El muftí de la OTAN entra en la lista negra de los terroristas más buscados

Al-Qaradawi, el muftí de la OTAN
Para justificar el bloqueo trabado contra Qatar, sus vecinos del Golfo (Arabia saudí, Bahrein y Emiratos Árabes Unidos) han publicado una lista —otra más— con los terroristas del mundo, habidos y por haber, que son los que Qatar apoya.

La Liga Islámica Mundial ha bendecido la publicación de la lista, entre cuyos nombres figura el jeque Yussef Al-Qaradawi, conocido por el sobrenombre del muftí de la OTAN, lo cual resulta chocante y pone a la vista la complejidad del islamismo moderno, que algunos simplifican para ridiculizar.

Antes de publicar el listado la Liga le tuvo que expulsar de la dirección, de la que formaba parte, una verdadera purga interna cuyo origen —obviamente— no es la teología sino la política, por lo que volvemos a nuestro mantra favorito de siempre: también en el mundo islámico, los problemas religiosos no son la causa sino la consecuencia de los políticos.

Quien había aupado a Al-Qaradawi a la dirección de la Liga Islámica era la Hermandad Musulmana, a la que pertenece el predicador desde hace décadas y cuya presidencia ha rechazado dos veces.

Pero la Liga Islámica fue creada por los sauditas en 1962, a petición del imperialismo británico, para financiar, entre otros, precisamente, a la Hermandad Musulmana. Son los pilares de lo que hoy calificamos —muy imprecisamente— como islam político o yihadismo, que se van desgranando uno de otro como las cerezas del cesto:

a) wahabismo (Arabia saudí, Emiratos Árabes Unidos, Qatar)
b) Hermandad Musulmana (Egipto, Turquía)
c) Al-Qaeda
d) Califato Islámico

El cesto en el que van estas cerezas es el imperialismo que, a veces, lleva el nombre de Estados Unidos, o el Reino Unido, o Francia o, incluso, la propia OTAN, como en el caso de Al-Qaradawi.

El predicador tiene 87 años y es de origen egipcio, aunque hace mucho tiempo que vive refugiado en Qatar, donde dirige el programa “La sharia y la vida” en la cadena de televisión vía satélite Al-Yazira, al estilo del Padre Apeles de la televisión española de hace unos cuantos años, cuando dirigía el programa “Moros y cristianos”.

A Al-Qaradawi le llaman “el muftí de la OTAN” por el papel que desempeñó en la dirección ideológica de la Primavera Árabe. Desde Al-Yazira apoyó la agresión de la OTAN contra Libia, hasta el punto de emitir una fatwa ordenando el asesinato de Gadafi, aunque la mano ejecutora del magnicidio no fue un islamista furibundo sino un cristiano, un sicario del espionaje francés.

Ya ven que no sólo los fanáticos yihadistas cumplen las fatwas de sus dirigentes religiosos, sino quien menos cabía esperar.

Como es natural, el muftí de la OTAN también apoyó el levantamiento contra el gobierno de Siria, en unos términos propios de lo que la OTAN necesitaba. Llegó a convocar a “todo musulmán que haya recibido instrucción militar y sea capaz de luchar” para que ayudara a derrocar a Bashar Al-Assad e incluso pidió la ejecución de “todos cuantos colaboren con el poder: militares, civiles, ulemas…”

Este predicador no tiene nada en contra de otras religiones y mucho menos contra los cristianos. Su fobia es única y exclusivamente política. Vean: una semana después del derrocamiento del presidente egipcio Hosni Mubarak, pudo volver a su país natal para dirigir el rezo colectivo del viernes en la famosa Plaza de la Liberación de El Cairo, ante una multitud de dos millones de fieles. En aquel momento crucial para Egipto desde el punto de vista político, Al-Qaradawi alabó a los coptos (cristianos) por haber protegido a los musulmanes durante las jornadas de lucha callejera…

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