Como demostraron en el referéndum de Escocia, a la canalla europeísta no le gustan las urnas y prefiere inventarse un nuevo gobierno, impuesto desde los cenáculos de Bruselas.
No saben perder. Schulz se ha permitido la licencia de decir que Tsipras es “impredecible y manipula a la gente en Grecia, con un carácter casi demagógico”. Cuando son sus colegas los que ganan en las urnas, el tono es completamente diferente. No hay demagogia, ni manipulación.
Como cualquier otro sátrapa, Schulz se permite decirle a Tsipras lo que tiene que hacer: “Si el pueblo griego vota a favor del programa de reformas y por lo tanto a favor del mantenimiento en la zona euro, serían imperativas unas nuevas elecciones y, de manera lógica, la dimisión de Tsipras”.
Schulz sigue dirigiendo los pasos de Grecia. Mientras se celebran nuevas elecciones, dice, la continuidad la debería asegurar “un gobierno de tecnócratas para que nosotros podamos continuar negociando”.
“Si ese gobierno de transición encuentra un acuerdo razonable con los acreedores, entonces sería el fin de la era Syriza. Después Grecia tendría una nueva oportunidad”, dice Schulz.
Por el contrario, el actual gobierno no le gusta al Presidente de la Eurocámara: “Ahora mi confianza en la voluntad de negociar del gobierno griego a alcanzado su grado más bajo”.
Estas declaraciones canallescas van en paralelo con otras de Varufakis a la radio australiana en las que ha sugerido que el gobierno podría dimitir en caso de que venciera el “sí”. En tal caso “yo no sería ministro”, ha dicho Varufakis.
De aquí al domingo, las presiones y chantajes contra Grecia van a continuar para que el resultado sea del agrado de Bruselas. Son los métodos favoritos de los mafiosos, los banqueros y la manada de vividores que anida en las instituciones europeas.