La libertad de expresión es para algunos, los límites son para todos los demás

No hay ningún pedante al que le falte en la boca esa conocida frase de que el arte es “transgresor” por antonomasia. Basta que a un artista le pongas algún límite para que trate de saltar por encima.

“El rap es una modalidad musical provocadora”, dice el diccionario de la Academia de la Lengua y, como estamos comprobando, en ningún otro país como en España ha conseguido un éxito tan arrollador: un rapero preso, otro exiliado y 12 más condenados a penas de cárcel.

A pesar de ello, todo el discurso oficialista, empezando por el jurídico y el periodístico, se preocupa por lo contrario: por los límites de la libertad de expresión. ¿Dónde están los límites a la libertad de expresión?

En 2018 la Plataforma en Defensa del Derecho a la Libertad de Información publicó una “Guía de emergencia sobre los límites a la libertad de expresión” (1).

Al año siguiente una crónica de “Cuarto Poder” sobre un acto celebrado en Madrid comenzaba así: “Más de una veintena de colectivos, que van desde los Encausados por la Operación Araña hasta Anticapitalistas Madrid, han llenado la sala del Teatro del Barrio para charlar sobre una cuestión que levanta preocupación social: los límites a la libertad de expresión” (2).

¿Realmente lo que nos preocupa son los límites a la libertad de expresión o la libertad de expresión misma?

La impresión que transmiten es la un “buffet libre”: nos pasamos con la comida, comemos en exceso porque es gratis. Abusamos de nuestros de derechos porque el ejercicio de los mismos no tiene consecuencias.

Uno de los límites que los ignorantes quieren imponer al arte es “el buen gusto”, aunque en realidad hay muchos más límites. Cuando en 2018 retiraron las fotos de Santiago Sierra sobre los presos políticos de la exposición Arco, el ministro de Cultura y portavoz del Gobierno, Méndez de Vigo, confesó en los desayunos de RTVE que le gusta la libertad de expresión, pero que hay que “hacer crítica política sin ofender” (3).

La necesidad de límites es imprescindible en un país -como el nuestro- que es excesivamente democrático; hay demasiada libertad y, en consecuencia, hay que poner límites porque esto “se nos va de las manos”.

Este tipo de planteamientos, que han calado en ciertos medios, ignoran la memoria histórica de los 40 años posteriores a la Constitución de 1978.

De cualquier manera, es interesante analizar los famosos “límites a la libertad de expresión” porque es dialéctica pura, como mirar el anverso y el reverso de la realidad, al estilo de los antiguos negativos de las fotografías.

Veamos: en el franquismo un ejemplo de límite a la libertad de expresión fue el artículo 12 del Fuero de los Españoles: “Todo español podrá expresar libremente sus ideas mientras no atenten a los principios fundamentales del Estado”.

La conclusón es obvia para los que hablan de límites: desde 1945 en España siempre hemos disfrutado de libertad de expresión, naturalmente limitada. ¿Es eso lo que hay que explicar?, ¿así es como hay que entender un derecho fundamental?

Si es así, la conclusión es que en el franquismo también había libertad de expresión, como ahora, a pesar de que miles de personas fueron detenidas y condenadas por propaganda ilegal, un delito donde lo importante no era la propaganda sino su ilegalidad, es decir, el mismo pretexto que ahora: bajo el franquismo quien iba a la cárcel no era por sus opiniones políticas sino por infringir el Código Penal.

Así ocurrió exactamente en el franquismo y así ocurre ahora: la libertad de expresión es para algunos; los límites son para todos los demás.

Pero hay límites y limites. Por ejemplo, el artículo 20 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos dice que la propaganda de guerra es un límite a la libertad de expresión y si volvemos la vista atrás, al Trío de las Azores, a las guerras de Irak, Afganistán, Libia y Siria, nadie se acordó entonces de que ahí había un límite.

Los políticos, los periodistas y los tertulianos franquearon abiertamente los límites a ls libertad de expresión para justificar unas guerras que aún no se han acabado, pero nadie les detuvo, ni les juzgó, ni les condenó. Entonces nadie se acordó de los límites.

En 2018 el Ministerio de Defensa destinó 200.000 euros para subvencionar la propaganda de guerra, artículos en la prensa y charlas en los institutos que justificaran el incremento de los presupuestos para gastos militares, en los que no hay recortes.

Lo mismo podemos decir del racismo y la xenofobia, que tampoco están amparados por la libertad de expresión.

La doctrina de los límites da lugar a la de las restricciones: hay libertad de expresión, pero está restringida. Es una doctrina que procede del franquismo, donde también había libertad de expresión, pero demasiadas restricciones. Hay que ampliarlas. Por ejemplo, en 1966 la ley de prensa eliminó la censura previa que se había impuesto en 1938; entonces en el franquismo hubo más libertad, se amplió su radio de acción.

¿Es así la libertad?, ¿un asunto de más o menos?, ¿la botella está medio llena o medio vacía?

Entre los periodistas y los jueces, nos obligan a vivir en un país realmente patético…

(1) http://libertadinformacion.cc/wp-content/uploads/2018/05/Gu%C3%ADa-de-emergencia-Valtonyc-LIBERTAD-DE-EXPRESI%C3%93N-240518.pdf
(2) https://www.cuartopoder.es/espana/2018/03/19/el-rapero-valtonyc-en-un-acto-sobre-la-libertad-de-expresion-solo-los-pobres-entramos-en-la-carcel/
(3) http://www.elmundo.es/cultura/2018/02/22/5a8e8bb4e5fdea3e2c8b4639.html

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