Patetismos y talantes

Pilar Manjón
Nicolás Bianchi


Me viene a la memoria la intervención de la portavoz de las víctimas del 11-M ante la comisión de investigación (?), Pilar Manjón, que no vacilo en calificar de patética. No se sulfure el lector, no me dio una ventolera del cierzo o una tramontana.

El término patético. hoy día, es anfibológico y se usa con alegría excesiva, con prodigalidad iba a decir que irresponsable, pero estaría exagerando. Se dice de una persona -o una situación- que es patética y con ello se quiere significar un hecho penoso que roza el ridículo. Sin embargo, en tiempos más clásicos, expresar que alguien resulta patético es casi elogiarlo, alabarlo. O, al menos, constatar que esa persona está realmente viva, que tiene temperamento, carácter y… talante (como el «talante» que adjudicaron los mass-madia a Zapatero al principio de su mandato para que cayera bien y «simpático» al personal, mira qué chico más majo, como ahora pasa con «El Coletas», como se le conoce popularmete a Pablo Iglesias). También cabe el mal talante y quien lucha contra él, para corregirlo o encauzarlo, es persona de mérito.
La moral del ser humano parece consistir en la adquisición de un modo de ser. En griego se dice hexis, que equivaldría a talante. El carácter, como sinónimo de ethos o ética, está asociado al hábito y es la personalidad que hemos conquistado -o modelado- a través de la vida (ética como «saber vivir», diría el filósofo wittgensteniano Javier Sádaba), lo que hemos hecho de nosotros mismos, viviendo (orillando lo que «han o nos han hecho» unas orteguianas circunstancias). Cuando se dice de fulano que tiene mal o buen carácter, nos estamos refiriendo al temperamento y sus bilis y atrabilis (de aquí atrabiliario de carácter, o sea, mala ostia; también estarían las medievales flema e irascibilidad). Al talante podemos denominarlo pathos de donde viene patético. Conforme a su sentido primario, pathos no significa «pasión», que es lo que vino a ser en filosofía, emocionalmente, es decir, por naturaleza, con la realidad. De ahí que se llame pathos por antonomasia al, en lenguaje del cristiano José Luis L. Aranguren, estado del alma cuando está conturbada. Así se mostró, a mi juicio, Pilar Manjón, mujer entera y sinceramente dolida (lo que no sabemos, allá ella, si se podría decir lo mismo de la señora Pedraza y su vampírica AVT): de una manera patética. Algunos dirán que emocional con el objeto de restarle fuerza y rebajar la tensión como si lo emocional no fuera, también, producto de la materia. Como si la vida emocional no fuera sino un amontonamiento, un agregado o una sucesión de sentimientos. Otra cosa, que no tocaremos de momento, es el uso fascista que se hace de lo emocional en las masas como, por ejemplo, la nutrida manifestación en París el otro domingo por el atentado contra Charlie Hebdo encabezada por los más siniestros criminales del planeta con el agravante que no ruboriza a estos cínicos sin sentimientos de ver allí al asesino de niños gazatíes B. Netanyahu.
Pathos y ethos, talante y carácter -y somos conscientes de lo árido de esta materia-, son conceptos correlativos. Si el pathos es naturaleza, el ethos es segunda naturaleza, modo de ser NO emocionalmente dado, sino racional y voluntariamente logrado. Es aquí donde sibilinamente se quiso establecer, en su día, una división cuando no oposición: si Pilar Manjón es patética, quienes la escuchaban eran éticos, racionales. Había riesgo de que Manjón aprovechara la ocasión para mandarles a todos -a la «casta» que diría «Podemos»– a tomar por saco y por el tafanario (que es lo que hubiera hecho yo dado mi mal talante), pero la clase política respiró pronto hondo: Manjón dijo que su dolor no le impediría ir a votar el 14-M (tres días después de la masacre en los trenes de Atocha, en Madrid). El peligro de un divorcio entre la llamada sociedad civil y los políticos (como ven, este articulito está repleto de cursivas) y su legitimación se evaporó. Pilar Manjón pasó de ser patética a ser ética, de la pasión al hábito, de la emoción al civismo, cuando oímos todos los días desde los campanarios mediáticos de la política (?) el «aquí te pillo, aquí te mato», moromierda, terrorista, joputa, o sea, actuar «en caliente» (como los Carlos Herrera, la COPE, etc. ) y los que critiquen esto es porque son unos tibios, sino algo peor, nos dicen los inquisidores.
Vuelve el orden y el buen talante.
Me pregunto qué haremos con tanta basura el día menos pensado…

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