Los yihadistas uigures son una espina clavada en las relaciones diplomáticas entre Turquía y China. Son un pueblo túrquico que comparte una identidad lingüística, étnica y religiosa común con los turcos. Son originarios de una región que siguen llamando “Turkestán oriental”, que desde la revolución de 1949 en China se rebautizó como Xinjiang.
La OTAN encomendó al Turquía la desestabilización de China en Xinjiang, para lo cual crearon y adiestraron a un grupo yihadista, el Movimiento Islámico del Turkestán Oriental (ETIM), vinculado a Al Qaeda y los talibanes, que cometió numerosos atentados, incluso contra las autoridades religiosas musulmanas.
La represión obligó a muchos de ellos a refugiarse en Turquía y el gobierno de Erdogan teme que China pida su extradición. La oposición política a Erdogan presiona para defenderles e impedir que sean enviados a China. Es una cuestión recurrente en el Parlamento de Ankara.
Mientras tanto, Erdogan navega entre dos aguas. Quiere mejorar sus relaciones con China, pero los yihadistas uigures se han convertido en un importante obstáculo.
La agencia de noticias turca Anadolu informó de que Mevlut Cavusoglu, ministro de Asuntos Exteriores de Turquía, declaró que “a China le molesta nuestra actuación en defensa de los derechos de los turcos uigures ante la comunidad internacional”. En referencia a un reciente informe de la ONU sobre las supuestas violaciones de derechos humanos cometidas por China en Xinjiang, Cavusoglu afirmó que Turquía tiene que reaccionar ante ello.
Cavusoglu también acusó a Pekín de frenar cualquier avance en la construcción de una auténtica relación bilateral.
Hace cinco años Xi Jinping propuso que una delegación turca visitara los supuestos “campos de concentración” que hay Xinjiang, pero los turcos rechazaron la invitación porque no querían convertirse en “instrumentos de la propaganda china”.
El gobierno turco ha asegurado que no extraditará a ningún uigur que hubiera adquirido la nacionalidad turca.
El último viaje de Erdogan a China fue en julio de 2019 y le valió duros reproches de los partidos de la oposición, dadas las informaciones que circulaban entonces sobre los miles de uigures encerrados en “campos de concentración”.
En 2017 Cavusoglu prometió a los chinos que Turquía no fomentaría ninguna actividad subversiva dirigida contra China e incluso incluyó al ETIM en la lista de organizaciones terroristas. Al mismo tiempo el gobierno turco permitió a los uigures vinculados a Al Qaeda y los talibanes refugiarse en Turquía.
En 2021 China protestó por la negativa de Turquía a extraditar a Abudukadir Yapuquan, fundador del ETIM, acusado de actividades terroristas.
La ambivalencia de Turquía hacia los yihadistas uigures radica en la situación económica. La inflación subió un 137 por cien el año pasado. Las encuestas indican que sólo un tercio de los votantes turcos va a votar al Partido de Erdogan, Justicia y Desarrollo (AKP) el próximo mes de junio.
Empresas chinas han adquirido una participación del 65 por cien en el puerto Kumport de Estambul y otra del 51 por cien en un nuevo puente colgante sobre el Bósforo, mientras que la China Export and Credit Insurance Corporation ha ofrecido hasta 5.000 millones de dólares en seguros a empresas turcas.
Erdogan también ha esperado financiación china para su controvertido proyecto de construir una vía navegable artificial como alternativa al Bósforo.
Los chinos estarían dispuestos a ayudar a Erdogan, pero exigen que los turcos pongan algo de su parte. Los yihadistas uigures refugiados en Turquía son la moneda de cambio.
El gobierno de Erdogan se debate entre la necesidad de acercarse a China y la vieja política de apoyar a los yihadistas.
si nos atenemos a Marx, el capital ganará la partida. Esos uigures ya están volando hacia el este en cuanto Erdogan tonguee las elecciones.