Parece que algo empieza a moverse porque en Ucrania la apología del fascismo se está pasando de rosca. El 1 de enero el gobierno ucraniano organizó una serie de actos para conmemorar el cumpleaños del nazi Stepan Bandera y el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, ha expresado su indignación al primer ministro ucraniano, Denys Shmyhal.
“No tengo suficientes palabras de indignación por todo tipo de acciones que alaban o saludan a los responsables de crímenes en Volhynia. Entre 100.000 y 200.000 polacos murieron a manos de los ucranianos en aquella época. Fue un genocidio. Nunca lo olvidaremos… Hoy, hace unas horas, he hablado de ello con el Primer Ministro ucraniano y le he expresado mi actitud absolutamente negativa hacia todos aquellos que no entienden esto y perpetúan la memoria de Bandera”, dijo Morawiecki.
En 2016 la Cámara Baja del Parlamento polaco aprobó una resolución que se reconocía el 11 de julio como día de conmemoración de las víctimas de las matanzas cometidas por los nazis ucranianos contra la población polaca.
Las masacres de los polacos en Volinia y Galicia Oriental en 1943-1945 indignan al gobierno polaco, que no se muestra tan furioso cuando los asesinados son los soviéticos, tanto durante la Segunda Guerra Mundial como tras su finalización.
Oficialmente, más de 26.000 miembros del aparato de seguridad y de las fuerzas terrestres de la antigua Unión Soviética (NKVD, MGB y más tarde KGB, guardias fronterizos, policía, etc.) murieron entre 1945 y 1955 luchando contra los nazis en Ucrania, con la ciudad de Jarkov como foco.
Es la guerra olvidada tras el Telón de Acero. En la URSS se produjeron atentados, envenenamientos, sabotajes de infraestructuras industriales y tecnológicas en un contexto de subversión subterránea permanente. Washington y Londres lanzaron en paracaídas armas y municiones en medio de la URSS para ayudar a los nazis y explotar su potencial contrarrevolucionario. Pero el KGB acabó aplastando a los terroristas ucranianos, lo mismo que a los de los países bálticos.
Como ya explicamos, Bandera fue uno de los dirigentes del Ejército Insurgente Ucraniano (UPA) y dirigente de la organización nazi ucraniana OUN-B en la lucha contra la antigua URSS y Polonia. No dudó en colaborar con el III Reich y la Wehrmacht. La Gestapo y la Abwehr protegieron a Bandera por considerarlo útil en su guerra contra la URSS.
Recibió millones de marcos del III Reich para la creación de un futuro ejército ucraniano que se beneficiaría del apoyo alemán en la guerra contra el Ejército Rojo.
Sin embargo, Hitler se negó a reconocer la independencia de Ucrania y Bandera y los ministros de su gobierno fueron puestos bajo arresto domiciliario por los alemanes.
En septiembre de 1944 Bandera llamó a los ucranianos a tomar las armas contra el avance soviético y envió tropas de la OUN-B y la UPA a luchar junto a la Wehrmacht en apuros y luego a retirarse. Hasta 1945, los periódicos nazis de Alemania se referían al UPA de Bandera como “un luchador por la libertad de Ucrania”, que es lo mismo que está diciendo la OTAN en la actualidad. Tras la caída de Alemania, Bandera se refugió en la zona estadounidense de Munich.
En 1946 la URSS pidió al general estadounidense Franklin C. Sibert que le entregara Bandera. Sibert respondió que Bandera era un peón de Reinhard Gehlen y que seguía en paradero desconocido. El general Gehlen era uno de los conspiradores contra Hitler y un agente del servicio secreto aliado dentro de la Wehrmacht. Colaboró activamente con Estados Unidos después de la guerra en proyectos de extrema importancia estratégica y fue el fundador del BND (servicio secreto) de la República Federal de Alemania.
El papel de la Organización Gehlen en el establecimiento de la Guerra Fría fue muy importante. Reclutó a miles de antiguos nazis para llevar a cabo acciones clandestinas, sabotajes y atentados tras el Telón de Acero, ayudando a las guerrillas nazis ucranianas, cuyos elementos combatieron hasta la ejecución de Bandera en 1959. Esto llevó al KGB a librar una implacable guerra secreta.