Las contradicciones interimperialistas en el Donbas

Durante muchos años, pero especialmente desde la caída de la URSS en 1990, los oportunistas hablaron del imperialismo como si tratara de un bloque macizo. El sólo hecho de utilizar el término en singular (“el imperialismo”) daba la impresión de que no había más que un único imperialismo o que todos los países imperialistas eran iguales, por el hecho de serlo.

Eran los tiempos de los foros mundiales, el movimiento contra la globalización y del “otro mundo es posible”, esas mareas de “alternativos” a medio camino entre las ONG y el trotskismo. Ahora han cambiado de verborrea y hablan, por fin, de “contradicciones interimperialistas” para llegar al mismo punto: los imperialistas son todos iguales y los que no son imperialistas son marionetas suyas.

Por ejemplo, en junio del año pasado tuvo lugar en Minsk una reunión de trotskistas procedentes de Ucrania, Rusia y Bielorrusia para pedir lo que todos los pacifistas añoran: “el cese inmediato de la guerra civil en Ucrania”. Pero si creyeran realmente que se trata de una verdadera guerra civil, hubieran debido pedir a los ucranianos que cesaran de combatir entre ellos. Sin embargo, lo que los trotskistas piensan es que los ucranianos son marionetas cuyos hilos mueven los imperialistas y, por lo tanto, su llamamiento tenía el siguiente carácter: “El gobierno ruso, la Unión Europea y los Estados Unidos utilizan la guerra civil en Ucrania con el mismo fin: la gente que muere en el Donbas son sólo peones en su competencia inter-imperialista” (1).

En España quien sostiene ese mismo tipo de concepciones trotskistas son los “cheerleaders” de RC y los clarividentes del MAI. Hay dos bandos imperialistas en liza y cada uno de ellos sostiene sobre el terreno a una marioneta local, unos en Kiev y otros en Donietsk y Lugansk.

A la fuerza ahorcan: la guerra se extiende, con su reguero de sangre, por regiones cada vez más extensas del mundo y la demagogia con la que durante tantos años trataron de ocultar las contradicciones interimperialista se ha venido abajo. De ahí que, con un lenguaje un poco diferente, los trotskistas quieran llegar la misma conclusión: Rusia es lo mismo que Estados Unidos y las milicias del Donbas son equiparables al gobierno de Kiev.

“El antifascismo en el Donbas es un mito”, dicen, repitiendo lo que siempre dijeron los trotkskistas del POUM durante la guerra civil española: la República era burguesa, exactamente igual que los militares fascistas; la URSS ayudó a los primeros y los fascistas de Mussolini ayudaron a los segundos. ¿Dónde está la diferencia? No hay ninguna diferencia, o no la saben encontrar, como tampoco saben responder a una sencilla pregunta: si ambos bandos son iguales, ¿por qué combaten entre sí?

Lo ha escrito bien claro Sarkis Fernández: la excusa de las contradicciones interimperialistas en Ucrania es “pura ideología imperialista” (2). Los trotskistas que defienden ese tipo de planteamientos, incluidos RC y MAI, forman parte del imperialismo mismo, algo que no debería constituir ninguna sorpresa para nadie. Ante la guerra y las contradicciones interimperialistas, la defensa de la neutralidad, la equidistancia y el pacifismo farisaico es una traición a la clase obrera y a la revolución en todos y cada uno de los países, incluso en aquellos a los que la guerra no llega.

Lo que el leninismo enseña es a tomar partido, no a lavarse las manos como Pilatos. Ante una guerra imperialista provocada por las contradicciones internas entre las potencias imperialistas, Lenin apela a la guerra civil, a dirigir las armas contra el propio país, que es exactamente lo que han hecho las milicias del Donbas. Por consiguiente, poner a un bando al lado del otro es simplemente una manera repugnante de lavarle la cara al imperialismo y su criminal política de exterminio.

Ucrania formó parte de la URSS y los trotskistas de todos los pelajes se esfuerzan por ocultar que con la URSS no sólo acabó un modo de producción sino que el país fue troceado, por lo que es obvio que el imperialismo busca devorar a Rusia como país, del mismo modo que ya ha devorado a otros, como admitió la secretaria de Estado norteamericana Madeleine Albright en 2005: “Es injusto que un solo país posea territorios tales como Siberia y el Lejano Oriente, en los cuales pueden instalarse unos cuantos Estados”.

