Matones informáticos al servicio de los grandes monopolios de internet

La empresa de subastas por internet eBay desató una campaña de acoso contra una pareja de cincuenta años por escribir opiniones negativas en su sitio ecommercebytes.com.

Los matones de la empresa han sido procesados por acoso informático y por intentar sobornar a los testigos. El fiscal les pide cinco años de prisión a cada uno de ellos, altos ejecutivos y matones informáticos contratados para llevar a cabo el hostigamiento.

El comunicado de prensa del Departamento de Justicia de Estados Unidos no detalla el nombre del principal responsable, aunque parece tratarse de David Wenig, director general de la empresa.

Wenig ordenó a James Baugh, el director de seguridad, que “disparara” a la pareja de editores debido a sus malas críticas. Luego, supuestamente desarrolló la ola de acoso él mismo durante varias reuniones de la empresa con otros cinco matones.

La campaña comenzó el 7 de agosto y duró dos semanas. El grupo de acosadores utilizó varios canales simultáneamente para hostigar a sus víctimas: envíos anónimos de amenazas y de correo basura, entregas de artículos espeluznantes con amenazas de muerte y la publicación en línea de la información personal de la pareja, incluida su dirección privada.

Entre los artículos enviados a las casas de las víctimas en el espacio de 4 días, la justicia enumera: una máscara de cerdo ensangrentada, un lote de arañas vivas, un lote de cucarachas o un ramo de flores entregado por una funeraria. Las entregas iban acompañadas de numerosos mensajes desde una cuenta anónima de Twitter.

Los sicarios de eBay intentaron varias veces presentarse como caballeros blancos, capaces de ayudar a las víctimas. Por un lado, trataban de silenciar las opiniones negativas amenazando, por otro lado, trataban de generar una opinión positiva de eBay por parte de la pareja de editores.

Tras la primera ola de acoso a distancia los matones decidieron actuar lo más cerca posible. Viajaron a través de Estados Unidos desde California a Boston y luego conducen a Natick, la pequeña ciudad de 36.000 habitantes donde vive la pareja. Instalaron un rastreador GPS en el Toyota de las víctimas, irrumpieron en su garaje.

David Harville, un directivo de la empresa, compró todo lo necesario para cometer el delito. El acoso se prolongó durante bastante tiempo. Enviaron a un fontanero al hogar de las víctimas en medio de la noche, publicaron anuncios de orgías con ellas y organizaron una venta falsa de la vivienda.

Los matones facturaron a la empresa por sus fechorías: desde las pernoctas en el lujoso Hotel Ritz-Carlton de Boston hasta el equipo de vigilancia, los envíos de paquetes y una factura de restaurante de 750 euros por las comidas de tres de los sicarios.

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