El cuento de nunca acabar

Desde que empezó este festival de virus y vacunas, los medios no hacen más que hablar de “expertos” a los que nunca citan con nombre y apellidos, y de una comunidad científica que como tal es un vago concepto porque su naturaleza es la de científicos dispersos cuya relación entre sí y la eficacia de sus estudios están basados en la total independencia entre unos y otros.

El término más concreto del que hablan es de la OMS. Para estos comunicadores poco importa que los “expertos” en el universo de la epidemiología se pueden contar por miles, quizá por centenares de miles. Todos, o la inmensa mayoría desconocidos para los miles de millones de la población mundial afectados por el nuevo orden. Sin embargo el número de los “expertos” contrarios a los sueros, son seguramente tantos como los otros.

La diferencia es que todos estos dan la cara y no ocultan su filiación. Toda la información y todos los mantras sobre los sueros que se están inoculando tienen el mismo formato en los medios de comunicación; todo tiene la misma melodía, la misma letra y el mismo esquema de la mentira repetida mil veces para convertirla en verdad.

Así es la situación tensa que vive el mundo. Pero, vista la notable discrepancia entre el punto de vista de los “expertos” virtualmente desconocidos que cierran filas en favor de las vacunas, y los expertos que son contrarios a los sueros de nuevo cuño, tampoco se advierte la más mínima intención de plantearse por parte de los dirigentes políticos y de los componentes de esa difusa “comunidad científica” un debate a escala mundial o nacional en cada país, para que la información completa llegue a los ciudadanos del mundo sobre asunto tan complejo como espinoso.

Esta renuencia al debate refuerza la postura de los millones y millones de personas que en el planeta responden con total desconfianza frente a las imposiciones gubernamentales y a los argumentos simplistas de quienes obsesivamente dieron por zanjado el asunto a partir de la declaración de pandemia de la OMS en marzo de 2020

Por otro lado, el hecho de que la OMS haya pasado de ser un organismo creado por 194 países de las Naciones Unidas sostenidas por cada nación en función de sus recursos, a ser una organización en manos prácticamente privadas, las innumerables discrepancias entre científicos y la opacidad con que se adoptan las decisiones, ha llevado al mundo a un virtual enfrentamiento entre afirmacionistas y negacionistas. Los que se niegan al debate, que, por otra parte actúan manu militari, han decidido llevar hasta sus últimas consecuencias una vacunación sin base científica y con resultados desastrosos, con innumerables contradicciones en sus planteamientos y con una absoluta falta de persuasión ante quienes desconfían cada vez más, por eso mismo, porque vencen pero no convencen. Porque ven en todo este aparato político-sanitario relativo a la pandemia contumacia, maniobras, opacidad y el decidido propósito de actuar coercitivamente a partir de unas intenciones cada día que pasa como más sombrías y tenebrosas y de más contenido nazi.

Éste es es verdadero motivo de la división en cada nación y en el mundo entero entre los científicos que han optado por la imprudencia de aceptar rápidamente conclusiones (y aplicarlas el brazo político armado) que la ciencia, justo por su proverbial prudencia, no puede asumir en el escaso tiempo de dos años, y los científicos prudentes que, con criterios firmes y racionalmente argumentados, ven el peligro de que el supuesto remedio que a la corta y a la larga sea mucho peor que la enfermedad…

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