Otra pildorilla

B.

La Delegación del Gobierno español en Madrid ha hecho publica su decisión de impedir la entrada de esteladas (bandera independentista catalana) a la final de la Copa de fútbol el próximo domingo o Copa del Rey (y, en vida de Franco, Copa del Generalisimo). Habrá un fuerte despliegue policial que mirara que ningún aficionado porte esa bandera que, ya adelantamos, no es oficial, pero tampoco ilegal ni anticonstitucional, como dicen algunos bocazas tertulianos (por ejemplo, la fachilla Pilar Cernuda, veterana en las lides manipuladoras).

Otras voces, más «sensatas» e «inteligentes», critican esta decisión no porque estén en desacuerdo en el fondo, sino por la «inoportunidad» y notoria torpeza de tales medidas que «victimizan» más a los independentistas. No se atreven a decir que les dan la razón porque su catalanofobia se lo impide Están de acuerdo en lo fundamental, pero discrepan en la táctica a seguir que juzgan lerda, patosa y estólida sin entrar en que sea antidemocrática o lesione el derecho a la libertad de expresión, no, esto no, pues ellos son portavoces del unionismo constitucional, gente cabal, dialogante, civilizada, moderna, guay.

Como en este blog no tenemos pelos en la lengua, diremos que tal medida es propia de un Estado débil y vengativo que viene a decir, en román paladino, que «en el Nou Camp hicisteis lo que quisisteis» (en referencia a la estruendosa y monumental pitada al himno español y al monarca el año pasado en la final de Copa jugado en al campo culé entre el Barcelona y el Athletic de Bilbao, una pitada compartida entre vascos y catalanes, por si no querían taza…), «pero ahora, en Madrid, os vais a enterar»… típico de chulos y matones.

Y también de arbitrarios que no cumplen ni su propia «legalidad» porque ha de saberse que la disputa de esa final en el Calderón, u otro campo de fútbol, no es un acto oficial ni institucional, aunque cuente con la presencia del Rey (donde, entonces si, no podría figurar una bandera no oficial al lado de la enseña nacional), por lo tanto, no se puede prohibir al público que acuda al estadio portando esteladas o banderas republicanas o la de su peña de mus.Quien actúa ilegalmente es la Delegación. Y no se invoque la Ley del Deporte porque ésta, aparte de su amplitud donde cabe todo que es lo mismo que decir que no cabe nada, es de rango inferior a la Carta Magna, como gustan de decir a la anglosajona manera.

No es un gesto «autoritario» o «torpe»: es una prueba más de su carácter fascista pues, ante cualquier piedra de toque que se les presente donde demostrar que son demócratas, evidencian y no ocultan lo que son: fachas. Y ello hasta en algo tan aparentemente trivial e intranscendente («aparentemente», repito) como es el deporte (profesional).

Buenos días.

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