Inminente juicio contra dos militantes comunistas en Polonia

El periodista polaco Mateusz Piskorski
El 1 de febrero comenzará en Polonia un juicio contra varios militantes del KPP (Partido Comunista de Polonia), que será el primer paso para su ilegalización futura.

Como cualquier otro juicio de estas características, la represión es grosera también en Polonia. Inicialmente los acusados eran tres, pero en el momento de redactar el escrito de acusación uno ya había fallecido.

A los otros dos les acusan de llamar a derrocar “el sistema constitucional”, así, sin mayores detalles, ya que el fiscal se refiere en bloque al contenido de Brzask, la revista del KPP.

Lo mismo que hoy en Argentina, en la Constitución polaca impera esa hipocresía de “los dos demonios”, que aquí llamamos “equidistancia”, por la prohibición los partidos que utilizan “métodos fascistas y comunistas”.

Ya saben eso de “los unos y los otros”, “son todos iguales”, “los extremos se tocan” y demás. Son las argucias favoritas de los cretinos para lavarse la cara y parecer “centristas”.

El KPP es una organización cuantitativamente pequeña que reclama la tradición del movimiento obrero polaco desde los tiempos del partido socialista revolucionario “Proletariat” de 1880, así como de la socialdemocracia de los reinos de Polonia y Lituania, fundada por Rosa Luxemburgo y Félix Dzerzhinski, el Partido Comunista Polaco de 1918 a 1938, hasta el POUP (Partido Obrero Unificado) de la posguerra.

La posición del PKK sobre el papel de Polonia en la poguerra es muy matizada. Parte de constatar los enormes avances sociales y económicos logrados, así como fenómenos que considera negativos.

Su centro de influencia más importante es la llamada “cuenca roja” de Silesia, la región de Dąbrowa Gornicza – Sosnowiec de la Voivodina polaca, una zona obrera de larga tradición de lucha revolucionaria, sobre todo de los mineros.

Actualmente desarrolla una fuerte actividad contra las lacras derivadas de la salvaje restauración del capitalismo y la incorporación de Polonia a la OTAN, donde juega un papel fundamental en el este de Europa, de lo que es buena prueba la acogida que tuvo una cárcel secreta de la CIA en la que fueron torturados numerosos presos.

Polonia se ha convertido en un puntal del imperialismo en las fronteras de Rusia, por lo que los sucesivos gobierno han tenido que recurrir a las medidas reaccionarias más extremas contra los antifascistas, los emigrantes y las minorías nacionales.

El anticomunismo feroz es una constante en los medios de comunicación y la televisión, donde abundan toda clase de relatos sobre mil y un crímenes de la posguerra, tanto los cometidos en Polonia como en la URSS, a pesar de las encuestas no dejan lugar a dudas: la mayoria de los polacos sigue defendiendo las conquistas de la Polonia socialista, que ahora añoran.

Pero es un error creer que los comunistas son el único objetivo de la actual reacción polaca. El periodista Mateusz Piskorski, conocido por su denuncia de la OTAN y del apoyo de su país al gobierno ucraniano en la Guerra del Donbás, es otra de las dianas favoritas de la represión. Ha sido detenido sin que la fiscalía haya formulado una acusación en su contra, aunque han dejado caer que es “un espía ruso y chino”.

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