La economía de guerra que el capitalismo necesita no puede ser una guerra

En la falta de comprensión de la verdadera naturaleza de la pandemia actual desempeña un papel fundamental el hecho de que casi todos los países del mundo hayan adoptado las mismas políticas, incluidos algunos que son emblemáticos, como China.

Al mismo tiempo, esa unanimidad casi total refuerza, por el otro costado, entre los herejes, la impresión de un “Nuevo Orden Mundial” en el que los gobiernos del mundo estarían involucrados de una manera sincronizada, una especie de continuación de la “globalización” de la que tanto se habló hace unos años.

Si ante la pandemia los países enemigos de Estados Unidos dicen y hacen lo mismo que Estados Unidos es porque estamos ante algo que concierne a la humanidad en su conjunto, una crisis indiscutible, por encima de las clases sociales y de la situación política concreta en cada uno de los países del mundo.

No hay nada de eso. En una liga de fútbol todos los equipos juegan con las mismas reglas, pero cada equipo es diferente y, sobre todo, tiene un presupuesto muy diferente. Pero si un equipo no acepta las reglas, no juega la liga.

Durante años, la dilatada negociación de China para entrar en la Organización Mundial de Comercio, fue el mejor ejemplo. Las reglas del mercado mundial son las mismas para todos, pero no todos son iguales.

Así ha venido sucediendo, hasta que la liga la ha ganado China, un equipo inesperado, frente a Estados Unidos, que fue quien desde 1945 redactó e impuso las reglas del juego, llegando a jugar -incluso- con las cartas marcadas.

En abril, durante la primera ola de la pandemia, las importaciones chinas cayeron un 14 por ciento pero las exportaciones aumentaron un 3,5 debido -principalmente- a las ventas de equipamiento médico a todos los países del mundo. El 97 por ciento de los antibióticos se fabrican en China.

Entre 2013 y 2018 China publicó 74.408 artículos científicos sobre inteligencia artificial, mientras que Estados Unidos sólo alcanzó los 51.766 estudios.

Pero la auténtica bifurcación es que el PIB español ha caído este año un 12 por ciento, mientras que el chino ha crecido un 6 por ciento.

A finales del año pasado y tras las negociaciones entre Trump y Xi Jinping, el presupuesto de una guerra contra China ascendía a un billón de dólares “en la próxima década”, lo que resultaría muy barato, de no ser por la recesión económica mundial. La economía de guerra que el capitalismo necesita no puede ser una guerra, pero tiene que ser lo más parecido a ella.

China ha ganado, pues, la partida jugando con las reglas de Estados Unidos y ahora a Estados Unidos ya no le interesan esas reglas y quiere otras. A esta nueva estrategia ya la llaman “bifurcación” o “desconexión” (de-coupling) y, evidentemente, forma parte de la guerra económica (*), que consiste en eliminar a China del mercado mundial.

El caso de Huawei es sólo el más conocido y, si se generaliza, acabará con la famosa “globalización”, conduciendo al término del mercado mundial o, por lo menos, a su fragmentación. Habrá tantos mercados como bloques económicos y políticos.

En mayo el Primer Ministro Li Keqiang pronunció un discurso retórico contra la desconexión. Tras sus palabras, la verdadera respuesta de China es la misma de siempre: Estados Unidos nos desconecta y nosotros nos desconectamos de Estados Unidos. Los cargadores de los móviles volverán a ser diferentes en función del bloque en el que se compren, y lo mismo ocurrirá con todas las tecnologías modernas: semiconductores, inteligencia artificial, 5G, pago digital, robótica, procesadores, servidores, bases de datos, reconocimiento facial…

Ni la ciencia ni la tecnología tienen una naturaleza puramente instrumental. No son neutras ni son tampoco únicas. Las fuerzas productivas no se pueden desligar de las relaciones de producción. Por eso cuando compras un móvil en el reverso pone “Made in China” y cuando te compras una mascarilla también.

(*) https://chinamatters.blogspot.com/2019/08/decoupling-us-from-china-long-term.html

comentarios

  1. En mi opinión China terminará buscando una solución militar a sus problemas. Todo plustrabajo absoluto se termina convirtiendo en plustrabajo relativo, qué razón tenía Carlos Marx cuando escribió eso. Esto llevará a China a la superioridad tecnológica.

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