Incluso después de que la URSS desapareciera, después de que fuera troceada, al imperialismo no le bastó con que Ucrania obtuviera su independencia sino que organizó dos golpes de Estado por una razón muy sencilla de entender: porque no están dispuestos admitir una Ucrania independiente, es decir, un país capaz de tomar sus propias decisiones. Cualquiera que sea su régimen social, Ucrania ha demostrado que está, quiere estar y estará siempre ligado a Rusia por lazos que van mucho más allá de la economía y de la geoestrategia y que el imperialismo se esfuerza por romper porque su proyecto no es sólo acabar con Rusia sino acabar también con Ucrania.

Hay una foto de Victoria Nuland, la encargada de asuntos europeos en el Departamento de Estado, en plena orgía en la Plaza Maidan, en febrero del pasado año que expresa que mejor que nada qué es lo que persigue el imperialismo en Ucrania. En contra de los partidarios de la neutralidad, no hay una foto equivalente de Serguei Lavrov, ministro ruso de Asuntos Exteriores, en Occupy Wall Street.

El Pacto de Varsovia se ha disuelto; la OTAN no. En contra de todos los acuerdos aprobados desde los tiempos de Gorbachov, Estados Unidos ha metido a los países vecinos de Rusia en una alianza militar dirigida contra Rusia. Rusia no ha rodeado a ningún país del mundo con bases militares, pero tiene todo su perímetro fronterizo cercado por las de los imperialistas, que le han puesto armas nucleares delante de sus narices y han desencadenado varias guerras, desde el Báltico a Afganistán cuyo objetivo indirecto no es otro que Rusia.

En el derecho internacional el bloqueo económico es una medida de guerra, una declaración indirecta de guerra. Pero no ha sido Rusia quien ha impuesto un bloqueo económico a Estados Unidos o a la Unión Europea, sino al revés. Rusia es víctima de un bloqueo. No hay esa simetría de la que hablan los trotskistas.

Los francotiradores que en febrero del año pasado dispararon contra la multitud indiscriminadamente en la Plaza Maidan matando a cerca de cien personas, ¿eran prorrusos?, ¿antirrusos?, ¿pertenecían a ambos bandos?, ¿es indiferente?

Los que quemaron vivos a 42 sindicalistas en Odesa en el mes de mayo, ¿eran prorrusos?, ¿antirrusos?, ¿pertenecían a ambos bandos?, ¿es indiferente?

Los que en julio derribaron el vuelo MH17 asesinando a 300 pasajeros, ¿eran prorrusos?, ¿antirrusos?, ¿pertenecían a ambos bandos?, ¿es indiferente? No es necesario apelar al leninismo sino a la decencia humana para no admitir -bajo ningún concepto- que los agresores se pongan al mismo nivel que los agredidos. Ante un acoso sexual no se puede medir al agresor y al agredido por el mismo rasero; ante un acoso militar, económico, político y mediático tampoco. ¿Verdad que es obvio? Pues los trotskistas no se quieren enterar.

(1) http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=7019
(2) http://www.mundoobrero.es/pl.php?id=4653

Victoria Nuland en plena Plaza de Maidan, durante el Golpe de Estado de 2014

comentarios

  1. Creo que no se conocen realmente las posiciones del MAI ante el conflicto ucraniano. Estas son las únicas declaraciones oficiales al respecto:

