La Audiencia Nacional se pasa a la psiquiatría: la ‘conducta antisocial’ de Pablo Hasél que traerá nuevos trastornos al Estado

El “trastorno antisocial” diagnosticado por la Audiencia Nacional al rapero Pablo Hasél, actualmente en prisión por un delito de injurias a la Corona y a la Policía y la Guardia Civil, así como de enaltecimiento del terrorismo, es para el Estado la herramienta psicológica con la que aleccionar al resto de la sociedad, aunque hay un pero.

“Asustar para aprender”, ha sido uno de los lemas de la medicina psiquiátrica norteamericana a la hora de abordar los llamados “trastornos de conducta” que tanto la Fiscalía como la Sala de la Audiencia Nacional pretenden diagnosticar a Hasél. Porque una de las formas en las que el fascismo aplica la represión es mediante el disfraz psiquiátrico. Todo lo que no concuerde con los cánones es un trastorno.

De hecho, la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, que es la referencia mundial en la materia, elabora periódicamente su Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, que ya va por su V Edición, y que cada vez es más grande, puesto que año tras año se suman nuevas patologías que deben ser objeto de tratamiento, y llegado el caso, de medicación.

Es la biblia de los “trastornos de conducta” que guía a la gran mayoría de pedagogos, psiquiatras, maestros y ahora también, a los “técnicos penitenciarios” españoles.

El régimen penitenciario aplicado a Hasél no es exactamente el que se ha aplicado a aquellas personas reclusas por terrorismo, a quienes se les imponía el llamado «régimen FIES» (Fichero de Internos de Especial Seguimiento), sino que lo que está intentando el Departamento de Justicia de la Generalitat Catalana es doblegar la voluntad (o «curar» el «trastorno») de Pablo mediante una técnica también importada: el Scared Straight (asustar para corregir).

Este método, aplicado en los Estados Unidos a la delincuencia juvenil y que fue la base de un programa de TV de los 70′ que tuvo ese nombre, parte de la idea de que el recluso es una esperanza perdida, pero que su ejemplar castigo puede servir a otros para evitar conductas desviadas. El tratamiento consiste, básicamente, en exponer al recluso ante los potenciales trastornados para que vean lo que les puede pasar si van por el mal camino.

El Juzgado Central de Vigilancia Penitenciaria, adscrito a la Audiencia Nacional, en un auto de la jueza María de los Reyes Jimeno Gutiérrez de octubre de este año, reconoce que la Generalitat de Catalunya impidió el contacto de Pablo Hasél con los medios de comunicación en los primeros meses de encierro «por la explosión mediática del caso».

La Audiencia, en su informe negativo sobre el indulto, llega a decir que «la actitud antisocial que revelan las diversas condenas impuestas al penado y su propia manera de afrontar el tratamiento penitenciario que revela el informe de conducta remitido, mostrando su disconformidad con el Programa Individualizado de Tratamiento propuesto por el Centro Penitenciario y negándose a realizar ese tratamiento, es indicativa de la ausencia de razones que justifiquen una propuesta favorable de este Tribunal para la concesión del indulto«.

Dicho sea de otro modo, lo que pretenden la prisión de Ponent primero y ahora la Sala de la Audiencia Nacional que supervisa la ejecución de la condena, es transmitir la idea de que en España la desobediencia no tiene rédito alguno, más bien al contrario: mientras el recluso no esté «curado» no habrá libertad. Y este mensaje va dirigido a todas las personas que participaron en el estallido de protestas de febrero que, en toda la península, sin duda asustaron al gobierno y al propio poder judicial.

Este tipo de programas, que inevitablemente tienen que tener el apoyo de infuyentes medios de comunicación, como por ejemplo el diario La Razón o la agencia Europa Press (que tienen siempre las novedades del expediente antes que la propia defensa), están condenadas al fracaso. El recurso a la psiquiatría para afrontar estas «conductas» no es nada novedoso, y generalmente ha terminado con resultados opuestos a los esperados.

Erich Fromm, en su libro La patología de la normalidad advertía que “la salud mental es la adaptación a las formas de vida de una sociedad determinada, sin importar para nada si esa sociedad está cuerda o loca. Lo único que importa es si uno se ha adaptado”. Y lo que demuestra esta reacción judicial es que, por suerte, hay mucho loco suelto, Pablo entre ellos.

comentario

  1. En relación al tema de como el orwellianismo
    de la global dictadura capitalista
    tiende a camuflar su facistóide ideología de clase
    tras la patologización de los que no-se-adaptan-al-juego,
    hay un interesante libro…y tenemos la intuición
    de que Pablo Hasél,
    por su ‘sui generis’ pureza revolucionaria
    –que es lo que jode más a estos canallas–,
    nos parece que se está convirtiendo en un buen candidato
    a entrar en el «reino de los patologizados».
    Eso evidencia la canina fragilidad del régimen
    porque, a fin de cuentas,
    su inutilidad funcional
    carece de otras formas para combatirlo.
    El libro:
    IDEOLOGY AND INSANITY:
    ESSAYS ON THE PSYCHIATRIC
    DEHUMANIZATION OF MAN,
    Thomas S. Szasz, M.D.

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