La guerra asimétrica de China

Según varios informes estadounidenses de inteligencia, China ha puesto en marcha una estrategia de «guerra asimétrica» ​​que, en caso de enfrentamiento con Estados Unidos, le permitiría hacer frente a unas fuerzas con más capacidad de fuego.

El arte de la guerra asimétrica hunde sus raíces en la cultura china ancestral, reconoce la superioridad militar estadounidense, una situación frente a la cual anuncia que rehuirá el cuerpo a cuerpo, el choque directo. Para restablecer el equilibrio estratégico, que forma parte de su actual diplomacia, China busca explotar los puntos débiles de su adversario y, especialmente, su dependencia de los sistemas de comunicaciones.

En el caso de un hipotético ataque de las fuerzas armadas chinas a Taiwan, la «guerra asimétrica» también podría disuadir a Estados Unidos de la tentación de intervenir.

De los dispositivos de «guerra asimétrica» forman parte las armas electromagnéticas, los ataques a las redes informáticas, los láseres cegadores y los misiles anti-satélites.

Ya ha habido ciertas experiencias. El 11 de enero de 2007 China destruyó deliberadamente uno de sus satélites meteorológicos utilizando un misil balístico. Dos años después un satélite espía estadounidense fue cegado temporalmente por un láser chino.

El país asiático demostró que en el futuro el espacio será un nuevo campo de batalla de vital importancia para los ejércitos, que allá la navegación y la comunicación son vulnerables y que en caso de ataque está capacitada para inutilizar las redes digitales de Estados Unidos.

En 1999 dos coroneles del ejército del aire de China publicaron el libro «La guerra sin límites», en el que incorporaban a los piratas informáticos y a los especuladores financieros como actores clave en las guerras del futuro. El sistema financiero y el ejército son los dos instrumentos más importantes de la hegemonía imperialista de Estados Unidos. Por ello hay quien sospecha que ese fue el motivo de que durante la crisis financiera de 2007 los organismos reguladores de Estados Unidos prohibieran la venta a corto plazo en las bolsas. No se trataba de evitar la especulación para limitar las caídas de las cotizaciones sino que se trataba de una medida de prevención del colapso del sistema financiero.

Tampoco cabe descuidar que la mayor parte de los dólares que circulan por el mundo están en poder de China.

Por su parte, la política estadounidense persigue preservar su hegemonía, que depende de su fuerza tecnológica. En un informe de julio de 2002 (Converging Technologies for Improving Human Performances), la Fundación Nacional de Ciencias estableció el objetivo central de la ciencia estadounidense: la hegemonía no soporta rivales, aludiendo a terrenos como la informática, la aeronáutica, las energías y otros. El objetivo está claramente definido. No puede haber áreas científicas en las que los Estados Unidos comparta su supremacía con otros.

De la dependencia tecnológica en el sector de la navegación por satélite no hay más que un paso hacia la dependencia económica, política y militar. El caso del GPS (Estados Unidos) contra Glonass (Rusia) y BeiDou (China) ha sido uno de los ejemplos más claro de ese intento de preservar su hegemonía tecnológica. Los rusos han reorganizando su sistema Glonass y China desarrolla Bei Dou, su propio proyecto, mientras que Europa empezó a desarrollar el suyo, Galileo, con 30 años de retraso.

El operador del sistema de navegación GPS es el Pentágono, que puede cortar la señal en un determinado territorio o reducir la precisión de forma artificial, como hizo durante la Guerra del Golfo. El apagón también se puede utilizar para objetivos políticos y económicos.

La capacidad de manipulación es tal que el año pasado los ingenieros iraníes lograron hacer aterrizar en su territorio a un avión espía no tripulado de Estados Unidos gracias al control que obtuvieron de la señal del GPS.

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