La Unión Europea levantará un muro en la frontera rusa de Kaliningrado

Las fronteras se convierten en muros militares e ideológicos, como el Telón de Acero, el de Gaza o el de Melilla, por algún motivo especial. Pero cuando ni siquiera se reconoce a quien lo levanta, mucho menos se podrán conocer los motivos de ello.

En tiempos de la Guerra Fría la propaganda repetía, una y otra vez, que la República Democrática Alemana había alzado el Muro de Berlín porque como no había libertad (en el este), no dejaban a las personas viajar, salir de su país, y la gente huye hacia donde hay libertad, como es bien sabido por todos.

El motivo invocado era, pues, la libertad. Pero ahora, como se están levantando cada vez más muros por todas partes, a pesar de que ya no existe la URSS, ni el Pacto de Varsovia, ni nada parecido, aquel argumento no vale. Hay que inventar otro.

El último plan es el de Lituania, que echa de menos su propio muro y quiere ponerlo alrededor de los 130 kilómetros de frontera de Kaliningrado, que pertenece a Rusia y permanece enclavado, pues, dentro de la Unión Europea, con frontera al Báltico, a Lituania y a Polonia.

Es posible que en el futuro también alguien le de la vuelta a este muro, afirmando que es Rusia quien lo levanta, por lo que hay que poner en claro las cosas desde este mismo momento. Lo dijo ayer el Ministro lituano de Interior, Eimutis Misiunas: “Las razones son a la vez económicas, impedir el contrabando, y geopolíticas, reforzar la frontera exterior de la Unión Europea”.

No se trata del muro de Trump sino de la Unión Europea, por lo que pasará mucho más desapercibido que el otro. Lo más seguro es que nadie diga nada, y si alguien dice algo, es posible que no sea en tono de protesta o, finalmente, que alguien se queje, pero sólo del coste de la obra que pagará Bruselas: 25 millones de euros.

La excusa geopolítica del ministro lituano es banal. Se cree que puede parar los misiles nucleares con un muro de ladrillos de dos mestros de altura, al estilo de línea Maginot de hace 100 años.

El ministro también se ha excusado con el contrabando de tabaco, algo sencillamente inverosímil. Del contrabando de tabaco viven muchos vecinos rusos, pero del contrabando de ámbar viven los lituanos, y de eso el ministro no dice nada.

Además de un fortín naval, Kaliningrado, la vieja Könisberg kantiana, tiene las mayores reservas mundiales de ámbar, una riqueza que saquean sus vecinos bálticos y Polonia, por donde la piedra preciosa sale al mercado negro de la joyería.

Muy cerca de los submarinos nucleares se pueden ver las minas de ámbar de Kaliningrado que se explotan clandestinamente al más viejo estilo minero.

En 2012 el Tribunal ruso de Cuentas publicó un informe según el cual el año anterior Rusia había obtenido un rédito de 20 millones de dólares gracias al comercio legal de ámbar, mientras Polonia había obtenido 600 millones, 30 veces más, sin poner nada a cambio. Un verdadero saqueo. El puerto polaco de Gdansk está considerado como la capital mundial del ámbar ruso.

El negocio es tan redondo que nadie quiere el ámbar legal, el que explota Rusia, que es sólo el 16 por ciento del mercado del ámbar; el resto es ilegal y beneficia a los países bálticos y Polonia. No hay nada como el contrabando y la corrupción ligada al mercado negro.

Por ejemplo, Rusia explota la mina de Yantarny, que está dirigida directamente desde Moscú por el Ministerio ruso de Finanzas, pero está a punto de cerrar o de venderse a capital extranjero porque no puede competir.

En Kaliningrado el muro demostrará que los mercados capitalistas son tan libres que en ellos también caben los mercados negros, y cuando más negros mejor; más beneficios reportan. ¿O creen que la Unión Europea levantará el muro para que los vecinos no roben el ámbar a Rusia?

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