La ley de Moore de la explotación, la ley de Moore de la represión

Cada día que pasa se le ven mejor las orejas al lobo en una simbiosis perfecta entre profesionales de la medicina, profesionales de la educación y profesionales de la represión. Unos para prescribir, otros para convencer y otros para someter a los no convencidos, y no tan solo en España, sino en los demás países donde hay que acelerar las reestructuraciones industriales, financieras, culturales, educativas, sanitarias y de relaciones laborales, ya que para esto la Unión Europea ha dispuesto de un reparto de préstamos a largo plazo sin precedentes para implantar la propuesta Next Generation EU, empezado a elaborar durante la “crisis” de 2008 y presente en el programa presentado por la presidenta del Consejo Europeo en 2019.

No estamos en un punto de partida debido a una declarada pandemia, como nos quieren hacer creer a toda costa. Estamos en un punto de llegada de un modelo de patrón tecnológico que se ha vuelto obsoleto para paliar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia del capital.

En condiciones de la normal anormalidad que es en sí el sistema de producción capitalista, a pesar de haber cooptado hace ya años las estructuras de las organizaciones políticas y sindicales obreras, no hubiera sido fácil, o como mínimo hubiera habido una cierta resistencia a los miles, cientos de miles, millones de trabajadores asalariados o autónomos que les han recortado alrededor de un treinta por ciento de sus ingresos y a otros cientos de miles que simplemente los han despedido. Todo a expensas de la pandemia.

Estamos ante una gran reorganización del sistema productivo y social, existen suficientes datos que apuntan a esta reorganización, pero conviene también centrar la atención en las premisas que han ido determinando dicha “necesidad del capital”, a las que conviene atender.

La Ley de Moore aparecida en 1965 y posteriormente corregida en 1975, establecía los parámetros del incremento exponencial del número de transistores por pulgada cuadrada, dicho límite está llegando a su fin y ya están en marcha otras opciones al silicio pues aunque por arte de la nanotecnología hay algunos transistores del tamaño de un virus, las temperaturas que alcanzan hacen inviable su funcionamiento puesto que la energía necesaria para su enfriamiento es superior a la energía que pasa por ellos.

Un informe del International Technology Roadmap for Semiconductors (ITRS), que incluye a Intel y Samsung, afirma que los transistores podrían llegar a un punto en el que no podrían reducirse más en 2021. El proceso de fabricación o litografía de transistores, se mide en nanómetros, un nanómetro son 10-7 centímetros = 0,0000001 centímetros, y este es el tamaño de los transistores. Así pues, la fabricación de un transistor de 10 nm significa que cada transistor mide 10 x 10-7 centímetros, o 0,0000010 cm. Las empresas alegan que, para entonces, ya no será económicamente viable hacerlos más pequeños, acabando finalmente con la Ley de Moore (1).

La Ley de Moore establece la capacidad de incremento técnico de productividad de la base electrónica que hace que cualquier artilugio que interviene en la vida económica opere con mayores capacidades, y si lo extrapolamos a la explotación en el trabajo nos lleva a la siguiente consideración:

La explotación aplicada mediante técnicas convencionales (presencia física en el lugar de trabajo, incremento de los ritmos, horas extraordinarias, cuartos y quintos turnos, contratos basura, temporales, discontinuos, de formación, subcontratas, diversidad de escalas salariales para un mismo trabajo, inmigración,…) ya no es suficiente para aumentar la extracción de plusvalía y los incrementos que derivan de las mejoras técnicas complementarias de los métodos convencionales han llegado a su saturación o límite, atendiendo al modelo actual.

Es el fin de un ciclo iniciado a finales del siglo XIX e intensificado con la microelectrónica, y que, como cualquiera de los ciclos anteriores, se termina con un enorme sufrimiento para el proletariado y también ahora para las llamadas clases medias.

Las medidas que se avecinan basadas en la llamada “Inteligencia artificial” está previsto que rompan las dinámicas anteriores mediante una paulatina eliminación de la contratación colectiva para imponer la contratación individual ligada al trabajo on line de personas alejadas unas de otras en un nuevo concepto de cadena de producción. Vendido mediante la glorificación del “tele-trabajo”.

Asimismo todo tipo de operaciones bancarias jurídicas o de relación con la administración y los servicios públicos está previsto alcancen unos enormes porcentajes de utilización vía internet, e incluso puede que sea la única vía posible.