    "El conflicto que más parece estar recrudeciéndose en los últimos tiempos, y a través del cual podemos observar de manera más abierta y sin tapujos los diferentes intereses imperialistas, enfrentados en dura pugna, es sin duda alguna Ucrania. En estas tierras eslavas, que hasta hace poco representaban la zona de influencia del imperialismo ruso, se está llevando a cabo el enésimo intento por parte de las potencias de la OTAN de aislar y arrinconar al oso moscovita. Sin embargo, dicho oso ya no es la criatura herida que aceptó a regañadientes la pérdida de gran parte de los Estados colchón de los que disfrutaba la social-imperialista Unión Soviética. El Estado ruso ha logrado recomponerse tras la hecatombe que supuso la disolución de las estructuras erigidas durante el Ciclo de Octubre, y su burguesía, disponiendo aún de esferas de influencia y potencial armamentístico heredado de la anterior etapa histórica, es hoy capaz de plantar cara como potencia establecida a los intentos externos por reducir su margen de actuación y su lugar en el mundo. Algo de esto ya se vio en la Guerra de Osetia del Sur en 2008, cuando se puso a prueba la capacidad de reacción rusa tras iniciar las maniobras para incorporar a Georgia a la OTAN, y ya se pudo comprobar que el oso estaba despertando de su letargo. Ucrania, por tanto, supone una vuelta de tuerca más en esa estrategia de hostigamiento contra el imperialismo ruso, aunque a un nivel cualitativamente superior: por una parte, el interés geoestratégico de Ucrania es mucho mayor que el de las reducidas regiones de Osetia del Sur y Abjasia, por lo que Rusia no solo se juega su prestigio internacional o simplemente mostrar que tiene pulso militar, como siete años atrás: está en juego su ascendencia europea, al mismo tiempo que una región crucial por el paso de oleoductos y gasoductos (las “arterias” de la burguesía rusa), además de extensas relaciones comerciales ajenas al oro negro. Por otra parte, la entidad del contendiente al que la burguesía rusa se enfrenta es, obviamente, mucho mayor, al igual que el peligro que acecha. Para contextualizar mínimamente y realizar una comparativa que ilustre las diferencias entre uno y otro conflicto, es necesario apuntar que el área en el que tuvieron lugar acciones armadas en 2008 fue de alrededor de 15.000 kilómetros cuadrados, y el número de tropas implicadas fue de cerca de 50.000 durante 10 escasos días, en contraste con los más de 50.000 kilómetros cuadrados de los oblasts de Lugansk y Dónetsk, los más de 100.000 combatientes de ambos bandos y la prolongada duración del conflicto, de alrededor de un año en estos momentos.

    Ucrania, cuya naturaleza siempre ha sido ambivalente en relación a su hermano mayor, se puede dividir, en primera instancia, en dos secciones más o menos similares en tamaño, cada una de ellas mirando hacia el lado opuesto. Mientras que la región más occidental, de habla mayoritariamente ucraniana, ha tendido hacia el oeste (no en vano formó parte del Imperio Austrohúngaro), el sector oriental, cuya lengua más extendida es el ruso, siempre ha privilegiado el establecimiento de nexos con Moscú (no en vano, no olvidemos que las propias regiones constituyentes de la zona denominada Donbas incluyen también parte del territorio ruso). Precisamente por esta ambivalencia en cuanto a intereses, y al contrario de lo que comúnmente se suele pensar, Ucrania, tras la caída de la Unión Soviética, no ha jugado el papel de simple comparsa de Moscú, algo que sí podría decirse de Bielorrusia: la burguesía ucraniana, siempre atravesada por la contradicción que encuentra en sus tierras, y su cierta bicefalia política, ha procurado desempeñar un papel en el que la neutralidad fuese su cariz más representativo.

  2. Ese relato que presenta a Ucrania como mera prisionera o marioneta en manos de Putin es, por tanto, falto de todo rigor, pese a lo cual no se ha dejado de explotar en los medios de comunicación occidentales con cada vez menos disimulo. Pero hay otros relatos que, pese a ser minoritarios, no están exentos de crítica. En las filas revisionistas, siempre atentas a cuál puede ser el próximo clavo ardiendo al que aferrarse, se ha extendido una maniquea visión del conflicto ucraniano, según la cual no hay más imperialismo que el de la OTAN. Dicha visión presenta, en muchas ocasiones, a la Rusia de Putin como heredera de la Unión Soviética (lo que dice mucho tanto de lo representado como de aquel que vive a través de vacuas ensoñaciones al respecto), amparándose, cómo no, en la utilización de cierta simbología de tiempos pretéritos por parte de los rebeldes prorrusos1. Esta caracterización simplista, falta de toda profundidad, es síntoma de un déficit a la hora de comprender el imperialismo a nivel teórico. Mientras nuestros revisionistas se apresuran a calificar únicamente como imperialista al hegemón planetario, USA, realizando una equiparación pueril entre política internacional agresiva e imperialismo2, el marxismo nos muestra que, en la división internacional del trabajo, las potencias imperialistas son aquellas que subyugan a las naciones oprimidas, ejerciendo una sobre-explotación sobre ellas, independientemente de que se utilicen medios militares para ellos o no. De hecho, y precisamente porque nos movemos ya desde hace más de un siglo en la época imperialista, la cual se caracteriza, entre otras cosas, por una gigantesca extensión del sector financiero, en ocasiones sucede que la sobre-explotación no se realiza manu militari, sino a través de toda una pléyade de instrumentos internacionales de disciplinamiento económico, como el pago de deudas, la limitación de déficits a nivel estatal o el cercenamiento de mercado, tanto interior como exterior, para las burguesías nacionales3. Partiendo de estas coordenadas teóricas, mucho más acordes con el estado realmente efectivo del capital en la arena internacional, es evidente que Rusia constituye, a día de hoy, una potencia imperialista con todas las de la ley, y por tanto, esa defensa a ultranza del oso ruso que practican nuestros ya conocidos revisionistas supone su posicionamiento a favor de uno de los dos bloques imperialistas en liza (por ese motivo, coadyuva en la perpetuación del estado actual de las cosas y niega de facto la posibilidad de una salida revolucionaria para las masas ucranianas, única solución posible para su penosa existencia actual, y que no las concibe como carne de cañón en un conflicto inter-imperialista).

