El punto de vista partidista

Juan Manuel Olarieta

A diferencia de lo objetivo, su contrario, lo subjetivo, tiene mala fama. La ciencia y la buena información tienen que ser objetivas, necesariamente, por antonomasia. Si a una información le acusan de ser subjetiva, es sinónimo de parcial, es decir, de que es sólo una parte que oculta el resto de la información. La buena información es imparcial, o sea no parcial, o sea, aquella que lo cuenta todo, que no oculta absolutamente nada.

Ya lo dijo Hegel: «lo verdadero es el todo»(1). Pero como consecuencia de una trampa estúpida de la ideología modernista y posmodernista hoy a Hegel le acusan, precisamente por ello, lo mismo que a los marxistas, de «totalitario». Los grandes sistemas filosóficos han sido abandonados en favor de las menudencias, lo cual demuestra el tamaño intelectual de los pensadores modernos, que son insignificantes porque no expresan más que menudencias e insignificancias filosóficas, es decir, vulgaridad.

El todo es una aspiración admirable. Al emprender la gigantesca obra intelectual de la Enciclopedia, la burguesía revolucionaria lo intentó, pero es un empeño imposible. Por ejemplo, no hay un manual de economía que explique toda la economía política. Lo que hacen los científicos (y los planes de estudio) es un resumen: de la totalidad toman en consideración una parte que consideran importante y dejan el resto al margen porque la consideran menos importante. Son, pues, esencialmente parciales, es decir, subjetivos.

Pero ni siquiera se dan cuenta. Hacen esa selección (más o menos) conscientemente en función de criterios más o menos acertados y a eso, a una parte, le llaman «imparcialidad». Algunos científicos, como los historiadores, suelen ser aún peores. Dicen bobadas como que han escrito una obra imparcial sobre la guerra civil de 1936, por encima de «prejuicios» porque no se decantan ni por unos (fascistas) ni por otros (antifascistas) porque todos son iguales, todos ellos cometieron crímenes… Este tipo de historiadores son los más cretinos porque son fascistas pero ni siquiera se han dado cuenta de su adscripción ideológica.

Todos en cualquier aspecto del conocimiento (y de la práctica) tenemos un «punto de vista», miramos al universo, al planeta y a la sociedad desde una determinada perspectiva. No puede ser de otra forma. Las cuestiones a plantear son, pues, de dos tipos. El primero es si somos conscientes de nuestro partidismo, porque en caso contrario, el conocimiento degenera a marchas forzadas. El segundo es: una vez que somos conscientes de ello, se trata de comprobar si nuestro punto de vista es el punto de vista correcto, el único que es capaz de empujar el conocimiento hacia adelante.

Eso conduce al aspecto capital del asunto: la subjetividad y la objetividad no son un estado sino un movimiento: el conocimiento marcha unilateralmente desde lo subjetivo a lo objetivo, sin dejar nunca de ser ni una cosa ni la otra. En palabras de Hegel, «el todo es solamente la esencia que se completa mediante su desarrollo»(2), un desarrollo que va de la verdad relativa a la absoluta (3).

Sigamos con el ejemplo de la guerra civil. Antes los manuales de historia mostraban el punto de vista fascista, pero hoy ya nadie lo hace porque los fascistas lo disimulan con su supuesta «neutralidad». Lo que se está imponiendo cada vez con más fuerza es el punto de vista de los republicanos y antifascistas que, como no podía ser de otra forma, es el punto de vista de las masas. Lo mismo ocurre con cualquier otra disciplina. Siempre hay un punto de vista (un punto de partida) desde el cual el conocimiento se desarrolla, de manera que los demás acaban en vías muertas.

En referencia a la filosofía, Lenin lo calificó como «partidismo», un término repleto de contenidos. El partidismo, por ejemplo, proporciona el punto de vista de la práctica, es decir, no el de aquel «neutral», el de quien no se moja, el de quien ve las cosas desde fuera y desde lejos, sino el de quien está en medio de las batalla, el que forma «parte» del asunto, el militante.

Pero el partidismo de Lenin tiene otro aspecto importante: un punto de vista (subjetivo) desarrolla el conocimiento en oposición y lucha con su contrario. En contra de la creencia de los neutrales, un punto de vista no se suma al contrario sino que se enfrenta él. La burguesía no se suma al proletariado, ni el idealismo al materialismo. Si el conocimiento es una forma de movimiento, un desarrollo o un progreso, es porque, al mismo tiempo, es una contradicción, una lucha de contrarios.

Otra ventaja que tienen los que reconocen su partidismo es que reconocen
también el partidismo del contrario, por más que ellos no sean capaces
de verlo y de verse a sí mismos como parciales. Ellos no se consideran a
sí mismos como una parte sino como la totalidad. Por lo tanto, los
demás no tienen cabida, no son científicos, no son objetivos y tienen
que ser expulsados de la ciencia, de la universidad y de todas partes.
Ellos, pobrecillos, creen que las discusiones sólo tienen cabida en el
fútbol o en la política, pero nunca en la ciencia.

La subjetividad no es sólo la de una persona singular. El pensamiento
humano, escribió Engels, no es el de un individuo, «pero no existe sino
como pensamiento individual de muchos millones de hombres pasados,
presentes y futuros»
(4). Por lo tanto, es subjetivo no sólo porque sea
el pensamiento de alguien sino porque es siempre el de una época, el de
una cultura, el de un país o el que corresponde a un determinado grado
de desarrollo de las fuerzas productivas. El conocimiento, decía Engels,
es una categoría histórica: «Sólo podemos conocer en las condiciones de
nuestra época y hasta donde éstas lo permiten»
(5).

La verdad, la ciencia, el conocimiento no son fantasmas ni abstracciones
sino fuerzas históricas, políticas, sociales y morales. Pero también
aquí hay un error bastante común. Por ejemplo, es corriente escuchar que
la historia la escriben los vencedores. De ahí algunos suponen que el
conocimiento se puede imponer o que la verdad es consecuencia de la
fuerza, cuando es justamente al revés, como escribió el filósofo
soviético Kursanov: la fuerza es consecuencia de la verdad (6). Del
mismo modo que hay teorías y concepciones, como las religiosas, que
conducen a callejones sin salida, hay otras que se abren camino, y al
revés: una determinada concepción y una determinada práctica sólo se
abren camino si realmente son científicas.

(1) Hegel, Fenomenología del espíritu, México, 1966, pg.16.
(2) Hegel, Fenomenología del espíritu, cit.
(3) Engels, Anti-Dühring, México, 1968, pgs.80 y stes.
(4) Engels, Anti-Dühring, cit., pg.75.
(5) Engels, Dialéctica de la naturaleza, pgs.44 y 192.
(6) G.Kursanov, Veritas. Fundamentos de le teoría leninista de la verdad y crítica de las concepciones idealistas modernas, Moscú, 1977, pg.6.

comentario

  1. Hablemos del concepto de "organización"desde un punto de vista partidista e imparcial. Tendríamos que hacer un esfuerzo intelectual en numerar las determinaciones de las que se compone dicho concepto. Una vez conseguido este objetivo, reflexionar sobre lo "parcial" sus abstracciones y así llegar a lo concreto el "todo". Es un tema importante e interesante tanto en el aspecto práctico como en el teórico. No es una crítica, sino un debate. Se ha escrito sobre el tema y se ha insistido en que ocupa la mayor parte del tiempo, pero vuelvo a insistir, hay que ser imparcial, aglutinar, buscar opinión de la clase obrera y pararse a reflexionar para tomar un nuevo impulso hacia delante.

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