La guerra electrónica rusa impide a Estados Unidos desplegar armas de inteligencia artificial

En diciembre del año pasado Estados Unidos anunció el despliegue de armas “estilo Skynet”. El Pentágono utiliza una nueva nomenclatura militar para dicho sistema de armas, llamándolo ADA2. Cuando tales programas tienen ese tipo de nomenclatura quiere decir que ya están arraigados en la estrategia militar.

Ahora el New York Times acaba de confirmar que el Pentágono está utilizando inteligencia artificial avanzada para “matar a las tropas rusas”, en un artículo titulado “En Ucrania, la nueva tecnología estadounidense ganó, hasta que fue superada”. El columnista de seguridad nacional de la Casa Blanca, David E.Sanger, revela detalles del Proyecto Maven, “destinado a revolucionar la guerra moderna” (*).

En 2018 Google lanzó un proyecto de 9 millones de dólares para desarrollar un sistema avanzado de inteligencia artificial que ayudaría al ejército estadounidense a librar guerras mediante el uso de imágenes de drones para determinar fácilmente las posiciones enemigas.

“El Proyecto Maven no está muerto, simplemente ha sido entregado a otros empresarios”, escribe Sanger, que describe los primeros días de la guerra, cuando un oficial militar estadounidense y un general ucraniano se reunieron en la frontera polaca para presentarle el Proyecto. El oficial estadounidense le demostró su funcionamiento dirigiendo varios ataques contra las tropas rusas.

Estados Unidos nunca renunciará a encontrar nuevas formas de matar personas en todo el mundo. El programa ha crecido exponencialmente y se está probando activamente en Ucrania, donde el Pentágono comparte datos del campo de batalla con el ejército ucraniano. Sanger admite que los “resultados son mixtos”, ya que el Proyecto Maven ha brindado a “generales y comandantes una nueva forma de presentar una imagen completa de los movimientos y comunicaciones de Rusia en una imagen general, utilizando algoritmos para predecir hacia dónde se mueven las tropas y dónde podrían tener lugar los ataques”, pero es dudoso que eso “ayude a cambiar el rumbo de la guerra en un momento en que los rusos han recuperado impulso”.

La guerra orquestada por la OTAN en Ucrania se ha convertido en un “campo de pruebas para el Proyecto Maven y otras tecnologías en rápida evolución”, escribe Sanger. Los drones estadounidenses “eran fácilmente derribados en el cielo”, pero eso ayudó al Pentágono a darse cuenta de que necesitaba construir una red masiva de satélites militares idénticas a las de Starlink.

La OTAN ha desplegado personal militar en Ucrania, particularmente estadounidense y británico, para ayudar a sus sicarios ucranianos a utilizar el nuevo sistema avanzado de inteligencia artificial para “explorar nuevas formas de encontrar y explotar las vulnerabilidades rusas”, como los ataques terroristas de la OTAN contra civiles rusos.

Las revelaciones de Sanger lo confirman, aunque intenta enmascarar el programa militar de inteligencia artificial con eufemismos ridículos, como el siguiente: “El Proyecto Maven se convirtió rápidamente en el éxito más notable entre los muchos esfuerzos del Pentágono por entrar de puntillas en guerra algorítmica”. La palabrería de Sanger no es una buena manera de encubrir lo que sólo puede describirse como terrorismo.

El propio Pentágono ha explicado que el Proyecto Maven es una forma de que Estados Unidos “explote su ventaja tecnológica competitiva para mantener la superioridad sobre Rusia y China”.

Tampoco es verdad que Google no participe, ya que Eric Schmidt, el antiguo cabecilla de la multinacional, “está aprendiendo lecciones de Ucrania para desarrollar una nueva generación de drones autónomos que podrían revolucionar la guerra”.

Sin embargo, aunque Sanger presenta el Proyecto Maven como una especie de “arma milagrosa”, la realidad sobre el terreno es bastante diferente. Como hemos expusimos en otra entrada, el Pentágono está frustrado por la capacidad de Rusia para adaptarse rápidamente a los nuevos sistemas de armas.

La guerra electrónica del ejército ruso ha “tenido la última palabra”, escribe Sanger. Ha convertido los drones estadounidenses en desechos plásticos. Peor aún para el Pentágono, los sobrevalorados HIMARS son a menudo bloqueados y sus cohetes resultan ineficaces.

La OTAN trata de descubrir cómo lo logra el ejército ruso. Lo que han coneguido descubrir hasta ahora es que la ventaja de Rusia en la guerra electrónica obliga a Occidente a volver a “la brutalidad de la antigua guerra de trincheras, cuyos resultados rara vez son los que esperan los planificadores del Pentágono”.

Sanger también afirma que “Starlink es a menudo lo único que conecta a los soldados ucranianos con el cuartel general o entre sí”. También cita al antiguo presidente del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley: “Durante un tiempo pensamos que iba a ser una guerra cibernética, y luego pensamos que parecía una guerra de tanques a la antigua usanza de la Segunda Guerra Mundial, pero luego hubo días en los que parecía que estábamos luchando en la Primera Guerra Mundial”.

Eso demuestra la capacidad de los rusos no sólo para adaptarse rápidamente a la situación sobre el terreno y moldear el campo de batalla según sus intereses, desconcertando a los planificadores estadounidenses, perplejos sobre la estrategia a utilizar en cada situación determinada.

La OTAN ha ignorado por completo capítulos completos de la guerra convencional, pensando absurdamente que gran parte de ella está obsoleta. El Pentágono lamenta -escribe Sanger- que “la esperanza inicial de que la imagen del campo de batalla llegara a los soldados en las trincheras, conectados a teléfonos o tabletas, nunca se hizo realidad”.

El Pentágono ha transferido tecnología al ejército ucraniano, que ahora utiliza empresas de satélites comerciales como Maxar y Planet Labs, así como datos de varias redes sociales. Pero la clave es Starlink. El ejército estadounidense necesita una constelación de miles (si no decenas de miles) de pequeños satélites que proporcionen una cobertura ISR (inteligencia, vigilancia, reconocimiento).

El director de Google, Schmidt, participó directamente en la financiación de este proyecto piloto. Ucrania es el campo de pruebas para un tipo de nuevas tecnologías de guerra. El plan es crear un enjambre de drones para abrumar las defensas aéreas rusas y allanar el camino para que sistemas más poderosos, como misiles, ataquen objetivos de alto valor.

La esperanza del ejército ucraniano de obtener una “ventaja tecnológica” respaldada por la OTAN no sólo se han esfumado, sino que también la han obligado a depender aún más de armas básicas, municiones de artillería y drones, áreas todas en las que Moscú mantiene una ventaja múltiple.

Rusia entendió que la OTAN tendría que militarizar el espacio para poder utilizarla estratégicamente y ha desplegado rápidamente una gran cantidad de armas antisatélites avanzadas (ASAT), ya sea en tierra, en el aire o en el espacio. También trabaja con China para garantizar que Occidente no pueda poner en peligro sus intereses de seguridad nacional.

(*) https://www.nytimes.com/2024/04/23/us/politics/ukraine-new-american-technology.html

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