La situación actual de “estado de pandemia” vislumbra claramente que el futuro de la enseñanza, en especial la universitaria, como también la asistencia médica, se realizará cada vez más, por no decir únicamente, mediante relaciones on-line. El ejemplo de las consultas médicas virtuales en China ilustra estas afirmaciones (2).

El comercio on line y las pruebas que ya se están realizando sobre el reparto a domicilio mediante drones, acabará con el pequeño comercio y con una buena parte de los transportistas autónomos. (curiosamente, las pruebas piloto del reparto a través de drones se están realizando en Burundi bajo el manto protector de la Organización Mundial de la Salud con el rimbombante apelativo de “emergencia sanitaria”, en el reparto de vacunas, otros medicamentos y quién sabe qué más).

En España, la modificación del artículo 13 de la Ley del Estatuto de los Trabajadores por la Ley 3/2012, de 6 de julio, de Medidas urgentes para la reforma del mercado laboral, modificó la ordenación del tradicional trabajo a domicilio con el propósito, entre otros, de dar acogida al trabajo a distancia basado en el uso intensivo de las nuevas tecnologías, y ya entonces en 2012, específicamente dar cabida al tele-trabajo. A raíz de ello se propició de forma cínica, una campaña propagandística de las centrales sindicales mayoritarias estrechamente ligadas al PSOE, contra el gobierno del PP, con la mirada puesta en las próximas elecciones generales. Pero resulta que estas mismas centrales sindicales que forman parte de la CES (Confederación Europea de Sindicatos, ya en 2002 y posteriormente ratificado en 2009 aprobaron por consenso de las organizaciones sindicales y empresariales europeas el tema del teletrabajo, sus líneas maestras y principios básicos, entre los cuales, “teniendo en cuenta las peculiaridades del teletrabajo, pueden ser necesarios acuerdos específicos complementarios individuales o colectivos” (3).

Una sentencia del Tribunal Supremo de 11 de abril de 2005 estableció que el trabajo a distancia no puede imponerse por la vía del artículo 41 del Estatuto de los Trabajadores, por lo que se necesita un acuerdo entre empresa y trabajadores. Sin embargo, el Real Decreto Ley 8/2020, de 17 de marzo, dice que la empresa puede adoptar las medidas oportunas en relación con el teletrabajo «si ello es técnica y razonablemente posible y si el esfuerzo de adaptación necesario resulta proporcionado», además recoge que este tipo de trabajo debe ser prioritario antes de cesar al trabajador o reducir su actividad.

En el primer Anteproyecto de la Ley del Teletrabajo, Inicialmente, se regulaba un derecho del trabajador a revertir el teletrabajo, la norma finalmente no entrará a definirlo y hace remisión a posibles negociaciones en convenio colectivo. Esto implica que la decisión de volver al trabajo presencial no dependerá sólo del trabajador (4).

En síntesis, un primer paso para la ruptura del marco tradicional de las relaciones laborales y la negociación colectiva que simplemente aplicó en España un acuerdo de la Unión Europea elaborado diez años antes aunque fuentes interesadas lo catalogaran como una reforma del PP, y no es nada de extrañar que el actual gobierno se niegue a modificar dichas reformas laborales puesto que están encaminadas a confluir, junto a otras medidas jurídicas, educativas, sanitarias, tecnológicas y represivas en el gran cambio propuesto por la Next Generation EU.

La Ley de Moore aplicada a la represión se mantendrá con toda su crudeza física en la periferia del sistema capitalista y con algunas modificaciones en las querellas interimperialistas sobre la base de la carrera armamentística, que a su vez es uno de los negocios más rentables al lado de la química-farmacéutica, la biotecnología y el tráfico de drogas y humanos utilizados para mantener altas las tasas de explotación.

Si algo nos está enseñando esta declaración pandémica es la multiplicación de la represión mediante un pacto cívico-militar para descubrir y delatar a los transgresores de la “ley”, como hemos podido comprobar durante el estado de excepción y los arrestos domiciliarios, o como recientemente en la Universidad Autónoma de Barcelona una “dirigente estudiantil” denunciando a un profesor por ir sin bozal (5).

