No es de Brecht…

N. Bianchi

… pero como si lo fuera. Nos referimos al célebre poema atribuido erróneamente al poeta y dramaturgo comunista alemán Bertolt Brecht (1898-1956).

Ya saben, aquel que dice:

«Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada».

No solamente no pertenece a Brecht sino que nunca fue escrito exactamente como lo conocemos por su verdadero autor, sufrió numerosas modificaciones en su elaboración: la versión finalmente aprobada es la que dio la segunda esposa del autor, Sibylle Sarah Niemöller von Sell (proveniente de una familia aristocrática prusiana, pero antinazi, al menos ella), cuando éste ya había fallecido. Porque el verdadero gestor de lo que hoy se conoce -en un título apócrifo- como el poema «Ellos vinieron» (en traducción literal del alemán, sospechamos, ya que en español sobraría el sujeto quedando en «Vinieron») fue el germano Friedrich Gustav Emil Martin Niemöller (1892-1984) quien en su larga vida fue desde comandante de un submarino alemán durante la I Guerra Mundial a pastor, pasando por un inicial apoyo al creciente nazismo hasta la lucha contra las guerras desatadas por el imperialismo al punto de visitar en 1965 Vietnam del Norte para reunirse con Ho Chi Minh.

No puede decirse con rigor que simpatizara con el movimiento obrero y sí por el antisemitismo lo que le condujo en los años treinta, como dijimos, a apoyar a Hitler. Se opuso a que la Iglesia estuviera bajo el dictado de Hitler y acabó en los campos de concentración de Sachsenhausen y Dachau.

Cuando termina la II Guerra Mundial recupera la libertad regresando a su actividad como pastor protestante. Y fue precisamente durante sus sermones cuando empezó a gestar el poema que hoy nos trae a colación.

Cuando Niemöller ya había alcanzado los 90 años, de los 92 que vivió, se autodefinía como revolucionario y, «si llego a los 100, acabaré siendo anarquista».

En el Museo del Holocausto en Washington, la presentación del poema tiene una particularidad, por decirlo suavemente: se le ha amputado la primera frase o estrofa, la que alude a los comunistas. Con Niemöller ya fallecido, claro.

No es de Brecht, decimos -algo que ya se va sabiendo, que no vamos aquí con la «exclusiva»-, y lo que nos sorprende y nos extraña es que no lo fuera o, dicho de otra manera, no es de él, pero como si lo fuera, ¿no es cierto?

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