Menos de una semana después de la reunión de los ministros de Defensa de Rusia, Turquía y Siria, celebrada el 28 de diciembre en Moscú, Erdogan, declaró el jueves que podría reunirse con Bashar Al Assad, confirmando la normalización de las relaciones entre ambos países.
“Nos reuniremos con nuestros ministros de Asuntos Exteriores y después, en función de la evolución de la situación, nos reuniremos como dirigentes”, dijo Erdogan en una reunión de su partido, el AKP. “Nuestro objetivo es garantizar la paz y la tranquilidad en la región”, dijo, en una referencia explícita a los recientes acontecimientos en la región fronteriza, donde las fuerzas turcas han bombardeado las posiciones de los kurdos de las FDS respaldadas por Estados Unidos.
A finales de diciembre, en Moscú, bajo la égida de Serguei Shoigu, Hulusi Akar, ministro turco de Defensa, y Hakan Fidan, director de la Organización Nacional de Inteligencia de Turquía, se reunieron con el ministro sirio de Defensa, Ali Mahmoud Abbas, y Ali Mamlouk, jefe de la Oficina de Seguridad Nacional (NSB) de Siria, sellando así el primer contacto de alto nivel entre Ankara y Damasco desde el inicio de la agresión militar contra Siria en 2011. La reunión tenía por objeto debatir “los esfuerzos conjuntos para combatir a los grupos extremistas”, según el comunicado del Ministerio de Defensa ruso.
La última visita de Erdogan a Siria fue en 2010, cuando fue recibido por Bashar Al Assad como primer ministro de la vecina Turquía. Fue muy poco antes de que, por encargo de la OTAN, Turquía comenzara a apoyar a las hordas yihadistas que asolaron Siria.
Los presagios de un acercamiento turco-sirio se remontan al pasado mes de septiembre, cuando los jefes de los servicios de inteligencia de ambos países mantuvieron conversaciones en Damasco, acontecimiento al que siguió el anuncio de Erdogan, el 17 de noviembre, de que estaba considerando seriamente un reencuentro con Bashar Al Assad, subrayando que “en política, no hay lugar para el resentimiento”.
Tras apoyar de 2011 a 2020 a los grupos yihadistas con la esperanza de derrocar al gobierno de Bashar Al Asad, reforzado en 2015 por la intervención rusa, Turquía ha dado un giro completo, necesario por su lucha contra las FDS, aliados de Estados Unidos. En respuesta al atentado de mediados de noviembre en Estambul, que Ankara imputa al PKK “con base en Irak pero apoyado por las FDS”, el ejército turco llevó a cabo una operación aérea contra posiciones kurdas en Siria e Irak, amenazando con una nueva invasión terrestre.
Pero Ankara también necesita asegurar la región fronteriza con Damasco para el regreso de los 3,5 millones de refugiados sirios que aún permanecen en Turquía. Como miembro del proceso de Astana, Erdogan se ha plegado así a las recomendaciones de sus aliados ruso e iraní, sobre todo porque necesita demostrar a su electorado, convocado a elecciones legislativas el próximo mes de junio, que no es un hombre que rechace otra vía que no sea la de las armas, como afirma constantemente la oposición.
Tanto para Bashar Al Assad como para Moscú y Teherán, esta victoria simbólica es tan importante como la de 2015.
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