FBI: la verdad, toda la verdad y nada más que… mentiras

Todos los hilos conducen a John Brennan
Antiguamente, en los países democráticos, las elecciones eran el fundamento de la legitimidad política. El caso de Bolivia ha vuelto las cosas del revés: las elecciones son un factor de deslegitimación. Sirven de pretexto para derrocar a quien las ha ganado.

Lo mismo ha ocurrido en Estados Unidos. Cuando Hillary Clinton perdió las elecciones presidenciales en 2016, comenzó la desestabilización, que no se ha tomado ni un descanso. El objetivo inmediato es destituir a Trump y reemplazarlo por alguien fiable (manejable), como el Vicepresidente Pence, por ejemplo.

El objetivo mediato es cambiar la política exterior de Estados Unidos para continuar la de Obama. La distensión es cosa del pasado. El complejo militar industrial estadounidense y sus delegados en la OTAN quieren un cara a cara con Rusia y China, aunque sea de tipo indirecto o local, por medio de terceros países o de sicarios, como los yihadistas.

El cabecilla de la campaña contra Trump es John Brennan, “consigliere” de Obama y director de la CIA hasta 2017.

Una parte de esa campaña, que aún está en curso, fue la investigación del FBI sobre los vínculos de Trump con Rusia a través de los miembros de su equipo electoral.

Hay dos maneras de analizar esta historia. La primera es la que nos vende la propaganda: si hay pruebas o no de dichas conexiones. La segunda es simétrica a la anterior y parte de que tales conexiones no existen y lo que se trata de analizar es quién, cómo y por qué ha iniciado la campaña. Se trata de investigar a los investigadores.

El martes tuvimos un ejemplo del segundo método, al que los medios no prestarán ninguna atención. El Inspector General del Departamento de Justicia de Estados Unidos, Michael Horowitz, publicó un informe de 480 páginas (1) sobre el montaje del FBI contra Trump.

Horowitz señala que el FBI acató la ley cuando abrió la investigación, pero sus solicitudes al tribunal FISA, que decide si el FBI puede espiar las comunicaciones de alguien, se basaron en mentiras.

No estamos hablando de que la policía mienta a la prensa, sino de que miente a los jueces, algo que sólo puede ser una sorpresa para todos aquellos que nunca han sido sometidos a juicio. Los demás saben que es casi imposible que un policía diga la verdad ante un tribunal.

Pero hay que tomar nota de la segunda clave del asunto: el FBI vigilaba a los miembros de la campaña electoral de Trump, lo cual pone en tela de juicio eso que algunos llaman “elecciones libres”.

Si el espionaje policial alcanza tales grados, imaginen los lectores lo que ocurre con los ciudadanos corrientes y molientes…

Sin embargo, para blanquear al FBI, el The Guardian dice todo lo contrario: “El informe de vigilancia interna del Departamento de Justicia exonera al FBI de cualquier vigilancia ilegal del asesor de Trump”.

Alguien no entiende los diccionarios de inglés, o posiblemente la explicación sea mucho más sencilla: los periódicos como The Guardian se aferran a una conclusión de Horowitz de que no había pruebas de “sesgo político o motivación inapropiada” en la investigación del FBI sobre los contactos de Trump con Rusia.

La investigación de Horowitz parece concluir que el FBI tenía motivos (sospechas) para vigilar.

Ahora bien, a lo largo de su informe Horowitz describe en detalle a un FBI con “serios” problemas de procedimiento y omisiones de “información importante” que llevaron a una expansión sin precedentes de la investigación sobre un candidato a la Presidencia en plena campaña, o al menos, a los miembros de su equipo.

Es lógico que los medios le hayan dado la vuelta a la historia: el informe Horowitz demuestra que, durante años, sus titulares han sido falsos.

Es posible que el asunto se entienda mejor añadiendo detalles como que algunas informaciones del FBI se basaban en “rumores tomados de internet” y que la historia de Trump con las prostitutas en un hotel de Moscú era falsa.

El informe de Horowitz identifica un total de 51 mentiras más o menos graves del FBI para que les autorizaran a espiar a Carter Page, un asistente de Trump, a partir de octubre de 2016.

Hasta el más idiota es capaz de darse cuenta de que, en contra de lo que asegura The Guardian, la investigación del FBI estaba tan politizada que ni siquiera era tal investigación y por eso al menos cuatro altos funcionarios del FBI y del Departamento de Justicia involucrados en el montaje han sido destituidos.

Lamentablemente la investigación de Horowitz se limita al Departamento de Justicia. No pudo investigar a la CIA y a su capataz John Brennan, a pesar de que el pretexto era que Trump mantenía relaciones con Rusia.

Con eso llegamos al segundo capítulo de los fraudes porque no fue el FBI quien desencadenó la investigación contra Trump sino Brennan, saltando por encima de la ley: la CIA no interferir en la política interna de Estados Unidos y muchos menos en unas elecciones.

La CIA también proporcionó mucha información al FBI que era como las demás: falsa.

No merece la pena insistir más en lo obvio: no fueron los rusos quienes metieron la cuchara en las elecciones presidenciales de 2016 sino la CIA y el FBI.

La campaña contra Trump es un montaje de principio a fin pero, como decimos, es interesante aprender cómo llevan a cabo sus patrañas y una de esas lecciones es que no es lo mismo saber que demostrar. Pero las afirmaciones no sólo hay que demostrarlas, sino que hay que hacerlo con pruebas legales y no vale blanquear las pruebas obtenidas ilegalmente, aportando otras de tipo legal.

El montaje se inició de la siguiente manera: a principios de 2016 Brennan se puso en contacto con el CGC británico (servicio de espionaje electrónica) y le pidió que espiara la campaña de Trump. El GHCQ declaró entonces que había encontrado algo sospechoso y Robert Hannigan, el jefe del Espionaje Electrónico, viajó a Estados Unidos para informarle personalmente a Brennan.

Luego la CIA pasó los papeles al FBI, al que le tocó apañar aquella comedia. El 31 de julio de 2016 abrió una investigación. Desplegó agentes británicos y estadounidenses para hacer el paripé. Recurrió al archivo Steele sabiendo que era falso para pedir a los jueces órdenes de intervenir las comunicaciones de la campaña.

El gobierno de Londres estaba al tanto de asunto y un día después de la toma de posesión de Trump, la Primera Ministra británica Theresa May despidió a Hannigan, el jefe del GHCQ.

Queda por ver hasta qué punto Obama estuvo involucrado en este montaje.

Por si no hubiera ya suficiente lío, hay otra investigación que dirige el fiscal John Durham, que no se limita al Ministerio de Justicia, sino que involucra a todas las instituciones de espionaje, tanto nacionales como extranjeras.

El fiscal puede desclasificar toda la domcumentación que sea necesaria y puede acusar a las personas si descubre que han cometido un delito. Es de esperar que su informe vaya mucho más allá del que Horowitz ha presentado.

(1) https://www.oversight.gov/report/doj/review-four-fisa-applications-and-other-aspects-fbi%E2%80%99s-crossfire-hurricane-investigation
(2) https://www.theguardian.com/us-news/live/2019/dec/09/trump-news-today-live-impeachment-inquiry-doj-trump-russia-investigation-report-latest-updates

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