El fraude del virus del Zika

Una vez agotada la campaña sobre el virus del Ébola, en diciembre del año pasado empezó la del virus del Zika, tan esperpéntica como la anterior, o más. Como toda ofensiva propagandística, incluida la seudocientífica, fueron los medios estadounidenses los que la desataron.

Según la propaganda, sostenida por numerosos “médicos” y “expertos”, incluida la Organización Mundial de Salud, el virus del Zika, que está patentado por la Fundación Rockefeller, se transmite a través de los mosquitos y, entre otros efectos, causa microcefalia en los fetos de las mujeres gestantes.

No hay motivo ninguno para el pánico. La campaña es otra intoxicación; conocido desde hace tiempo, el virus del Zika es inofensivo, como la inmensa mayoría de los virus (por no decir todos).

En Brasil los médicos de las zonas afectadas por el Zika reconocieron (1) que el incremento de los casos de microcefalia se debe a un insecticida, el piriproxifén, utilizado para matar las larvas de los mosquitos en el agua potable.

El piriproxifén provoca malformaciones en las larvas de los mosquitos y en los últimos 18 meses se estaba añadiendo al agua potable en las regiones del nordeste de Brasil. Hasta ahora el insecticida japonés nunca se había utilizado en tales cantidades en los pozos de agua potable y no deja de ser significativo que algo inventado para prevenir la proliferación del Zika cause exactamente los mismos efectos que trata de prevenir. No es el primer caso en la historia de la medicina.

La empresa que fabrica el insecticida es la multinacional japonesa Sumitomo Chemical y tanto el New York Times como otros medios internacionales de comunicación calificaron de “conspiranoicos” a los médicos brasileños, apoyándose en las opiniones de determinados “expertos” que, como suele ocurrir, se prestaron a seguir echando tierra encima.

El problema es que ahora el New England Complex Systems Institut de Cambridge publica un estudio (2) que refuerza el diagnóstico de los médicos brasileños. Por su parte, el Science Daily informa que en Brasil la tasa de microcefalia está por encima de los 1.500 casos confirmados, mientras que en Colombia la cifra salta a las 12.000 mujeres embarazadas con Zika. La diferencia es que en Colombia ninguno de los fetos padece microcefalia (3).

Tras abandonar la pista del Zika, los investigadores New England Complex Systems Institut han seguido la del insecticida, descubriendo que el piriproxifén actúa como una hormona juvenil que corresponde en los mamíferos a las moléculas reguladoras que contienen ácido retinoico, un metabolito de la vitamina A con el que tiene un reacción cruzada y su aplicación en el transcurso del desarrollo provoca microcefalia.

La multinacional japonesa aduce que las pruebas con su insecticida no acreditan la toxicidad en el desarrollo, lo cual es falso. En ratas recién nacidas no sólo indican microcefalia sino una débil masa cerebral y arinencefalia, es decir, una formación incompleta de los hemisferios cerebrales anteriores. Por tal motivo, los investigadores de Cambridge aconsejan suspender el tratamiento del agua potable con el piriproxifén, “a la espera de un estudio más profundo”.

El esperpento del Zika es paradógico también por otro motivo: porque la propia alarma desatada por la microcefalia ha conducido a que los países aumenten las compras de insecticida a la multinacional japonesa para impedir la propagación del Zika.

La medicina moderna va de una pandemia a otra y de un fraude a otro, con recomendaciones tan repugnantes, como la de la Organización Mundial de la Salud, que pidió a los países latinoamericanos que permitieran abortar a las mujeres embarazadas diagnosticadas de Zika. Realmente asqueroso.
(1) http://www.inquisitr.com/2795367/pyriproxyfen-not-zika-virus-responsible-for-microcephaly-spike-probably-not-says-ph-d/
(2) http://necsi.edu/research/social/pandemics/statusreport
(3) https://www.sciencedaily.com/releases/2016/06/160624150813.htm

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