Ayer el Senado de Estados Unidos convalidó el nombramiento de Tulsi Gabbard como directora de inteligencia. A pesar de que Gabbard procede del partido demócrata, fueron los demócratas quienes vitaron en contra de su designación.
Recibió 52 votos de 100, y ha sido uno de los nombramientos más disputados por los demócratas. Es uno de los tres mosqueteros demócratas en los que Trump pretende apoyarse durante los próximos cuatro años, junto con Robert Kennedy y Kash Patel.
Sólo un senador republicano, Mitch McConnell, antiguo dirigente de la mayoría en la Cámara alta, se atrevió a desafiar a Trump al oponerse a la designación de Gabbard.
La antigua congresista, de 43 años, fue coronel del ejército de Estados unidos y admitió que la CIA había apoyado a Al Qaeda para impulsar la guerra en Siria. También expresó sus dudas sobre las conclusiones de los servicios de inteligencia estadounidenses según las cuales el presidente sirio Bashar Al Assad lanzó armas químicas contra su pueblo, como afirmaron los intoxicadores.
En 2022 no vaciló defendió los argumentos del Kremlin para iniciar la Guerra de Ucrania.
Durante la audiencia del Senado ante el Comité de Inteligencia, los participantes la interrogaron sobre su apoyo a Edward Snowden, quien filtró a los medios informaciones confidenciales sobre los servicios de inteligencia estadounidenses.
Aparte de la destitución forzada de Matt Gaetz del Departamento de Justicia, Trump sigue logrando colocar a sus peones en el gobierno y en ciertos puestos clave, lo que confirma su influencia sobre los cargos del partido republicano en el Congreso.
Vista la experiencia de la Usaid, entre las centrales de espionaje ha cundido la desmoralización. Si Gabbard tira de la manta, van a salir a la luz los golpes de Estado y la desestabilización promovida por Estados Unidos en los últimos años, desde las “revoluciones de colores” hasta la primavera árabe y la Guerra de Ucrania.