La doctrina del contagio vuelve a quedar en evidencia ante las nuevas directrices impuestas por los CDC estadounidenses

No sabemos si eso que algunos califican de “ciencia” mejora o empeora con el paso del tiempo. Lo cierto es que cambia de la noche a la mañana, de manera que lo que hoy es ciencia antes no lo era. O quizá sea al revés.

El caso es que dicha “ciencia” no son más que decretos y normas de una tela de araña de organismos que se atribuyen su monopolio, como la Marina de Guerra de Estados Unidos, que se pronuncia a través de uno de sus organismos: los CDC.

Si, desengáñense: también en la “ciencia” quien impone las normas es el Pentágono; los demás, esos expertos de plató, no son más que sus altavoces.

Como buen organismo burocrático militar, los CDC justifican su propia existencia promulgando continuas órdenes y normas. La última de ellas desmiente a los expertos españoles, que se han quedado con el culo al aire: no se deben practicar tests de coronavirus masiva e indiscriminadamente (1), como han empezado a hacer aquí las comunidades autónomas.

Más concretamente: no se deben practicar tests a los asintomáticos, aunque hayan estado expuestos al virus recientemente. Esta es la norma hoy, pero ayer era diferente: “se recomienda la prueba para todos los contactos cercanos” de personas infectadas con el coronavirus, independientemente de los síntomas.

Es el gran dilema del contagio: “el potencial de transmisión asintomática y presintomática”. Antes lo consideraban un factor importante en la propagación del virus y ahora ya no. La “ciencia” ha vuelto a cambiar sobre la marcha.

Pero las leyes de su “ciencia” tienen sus excepciones, como la vida misma: si los asintomáticos forman parte de los grupos de riesgo o si los médicos lo recomiendan, entonces sí se deben hacer test.

Después de llevar meses afirmando lo contrario, el New York Times manifiesta su estupor (2). Hay quien asegura que Trump ha cambiado la “ciencia” por la escasez de suministros. El portavoz de los NHS (Institutos Nacionales de Salud) lo niega: “La capacidad de prueba se ha expandido enormemente y no estamos utilizando toda la capacidad que hemos desarrollado”.

La mayor parte de los médicos, expertos, virólogos y catedráticos ya no saben lo que tienen que decir en las cadenas y cada uno empieza a ir a su aire. Ya no está claro quién es un negacionista y quién sigue el Boletín Oficial del Estado.

A los expertos de plató la “ciencia” les importa un bledo. Las subvenciones son su manjar y hace solo unas semanas los NIH anunciaron la primera ronda de beneficiarios de subvenciones para su programa de Aceleración Rápida de Diagnósticos, o RADx, para ampliar las pruebas PCR en las próximas semanas y meses.

Para que el dinero no deje de fluir, los expertos se aferran a que los asintomáticos son en realidad “presintomáticos”. No están enfermos pero lo estarán, porque la doctrina no puede fallar. Es una tendencia imparable de la medicina moderna: no hay personas sanas porque todo el mundo enferma tarde o temprano.

Es enternecedor. Los Estados modernos quizá no se preocupen por los trabajadores en paro, pero no pueden olvidarse de su salud bajo ninguna circunstancia; ni siquiera aunque estén sanos.

La doctrina seudocientífica del contagio vuelve a quedar en evidencia y los expertos quieren tapar la via de agua, no vaya a ser que las personas se aperciban (erróneamente, claro) de que los asintomáticos no transmiten el virus. No transmiten ningún virus. Nunca jamás. Amén

(1) https://www.cdc.gov/coronavirus/2019-ncov/hcp/testing-overview.html
(2) https://www.nytimes.com/2020/08/25/health/covid-19-testing-cdc.html

Más información:
– Dossier coronavirus

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