El coronavirus le ha servido a Google para retomar su idea de una gran base de datos genéticos a nivel mundial

Diego Herchhoren
En el año 2007 se conoció la noticia de que la empresa del buscador trabajaba en un servicio llamado Google Health, que fue interpretada como una nueva funcionalidad que permitiría buscar noticias sobre salud. Al igual que el buscador de libros, que ofrece un listado de obras literarias, Google Health facilitaría información sobre enfermedades. 
En la actualidad, es cada vez más habitual que personas con sintomatologías conocidas busquen en internet síntomas, enfermedades y tratamientos. El proyecto de Google estaría entonces pensado para recopilar toda esa información.
Pero el verdadero objetivo que persiguió el buscador con este portal era otro: era confeccionar un historial médico electrónico, en el que los usuarios registrados de Google podrán archivar sus resultados médicos. 
Al igual que Google Calendar, que centraliza la agenda diaria de millones de personas, Google Health pasaría a ser una gran base de datos personales con función sanitaria y completamente gratuito. Incluso se pensó en que éste sistema podría ser entregado a países del tercer mundo que no tienen infraestructura para almacenar los datos de sus ciudadanos.
Las autoridades sanitarias podrían bajárse los informes médicos y de este modo estar disponibles en caso de emergencia y en cualquier lugar del mundo. 

El problema que tuvo Google en esa época era que la histeria generada en torno a las supuestas pandemias no había cobrado la magnitud necesaria como para que la sociedad se hiciera la pregunta clave, respecto hasta qué punto una corporación económica transnacional podría disponer de nuestra intimidad sanitaria, si de temas de salud se trataba. Y en Europa, donde las discusiones acerca de la privacidad han sido acentuadas en el seno de las instituciones comunitarias, Google Health tendría muchos enemigos. 
El proyecto quedó apartado y suspendido, a la espera de un mejor contexto.
Hay que tener en cuenta que, de esta manera, una empresa estadounidense pasa a tener datos personales, entre ellos datos médicos delicados, a los que, en caso de necesidad, también tendrían acceso las autoridades y los gobiernos que contraten estos servicios. 
Pensemos por ejemplo en las autoridades migratorias, que ya con el coronavirus han clamado por la existencia de un «DNI sanitario» que permita saber si una persona que accede al interior de nuestras fronteras está sana. O incluso a la hora de encontrar empleo o incluso pareja a través de una red social.
Microsoft, la empresa creada por Bill Gates y a quien personas de todo el mundo señalan como responsable del clima de pandemia en torno al coronavirus, hizo ya lo propio con el servicio HealthVault.
Los datos se almacenan en los servidores de Microsoft y pueden transmitirse por medio del software Health Vault Connection Center. Del mismo modo que la frecuencia cardiaca, medida por un pulsímetro, puede mostrarse en la pantalla del propio ordenador, valores fisiológicos como la presión sanguínea, el azúcar en sangre o el pulso.
Según el profesor de Genética Médica de la Universidad de Viena, Markus Hengstschläger, el objetivo de un almacenamiento por parte de Google de los datos médicos de los usuarios tiene que ver con la idea de hacer una gran base de datos genéticos. El planteamiento era fomentar, primeramente, el interés de los usuarios en su propio ADN y luego hacer comparativas mediante experimentos de ingeniería social.
Esto nos lleva a la empresa de ingeniería genética 23andMe, íntimamente ligada a Google y que recientemente ha dado acceso a sus actuales cinco millones de perfiles genéticos a la multinacional GlaxoSmithKline, la sexta farmacéutica más grande del mundo. 
23andMe fue fundada por tres mujeres: Linda Avey; Esther Dyson, «la primera dama de Internet»; y Anne Wojlciki la mujer del fundador de Google, Sergey Brin
Wojlciki recibió de Brin 3,9 millones de dólares para la puesta en marcha de la empresa. Además de Google, fondos buitre como New Enterprise Associates y Mohr Davidow Ventures participan de la misma. También el emporio de la biotecnología Genentech ha entrado en el capital de 23andMe. El propietario de Genentech, Arthur Levinson, fue miembro del Consejo de Administración de Google y ahora lo es de Apple.

El objetivo de 23andMe es facilitar el acceso de los ciudadanos a la información sobre sus genes. Cualquiera podría buscar en Google información sobre su genoma. 23andMe ofrece análisis genéticos para uso propio y los analiza en laboratorio. 
Una vez se obtienen los resultados, puede buscarse en Google quién tiene el mismo código genético. «¿Tengo los mismos genes que David Beckham?», «¿tendré cáncer alguna vez?». En una entrevista publicada en el New York Times de 26 de diciembre de
2008, el neurólogo y especialista en genética norteamericano Robert
Green
hizo además una seria advertencia sobre los análisis de ADN: «La gente tiene que comprender que los factores de riesgo genético son
sólo eso, factores de riesgo, y no factores determinantes
«
. Green había
elaborado un estudio sobre el Alzheimer donde se investigaba si un
análisis genético puede, efectivamente, predecir enfermedades. Su
conclusión: no hay ni un sí ni un no: sólo un quizás.
Y es que la comparación de los datos genéticos con otras personas debilitaría la necesaria protección de los datos e impondrá un clima de «eugenesia social» a quien no tenga el ADN deseado. 
Gracias al coronavirus, la implantación en terminales móviles de app’s de rastreo y de volcado de información sanitaria de los usuarios son la prueba de que el proyecto Google Health ha renacido, pero con otro nombre. Al igual que gracias a las redes sociales y los propios smartphones se ha conseguido que millones de personas desnuden su identidad, sus sensaciones, sus sentimientos y sus frustraciones con un robot que almacena y vende datos personales de sus usuarios, el proyecto ahora alcanza incluso nuestra salud.
Los análisis genéticos son una gran fuente de predicciones de uso inimaginable. Entrevistas de trabajo, compañías de seguros, el ejército, el Estado, quien sea, podría tener mucho interés en averiguar lo más posible acerca los perfiles genéticos, y los acuerdos de colaboración de numerosos Estados con el buscador, a quien han cedido la gestión y geolocalización de personas pasibles de estar enfermas de coronavirus, son un paso definitivo en ese sentido.

comentarios

  1. Eugenesia social y laboral. Es el fascismo de la posmodernidad, donde la propia "ciudadanía" (ya no existen clases sociales, ni clase trabajadora, ni lucha de clases) se pone la soga al cuello.
    La salud, en su acepción general, se refiere a un bienestar biopsicosocial. Y ya vemos como desde el punto de vista psicológico y social, las enfermedades mentales se han multiplicado en los últimos 30 años, (depresiones, ansiedad, estrés, hiperactividad, histerias, etc..) y las enfermedades sociales ya las tenemos en puertas con los "confinamientos", las distancias "sociales", etc. Por no hablar de las enfermedades fisiológicas como consecuencias de las dos anteriores.
    Todo un descomunal negocio de corporaciones de la industria farmacéutica cuyos tentáculos llegarán a la población mundial.

    1. Los obreros sólo tendremos condiciones de trabajo y de vida salubres bajo un estado comunista. Urge derrocar el estado burgués y sustituirlo por un estado comunista.

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