Los rusos que no se resignan a dejar de ser soviéticos

Dos clientes de un banco ruso de Vladivostok se han negado a devolver un préstamo porque unicamente reconocen la legitimidad de la URSS. También se niegan a pagar las multas de tráfico por el mismo motivo. Afirman que son ciudadanos soviéticos y que los funcionarios de la Rusia actual son extranjeros.

No es una anécdota singular sino que responde a una campaña para denunciar que los Estados surgidos de la URSS, como Rusia, Bielorrusia y Ucrania, fueron creados ilegalmente por otros tantos jefes de Estado, entre ellos Yeltsin, en estado de embriaguez.

Unos meses antes de la disolución de la URSS, los ciudadanos soviéticos habían aprobado su continuidad.

El caso es que los dos moros de Vladivostok son hermanos y deben 1,5 millones de rublos a un banco que no tienen ningún intención de pagar. Cuando un agente judicial llamó a la puerta de su casa le amenazaron de muerte, después de darle una detenida explicación jurídico-constitucional sobre los motivos por los cuales no se sienten obligados a obedecer a un Estado surgido ilegalmente.

Algunas horas más tarde, llegó la policía, que los ha mantenido 7 días detenidos, mientras los agentes judiciales entraban en su casa y se llevaban todo lo que podían para saldar la deuda con el banco, desde las alfombras hasta la tele.

La URSS nunca fue una nación sino un Estado, por lo que el problema de la ciudadanía (“grazhdantsvo”), la nacionalidad (“natsionalnost”) y la vecindad eran más complejos y no se resolvieron con su disolución en 1991. Muchos quedaron como extranjeros en el lugar en el que siempre vivieron y otros como apátridas. Una de las consecuencias de ello es que numerosas personas no pueden votar y carecen de muchos derechos porque no tienen documentación.

Se dan casos, como el del boxeador Ruslan Chagaev, que sus padres tienen un origen (tártaros), mientras que él nació en Uzbekistán cuando sus padres fueron condenados al destierro.

El problema es especialmente acuciante en los países bálticos, como Letonia, donde hay 300.000 no-ciudadanos, es decir, descendientes de emigrados rusos. Muchos de ellos quieren obtener papeles letones porque de esa manera ingresan automáticamente en la Unión Europea y pueden emigrar a occidente a trabajar, que es su deseo.

Es paradógico: los ciudadanos de la Unión Europea que viven en Letonia pueden votar en las elecciones municipales, pero los rusos no aunque hayan nacido y vivido siempre en el país.

Pero todo es un cálculo: si quieres jubilarte es mejor que lo hagas como ciudadano ruso, porque lo puedes lograr con 55 años; si eres báltico u occidental debes esperar diez años más.

La URSS fue un Estado multinacional, el más complejo que la historia ha conocido, en el que se identificaron unas 100 nacionalidades. Dada la igualdad de derechos de todas ellas, fueron muchos los que emigraron desde la periferia a Rusia. A proximadamente sólo un 80 por ciento de los rusos lo son de origen. En la jerga rusa se les llama “ruski”, mientras que los de segunda generación se los conoce como “rusiyan”.

El desmantelamiento de la URSS ha creado un problema, un verdadero laberinto, que antes no existía, tanto en Rusia como en los demás Estados surgidos desde 1991. El capitalismo y el deterioro de las condiciones de vida y salud causan estragos en la población, que disminuye de forma acelerada. De 1991 a la actualidad Rusia ha pasado de tener 150 millones de habitantes a los 142 de hoy.

A pesar de que el saldo migratorio es positivo, Rusia pierde población, la tasa de mortalidad aumenta y la esperanza de vida se ha reducido.

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