Esta guerra sin sangre nos tiene muy confundidos

Las guerras son la mejor demostración de que la humanidad siempre tiene su cabeza en el pasado, en los libros de historia. Espera a Godot como en la obra de Becket: algo o alguien que no va a llegar nunca y eso nos satisface porque se convierte en su contrario (no hay guerra) o, lo que es mejor, nunca habrá guerra.

En efecto, nunca habrá esa guerra que nosotros esperamos y a lo que tenemos delante de nuestras narices no lo llamaremos de esa manera. No hay sangre. Ni siquiera hay disparos. No oimos el ruido de las explosiones. No nos sobresaltamos. Los noticias no hablan de esto. Luego no existe. Es virtual. Un videojuego. ¿A quien no le gustan los videojuegos?

La (ciber)guerra es la única satisfactoria porque en lugar de misiles se hace con ordenadores. En la actual guerra entre Estados Unidos e Irán, mientras los primeros han recurrido a una acción física con misiles, parece que los segundos van a responder con una acción virtual en la que los daños físicos van a ser mucho mayores que su impacto mediático.

Cuando una guerra no sale por la televisión no es tal y, a diferencia de las otras, las guerras digitiales se llevan a cabo fuera de las cámaras y los micrófonos. La ciberguerra no tiene corresponsales de guerra. Son batallas sin fotoperiodistas ni reportajes.

Después de unos días muy tensos en los que se habló de la Tercera Guerra Mundial, es decir, de un choque físico, ahora todos estamos más relajados y aliviados… excepto los agoreros de siempre que nos hablan en términos que no entendemos. “Creo que nos equivocamos al creer que todo ha terminado”, dice John Bateman, antiguo oficial de inteligencia del Pentágono y especialista en (ciber)guerra de la Fundación Carnegie.

Las ofensivas informáticas son “el medio más fácil de que dispone Irán para producir un efecto directo en territorio americano”, señala. El gobierno de Teherán tiene “muchas herramientas” que podrían ser utilizadas contra Estados Unidos y sus aliados: Israel y Arabia saudí.

La gama es amplia: ciberataques contra las infraestructuras de distribución de agua o electricidad, utilización de aplicaciones maliciosas para destruir o eliminación de bases de datos de las empresas o las entidades públicas… Un elenco muy variado de agresiones en el que los “expertos” como Bateman incluyen -cada vez más- un capítulo al que deberíamos prestar más atención: la desinformación en las redes sociales y, en especial, durante las campañas electorales.

Que todos se preparen muy bien: en el mundo digital (internet, blogs, redes, foros, correos electrónicos) todo aquello que no coincida con la propaganda imperialista está considerado como (ciber)guerra, como desinformación y como ataques informáticos procedentes de los agresores de siempre que son los del Eje del Mal, es decir, Rusia, China, Corea del norte, Irán, Cuba, Siria, Venezuela y demás.

La obsesión que muestra la banda de mequetrefes que insiste en la lucha contra las mentiras y los bulos en internet (fake news, fact check) forma parte de la (ciber)guerra y su objetivo declarado es acabar con quienes no comulgamos ni comulgaremos jamás con la mercancía averiada que nos venden.

El Pentágono ya ha creado programas de inteligencia artificial para detectar las mentiras en las redes. Es sencillo. Basta conocer su origen: es falsa toda aquella información que procede del Eje del Mal. Los demás no son más que los “tontos útiles” que hacen caso de ellos, en lugar de atenerse a las fuentes bien informadas y de prestigio (CNN, BBC, Washington Post, La Razón, Corriere della Sera, Süddeutsche Zeitung).

La semana pasada el Departamento de Seguridad Nacional advirtió que “los actores de la ciberamenaza iraní han estado mejorando continuamente sus prestaciones informáticas”. Continúan realizando actividades “convencionales”, que van desde la degradación de sitios web hasta ataques de denegación de servicio y sustracción de datos personales.

El informe añadía que la respuesta se podría reproducir en las redes sociales, en donde los monopolios ya han tomado la iniciativa, lo que privatiza la (ciber)guerra y, en consecuencia, la censura. En 2018 Facebook y Twitter ya eliminaron a Irán de sus servidores porque sus perfiles se consideran “una extensión de la política exterior iraní”.

La (des)información es parte de la guerra, sea sangrienta o no. La censura también porque los encargados de evaluar una noticia no son los periodistas sino los militares. El imperialismo ha convertido al mundo en una gran base militar, donde todo es secreto militar y todo está censurado. Por eso los militares y policías cada vez están más pendientes del ordenador y de lo que circula por las redes sociales.

Por ejemplo, la etiqueta #HardRevenge que apareció en Twitter a principios de este mes de enero “presagia una serie más intensa de operaciones de información desde Irán”, dice el Departamento de Seguridad Nacional. Las noticias ya no existen como tales, los mensajes no son lo que parecen, los perfiles de las redes tampoco. Son los nuevos blindados, los nuevos misiles, los nuevos cazas y los nuevos submarinos.

Una entrada en un blog, un mensaje en las redes, un correo electrónico o un programa informático forman parte de una operación militar. Dejemos que los militares se ocupen de ello porque son los expertos. “Las operaciones cibernéticas son ahora parte integral del arsenal militar de Irán”, concluye el viejo espía Bateman.

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