Incapaz de extraer suficientes recursos minerales y rezagada respecto a China y Estados Unidos, la Unión Europea planea aumentar el número de acuerdos de libre comercio el año que viene con países que dispongan de minerales estratégicos, como el firmado en diciembre con Chile.
En esos países, los fabricantes europeos tendrán que superar una dura competencia por los suministros.
Mientras el mercado mundial se resquebraja, Europa sigue comprometida con el libre comercio. El 12 de diciembre la Comisión Europea y el gobierno chileno sellaron un nuevo acuerdo de libre comercio, actualización de una primera versión firmada en 2002. Bruselas no tiene intención de detenerse ahí. El Vicepresidente de la Comisión, Valdis Dombrovskis, quiere firmar pronto un acuerdo similar con México.
Con la vuelta al poder de Lula, también se han reanudado las conversaciones comerciales con los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) sobre un tratado de libre comercio. Al otro lado del Pacífico, Australia, que dio un golpe de timón en sus relaciones con el Viejo Continente al firmar el acuerdo militar Aukus, espera concluir sus negociaciones con Bruselas a mediados del año que viene.
Se trata de países en cuyos suelos abundan los minerales cruciales para las nuevas tecnologías, sobre todo hacia el coche eléctrico: litio, cobalto, níquel, tierras raras e incluso cobre. A principios de septiembre Ursula von der Leyen, esbozó un plan para que Europa acumule “reservas estratégicas” de estos recursos, que “pronto serán aún más importantes que el petróleo y el gas”, ya que su consumo se multiplicará. La necesidad de tierras raras y cobalto se triplicará de aquí a 2030 en todo el mundo, y la de litio se quintuplicará.
La Unión Europea ha insistido en sellar rápidamente el acuerdo con Chile, y pretende concluir otros, empezando por Australia. En ambos casos, la cuestión del acceso a los minerales estratégicos es fundamental. La Unión Europea quiere cubrir el 70 por cien de sus necesidades de baterías para 2030 y quiere asegurarse el suministro del mismo modo que China, aunque parta de una distancia mucho mayor. Su política comercial se está volviendo más ofensiva, pero no proteccionista como la de Estados Unidos y China.
La Guerra de Ucrania ha descubierto a una Europa atrasada en materias primas estratégicas. La retirada del gas ruso recuerda que no hay industria moderna sin metales básicos. El subsuelo europeo no tiene recursos minerales en un momento en que Bruselas planea construir 38 grandes fábricas.
Una Europa sedienta de materias primas
Las materias primas son lo impensable de las políticas industriales europeas, que llevan años diciendo “el mercado proveerá”. No existe una estrategia a largo plazo.
El mercado ofrece cada vez menos. La fiebre por el oro azul del siglo XXI, el litio, ha dejado a las empresas europeas al final de la cola. El año pasado hubo mucha tensión en el mercado de minerales. Grandes empresas europeas como Volkswagen se han llevado malas sorpresas. Glencore (grupo suizo cabecero en producción de minerales) les dice: “Hay doce clientes delante de vosotros, poneos a la cola”.
Los tratados firmados hasta ahora garantizan un marco jurídico más abierto y un mejor acceso a los mercados chileno y mexicano. Siguen siendo mercados, sinónimo de competencia con actores tan inevitables como consolidados. Chile, que produce el 25 por cien del litio bruto mundial, ya tiene acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y China, su principal cliente, cuyos capitales irrigan la industria minera chilena. Los industriales europeos que quieran establecerse allí se enfrentarán a gigantes. Ninguna multinacional de la Unión Europea figura entre las diez primeras empresas mineras del mundo. Incluso en la Unión Europea, en 2030 los proveedores europeos sólo suministrarán entre el 20 y el 30 por cien de las necesidades de metales raros.
No obstante, los países extractivos ven con buenos ojos la preocupación de la Unión Europea. Chile, cuyo principal socio es China, necesita diversificar su comercio para evitar quedar atrapado entre Washington, al que también está muy unido económicamente, y Pekín. Australia también busca ampliar su base de clientes tras las tensiones con China, que tiene una gran participación en su economía y su industria minera. Más que pedidos, los europeos también podrían aportar capital.
América Latina y Australia: proveedores lejanos
Se trata de un terreno en el que los chinos llevan veinte años de adelanto. Para asegurar su abastecimiento, Europa necesita un fondo de inversión que ayude a las ampresas a tomar participaciones minoritarias en centros de producción de litio en América Latina, África u otros lugares.
Los estadounidenses tampoco han tirado la casa por la ventana. Estados Unidos también está más avanzado y mejor armado que los europeos. Conocen mejor su suelo, tienen más espacio con una industria minera más desarrollada que nunca se ha detenido realmente en su suelo. En su vecindad, tienen acceso a los minerales de Canadá y México.
Los cercanos Balcanes, Asia Central y África también tienen un subsuelo rico capaz de abastecer a la Unión Europea.
Bruselas también celebra acuerdos ad hoc con Namibia y Kazajstán, que no implican una apertura recíproca de los mercados. Se centran más en el suministro de materias primas a cambio de inversiones en infraestructuras. Es una forma de evitar las interminables negociaciones comerciales sobre el libre comercio, porque el tiempo se agota.