La intoxicación de la prensa burguesa sobre la Revolución de Octubre

Las mentiras del New York Times hace 98 años

Las mentiras de la prensa burguesa son muy viejas. Poco después de la Revolución de Octubre, el 15 de setiembre de 1918, tanto en la portada como en las páginas interiores, el New York Times titulaba así una noticia intoxicadora: “Los documentos demuestran que Lenin y Trotski son agentes alemanes”.

Como ven, el New York Times entraba de lleno entre los tarados conspiranoicos. La “noticia”, que entonces se consideraba como sensacional, hoy la llamaríamos más bien sensacionalista.

98 años después, casi un siglo, la historia ha desmentido al New York Times. Todos saben que la Revolución de Octubre no fue un turbio manejo del imperialismo alemán, sino obra de los obreros y campesinos.

Ya sólo queda explicar los motivos del engaño, que también sonarán a muy viejos: para enviar al ejército a aplastar la Revolución, el Presidente Wilson necesitaba una justificación, lo mismo que Bush necesitó otra para invadir Irak en 2003, lo cual demuestra lo siguiente:

1. Para cometer sus crímenes el imperialismo siempre inventa una excusa
2. La excusa siempre es falsa
3. El verdadero motivo hay que buscarlo en otra parte, que es lo que tratan de ocultar

También queda por explicar el origen de esos documentos que, según el periódico, “demostraban” que la Revolución socialista del año anterior había sido promovida por el imperialismo alemán.

Se trata de 70 documentos suministrados por Edgar Sisson, un periodista reaccionario que envió un informe a la Casa Blanca sobre los cien primeros días de la Revolución.

En 1931 Sisson publicó su informe en un libro titulado One Hundred Days (Cien días). Por otra parte, el Comité de Información Pública del gobierno editó los informes de Sisson, que incluían numerosas copias de documentos oficiales, tras haber sido sometidos a estudio y aprobación de los investigadores de la Oficina Nacional del Servicio Histórico.

Supuestamente los documentos Sisson tenían un origen diferente, aunque luego se demostró que habían sido escritos en la misma máquina de escribir. Eran un fraude, lo mismo que el New York Times y toda la prensa burguesa, utilizada por el imperialismo para justificar sus crímenes.

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