Pero también en este aspecto hay limitaciones puesto que entre policías y sayones no abarcan a toda la población, y ello es a causa de una paralización de la Ley de Moore y para imponer el gran cambio que se avecina les requiere de la instalación de miles de cámaras para identificar cualquier persona en cualquier lugar, como ya se está realizando en China. Cámaras que en el desarrollo de la óptica, también se está llegando a un punto de inflexión después de las reducciones exponenciales de las lentes y sus capacidades visuales mediante las técnicas convencionales. Para ello, un equipo de ingenieros eléctricos e informáticos de la Universidad de Utah, en EE.UU, han creado una cámara sin óptica en la que cualquier ventana con un cristal normal transparente puede convertirse en su lente. Las aplicaciones son diversas, siendo la primera de ellas las cámaras de seguridad, que en el futuro podrían ser las propias ventanas, o cualquier cristal de escaparate por donde transitemos, con lo cual es de prever que incluso las actuales cámaras que inundan las calles no serán necesarias (6).

En el borrador de la nueva Ley del Teletrabajo que se está debatiendo actualmente, las empresas, en cuanto a la vigilancia de los trabajadores salen ganando claramente, ya que se establece que la empresa puede adoptar «las medidas que estime más oportunas de vigilancia y control para verificar» que el trabajador a distancia cumple con sus obligaciones y deberes” (7).

Dentro del ámbito represivo no podemos dejar de lado el sistema sanitario y educativo los cuales han dado ya pruebas de ser los perfectos aliados de la milicia y en total sintonía con ella. Iván Illich no dudó en denunciar la medicina que enferma más que cura, la escuela que deforma más que educa. Estudió la lógica de las instituciones de la sociedad capitalista industrial y las condiciones de su supervivencia, tanto en su dimensión colectiva como en el nivel individual. Para Illich, la función de estas instituciones es legitimar el control de los hombres, su esclavización a los imperativos de la diferencia entre una masa siempre creciente de pobres y una élite cada vez más rica. En la “Convivencialidad” planteó que “pasado un cierto umbral, la sociedad se convierte en una escuela, un hospital o una prisión. Es entonces cuando comienza el gran encierro” (8).

La cuestión central es saber si la escuela tiene como meta el desarrollo del poder de los individuos de todas edades para su propia formación (escolar o extra-escolar) o el aumento de la dependencia de cada uno en relación con el saber útil a los intereses de la clase dominante (9).

Ambos sistemas, después de muchos años regidos por la Ley de Moore en cuanto al grado exponencial de sumisión a intereses espúreos, también están llegando, mediante los métodos tradicionales a una ralentización de las tareas que el capital les tiene encomendadas a pesar de la corrupción y manipulación tanto de los contenidos curriculares como de las patologías inventadas. Consecuencia de ello es el intento de transformación radical de ambas especialidades al amparo de la denominada Inteligencia Artificial, la cual, a base de algoritmos se prevé que puedan iniciar una nueva etapa de patologización y adoctrinamiento que supere la paralización de la Ley de Moore.

A nivel de organizaciones de la clase obrera, hace años ya, que la paralización de su capacidad de respuesta y de intervención es una constante, así como del resto de organizaciones cívicas. El factor que más ha influido en ello ha sido la dependencia financiera a costa de los presupuestos estatales, autonómicos o municipales, a despecho de las contribuciones de sus integrantes. Si queda un atisbo de ética proletaria habrá que ir pensando cómo se abandonan también, debido a su paralización e inoperancia, los modelos existentes e ir a la búsqueda de nuevos retos organizativos, programáticos, culturales y de acción acordes a la necesidad de enfrentar esta gran transformación del paradigma industrial-cultural-represivo que nos están imponiendo bajo el manto de una supuesta pandemia.

(1) https://www.profesionalreview.com/2018/04/01/que-es-la-ley-de-moore-y-para-que-sirve/
(2) https://www.nobbot.com/general/ping-an-good-doctor-china-clinicas-un-minuto/
(3) http://www.ces.es/documents/10180/5231798/Dic022020.pdf
(4) https://www.grupo2000.es/asi-es-la-reforma-para-legislar-el-teletrabajo-que-prepara-el-gobierno/
(5) https://www.lavanguardia.com/vida/20200917/483525208842/uab-docente-negacionsta-expediente.html
(6) https://www.tekcrispy.com/2018/08/21/tecnologia-ventana-camara-seguridad/
(7) https://elcierredigital.com/empresa-y-economia/464030327/claves-discutidas-proyecto-ley-teletrabajo.html
(8) https://www.academia.edu/37537256/La_Convivencialidad_de_Ivan_Illich
(9) EcoRev: “Figures de l’écologie politique”, número 21, otoño-invierno 2005

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