorial Gedisa 2008, Barcelona).

“La construcción de un sistema técnico que involucra a seres humanos como partes de su funcionamiento requiere una reconstrucción de los roles y las relaciones sociales. A menudo esto es resultado de los requerimientos operativos propios de un nuevo sistema: simplemente no funciona a menos que se modifique la conducta humana para adaptarse a su forma y proceso (pág. 21).

Si examinamos los patrones sociales que caracterizan los entornos de los sistemas técnicos, descubrimos ciertos dispositivos y sistemas que casi de forma invariable se unen a formas específicas de organizar el poder y la autoridad. La cuestión importante es la siguiente: esta situación, ¿es este estado de cosas el resultado de una respuesta social inevitable a las propiedades ingobernables en las cosas mismas, o es en cambio un patrón impuesto de forma independiente por un ente gobernante, la clase en el poder o alguna otra institución social o cultural, para lograr sus propios propósitos? (pág. 41).

En los niveles más altos de la jerarquía, por supuesto, los profesionales reclaman autoridad especial y libertad relativa en virtud del dominio que poseen en el terreno científico y técnico. En el momento de la historia en que las formas de la jerarquía basadas en la religión y la tradición comenzaron a derrumbarse, la necesidad de construir y conservar los sistemas técnicos proporcionó una manera de restaurar las relaciones sociales piramidales. Fue algo caído del cielo para la desigualdad (pág. 56).

La condición a que nos enfrentamos es muy parecida a la descrita en la obra de teatro de Bertolt Brecht,La excepción y la regla. En el escenario de Brecht un grupo de personajes vaga en medio de un ámbito de acciones que demuestran un universo moral en completo caos. Lo que es bueno se hace aparecer como malo; la justicia y la injusticia cambian de lugar. Un peón intenta realizar una buena acción. Es asesinado por su patrón que ve en el gesto del peón una amenaza de un enemigo de clase. El asesino es enjuiciado pero absuelto mediante un fallo que considera su comportamiento perfectamente razonable bajo tales circunstancias (pág. 93).

Existen algunas aplicaciones de la ciencia y la tecnología modernas en las cuales la incertidumbre que rodea a ciertas prácticas sospechosas y sus posibles efectos es tan grande que ‘riesgo’ es un nombre muy adecuado para lo que conlleva problemas. En mi opinión las preocupaciones recientes acerca de posibles accidentes por el uso de las técnicas recombinantes de ADN en la investigación científica y en la aplicación industrial son un caso en el que el término se utilizó de forma apropiada (pág. 161).

Nuestro inmenso poder científico y técnico, ¿producirá un mundo genuinamente superior al que teníamos antes? ¿0 nos quedaremos estancados con una acumulación de renovaciones descuidadas y desordenadas que destruyen más de lo que mejoran? Las preguntas de este tipo son fundamentales para las críticas más penetrantes de nuestra cultura tecnopolita. Sin embargo, estos puntos por lo general son los últimos en penetrar en las mentes de los hombres de negocios, los profesionales técnicos, los políticos y otros directamente responsables de guiar el proceso de cambio. Cada vez más depositan su fe en una gama de técnicas que prometen resultados prácticos y beneficios rápidos mientras se descuida todo lo demás. Saben cómo preguntar: ¿Dónde está la línea inferior? Pero descuidan cada vez más una pregunta que cada generación abandona peligrosamente: ¿Dónde está el límite? ¿Qué es lo mejor de que es capaz nuestra sociedad? (pág. 180).

Nuestras instituciones se han involucrado en un proceso constante de adaptación inversa, en el cual las cosas se remodelan para adaptarse a los medios técnicos disponibles. Casi todos los signos importantes indican que este proceso todavía avanza inexorablemente y sin límites” (pág. 182).

(1) https://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/03/160311_ciencia_peligrosa_finde_dv
(2) https://nmas1.org/material/2018/10/03/evolucion-dirigida-nobel)
(3) https://www.bayer.com/es/es/blog/espana-que-es-la-tecnologia-crispr
(4) https://www.dw.com/es/dos-mujeres-ganan-premio-nobel-de-qu%C3%ADmica-2020/a-55185263
(5) Luis Carlos Silva Ayçaguer. La investigación biomédica y sus laberintos. 2008
(6) Langdon Winner.The Whale and the Reactor. 1986
(7) https://www.infobioquimica.com/new/2016/04/19/virus-letales-y-supercontagiosos-queremos-crearlos-en-el-laboratorio/
(8) https://www.agenciasinc.es/Reportajes/Virus-letales-y-supercontagiosos-queremos-crearlos-en-el-laboratorio
(9) https://www.technologyreview.es/s/13571/el-sars-cov-2-es-tan-complejo-que-es-ridiculo-creer-que-fue-disenado
(10) https://espanol.news/anthony-fauci-argumento-que-la-investigacion-sobre-la-ganancia-de-funcion-supero-el-riesgo-de-una-pandemia-en-2012/
(11) https://www.cdc.gov/flu/avianflu/avian-durc-qa.htm
(12) https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-51796442
(13) https://www.technologyreview.es//s/12376/inyectar-adn-para-que-el-cuerpo-fabrique-anticuerpos-contra-la-covid-19
(14) https://www.ecohealthalliance.org/partners
(15) https://www.factcheck.org/es/2021/05/scicheck-el-laboratorio-de-wuhan-y-el-desacuerdo-sobre-estudios-de-ganancia-de-funcion/
(16) https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(21)01377-5/fulltext
(17) https://nypost.com/2021/06/04/who-is-peter-daszak-exec-who-sent-taxpayer-money-to-wuhan-lab/
(18) https://www.theatlantic.com/science/archive/2021/09/lab-leak-pandemic-origins-even-messier/620209/
(19) https://www.brookings.edu/blog/order-from-chaos/2020/03/27/now-is-the-time-to-revisit-the-global-health-security-agenda/
(20) https://osp.od.nih.gov/biotechnology/dual-use-research-of-concern/
(21) https://osp.od.nih.gov/biotechnology/national-science-advisory-board-for-biosecurity-nsabb/#members
(22) https://osp.od.nih.gov/biotechnology/national-science-advisory-board-for-biosecurity-nsabb/#charter
(23) https://mundo.sputniknews.com/20200316/coronavirus-una-guerra-sin-soldados-1090793054.html
(24) https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/manuscritos/man1.htm

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