Los obispos católicos forman una mafia coaligada con el imperialismo en Latinoamérica

Oscar Fortin

La historia reciente de América Latina pone de relieve que los obispos catolicos están unidos para oponerse al surgimiento de gobiernos progresistas bajo la bandera de la independencia y soberanía, así como de una mejor distribución de la riqueza en beneficio de los más pobres y desfavorecidos. La experiencia de Salvador Allende en Chile estaba en línea con esas dos banderas. Rápidamente vimos que Washington, la expresión del Imperio, se lo estaba tomando muy mal y que este camino debía terminar lo antes posible.

Con la llegada al Vaticano de Juan Pablo II, ya conocido como colaborador y partidario de Lech Walesa en la lucha contra el gobierno de Polonia, Washington encontró a su hombre para luchar contra cualquier forma confusa de socialismo, identificado, para los propósitos deseados, con los últimos momentos de la antigua URSS.

En 1982, en la Biblioteca Vaticana, se firmó un acuerdo de cooperación entre el Vaticano y Washington para frenar en su origen cualquier tendencia en esa dirección. Tras el acuerdo, Juan Pablo II visitó Chile, aún bajo el régimen de Pinochet. En sus discursos el Papa tuvo cuidado para no referirse a los crímenes cometidos, a las detenciones y torturas a las que estaban siendo sometidas miles de personas.

Por otra parte, durante su visita a Nicaragua, bajo el régimen sandinista, se presentó con la misión de derrotar aquella revolución, en la que participaron cuatro sacerdotes, tres de ellos en importantes cargos ministeriales: cultura, educación y relaciones exteriores.

Con ese pacto, el Vaticano se convirtió en cómplice del Imperio en su pretensión de dominar todos los países de América Latina. Hizo todo lo posible para sofocar la teología de la liberación y silenciar, al mismo tiempo, todos los crímenes cometidos por su cómplice imperial para eliminar a todos aquellos que desafiaban su hegemonía. En este sentido, el Vaticano y los obispos latinoamericanos se convirtieron en cómplices de los golpes militares, persecuciones y asesinatos del Plan Cóndor, de dictadores que podían contar con su silencio y el desvío de cualquier otro tema que pudiera hacer olvidar estos crímenes.

El Papa Francisco, a su llegada al Pontificado de la Iglesia Católica, predicó una Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium” (*) sobre el capitalismo salvaje y sus consecuencias en la vida de las personas. Un documento que ha sido muy bien acogido por todos aquellos que trabajan por unas relaciones humanas más justas y respetuosas con los derechos de las personas y de los pueblos.

“Por fin tenemos un Papa”, exclamó el presidente Evo Morales de Bolivia. Pero la Exhortación Apostólica fue rápidamente olvidada. La firma, en 2014, de un segundo pacto, esta vez entre Obama y el Papa Francisco, puso al Vaticano en virtual contradicción consigo mismo.

Según la información disponible, se mantendría el espíritu del primer pacto, a saber, el compromiso de trabajar juntos para frenar el surgimiento del socialismo en América Latina. Lo que el Vaticano no parece haber tomado en cuenta es que este socialismo que se está desarrollando en América Latina está precisamente luchando contra este capitalismo salvaje, denunciado en el documento del Papa. Es un socialismo cuyo objetivo es, entre otras cosas, luchar contra todas las formas de imperialismo para humanizar las relaciones de las personas y los pueblos sobre la base del bien común y de una mayor justicia social, objetivo que se ajusta perfectamente a los objetivos de la Carta de la ONU.

En esta lucha, una organización criminal se sitúa por encima de la ley para recuperar Estados que ya están en manos de gobiernos progresistas o para impedir que la gente se entregue a sí misma a tales gobiernos. Las Conferencias Episcopales y Washington trabajan juntos para cumplir con sus compromisos. Este es el significado de la palabra mafia, utilizada en el título de este artículo.

La semana pasada, en Tegucigalpa, Honduras, se llevó a cabo la reunión de obispos de Latinoamérica y el Caribe. En estas reuniones, a puerta cerrada, discutieron los diversos problemas que surgen y desarrollaron estrategias para asociar el nombre de Dios con la palabra de la Iglesia, confundiendo al mismo tiempo las opiniones de la gente. He aquí un buen ejemplo de estas fórmulas a las que están acostumbrados.

“Debemos fortalecernos en la fe escuchando la palabra de Dios para resistir a las ideologías deshumanizadoras que debilitan la búsqueda del bien común, el ejercicio de las libertades y el reconocimiento de los derechos humanos”, dijo su nuevo presidente, monseñor Miguel Cabrejo.

A primera vista, todo parece muy bello y la gente de izquierdas ve inmediatamente en ello una apertura a la lucha contra este capitalismo salvaje que responde bien a todos estos calificativos.

Sin embargo, este no es el caso. El objetivo de estas ideologías deshumanizadoras son los gobiernos de inspiración bolivariana. Es un socialismo democrático, humanista, cristiano y antiimperialista. Venezuela tiene más de veinte elecciones en 20 años, un gran progreso social: los 2,5 millones de viviendas puestas a disposición de las familias más pobres; educación gratuita desde el primer nivel de educación hasta los niveles más altos; atención de la salud que también es gratuita y accesible en todas partes del país; una democracia participativa basada en una Constitución, redactada por el pueblo y votada en referéndum por el pueblo.

Esto es lo que los obispos católicos en Latinoamérica llaman “ideologías deshumanizadoras que debilitan la búsqueda del bien común, el ejercicio de las libertades y el reconocimiento de los derechos humanos”.

Estos obispos nunca se referirán a los grandes logros sociales y democráticos generados por este tipo de gobiernos. Tampoco hablarán de todas las intervenciones de Washington para romper la economía del país y crear conflictos internos. Su único discurso será decir que el gobierno es una dictadura, que las últimas elecciones fueron fraudulentas, que la gente vive en una gran pobreza y que el único responsable de todos estos males es el comunismo (“la palabra socialista no es lo suficientemente fuerte para ellos”).

(*) http://w2.vatican.va/content/francesco/fr/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html

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