  3. Pero mientras nuestros revisionistas, tanto allende como aquende de nuestras fronteras, siguen obnubilados por sus imaginarias revoluciones y resistencias populares, los misiles imperialistas siguen regando con sangre y fuego tierras situadas al este del Estado ucraniano, y no parece que de aquí a poco vaya a cambiar semejante escenario: la última tregua, denominada Minsk 2.0, ha mostrado que quien ha sabido nadar mejor durante las últimas jornadas en las contradicciones existentes en el campo adversario ha sido el Estado ruso. El bloque UE-USA, que rompió el tradicional statu quo neutral de Ucrania a través de un acuerdo de asociación excluyente, observa cómo el oso ruso, en una gran aplicación de guerra híbrida, está ganando la partida a nivel militar, y se debate en estos momentos entre apoyar de manera abierta a su valido (USA, Polonia, UK, Estados bálticos) o limitar lo máximo posible unos daños probablemente ya irreparables (Francia y Alemania, principalmente). En caso de que se imponga la primera opción, posibilidad cada vez más cierta, dados los últimos sucesos4, estaríamos ante un escenario de consecuencias realmente imprevisibles, pues se abriría la veda para una deflagración mucho menos velada. Ni qué decir tiene que esto es lo último que desean las burguesías francesa y alemana, dadas las profundas interrelaciones económicas que existen con el gigante ruso en un contexto muy próximo a la recesión."

    Tres ejes para explicar la nueva contradicción imperante a nivel global. Viejos cantos de sirena bordeando el abismo de una nueva guerra. Editorial del Martinete número 27.

  4. flojo olarieta, se nota que no te lo crees ni tu, poco razonamiento ml y generalidades, por supuesto que a nadie le gusta la masacre de odessa pero tampoco que nos presentaran el año pasado toda la revuleta como una revolución prosovietica que es lo que hicieron los del EH donbass komitea o Internacionalistas 36, mientras las primeras unidades de autodefensas eran de los nazis del RNU y nazbol algo que sabian y que maquiavelicamente ocultaban.

  5. Lo peor del artículo es la mención que hace de los iluminados del MAI por la sencilla razón de que son políticamente irrelevantes. Lo que diga o deje de decir no debe ser tenido en cuenta ya que llevan más de 20 años sin salir de la pantalla del ordenador, escribiendo sobre un ciclo interminable, una reconstitución pospuesta hasta la eternidad y de una guerra popular que van a comenzar nunca. Un consejo que permito darle al Sr. Olarieta, olvídese de ese ente abstracto llamado MAI, mentándolos lo que hace es darles más motivos para continuar con su errática y tediosa "existencia".

  6. Otro error es nombrar a la pandilla juvenil conocida como rc. Hay gentes con las que, al margen de las posiciones que defiendan, no merece la pena debatir. Sencillamente, porque no son ni serán nada.

  7. El MAI y sus amigos,ya mas de cuatro o cinco,son el referente fundamentado de la ideología del proletariado ,aquí en España.Por ese motivo los amigos de los "erres",llenos de celos,inventan discurso del MAI,para darles algún golpecito que otro.Triste presente .

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