Crímenes del franquismo: la historia de los dos asesinatos del kilómetro 411

El frío y la humedad de noviembre acompañaban los palazos de tierra que, en silencio, los voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) retiraban de aquel espacio del cementerio de Villafranca del Bierzo (León). La búsqueda de los muertos del kilómetro 411  de la carretera general Madrid-La Coruña había comenzado meses atrás, cuando los familiares de Vicenta López Digón y Jesús Camuñas López reclamaron la recuperación de la madre y el hijo asesinados por el franquismo en 1948.

El silencio sólo se rompía de vez en cuando por la temblorosa voz de Milagros Camuñas López. La niña, que perdió a su madre y a su hermano a la edad de diez años, esperaba el momento de reencontrarse con sus familiares en compañía de su hija y de su nieta. Aún conserva una cicatriz en el labio que le hizo un guardia. “Tú lo que no sabes es ladrar”, cuenta que le gritó el hombre, empujándola contra un banco. “Pasé de ser una niña mimada, a la que había que cuidar como un grano de perejil, decía mi padre, a ser una huérfana desgraciada”, relata emocionada. Milagros reside hoy en Badalona, donde se fue con trece años huyendo del horror que había vivido.

De repente, uno de los voluntarios retiró algo de tierra con un pincel. No había dudas: eran los restos de un pie humano. Debajo de los kilogramos de arena apelmazados entre aquellas dos tumbas apareció una fosa común. La fosa donde reposaban los cuerpos sin vida de Jesús y Vicenta.

El arqueólogo de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, tras examinar con cuidado los huesos, se dirigió hacia Milagros. Aquella niña a la que “arruinaron la vida”, como contó, es hoy una anciana que quiere ver los restos de su madre y su hermano para que “la entierren con ellos”. René Pacheco le explicó el hallazgo de la fosa común y bajó con ella para mostrarle los cuerpos. “¿Ése es su pie? ¿Es el pie de mi hermanito?”, preguntó visiblemente emocionada. Quien hablaba no era la señora de pelo rizado y canoso que había viajado desde Barcelona, sino la pequeña que, de la noche a la mañana, se convirtió en “una huérfana desgraciada”.

Milagros decidió pedir el certificado de defunción de su madre y su hermano, donde consta como motivo la muerte natural. “Esa es la mayor injusticia”, nos relata entre lágrimas. “Me vine para Barcelona con un disgusto tremendo, solo quiero que quiten eso de ahí porque no es verdad”. Según el registro de la autopsia al que hemos tenido acceso, Vicenta López y Jesús Camuñas fallecieron por “rotura traumática del corazón”.

Las labores de exhumación continuaron durante todo aquel fin de semana de noviembre. Junto a los restos de Vicenta y Jesús aparecieron numerosas balas. Los huesos, cosidos a disparos en aplicación de la llamada “ley de fugas”, son el retrato del cruel destino que sufrieron. El 27 de junio de 1948, nueve años después del final de la Guerra Civil, la familia acogió en su casa de Castañeiras a un grupo de maquis, la guerrilla antifranquista que se escondía por los montes de los Ancares. No imaginaron que aquel gesto terminaría con sus vidas. En uno de los controles de la policía por la aldea, una joven del grupo disparó y mató a uno de los guardias, Sabas Andrés Salazar, conocido también de la familia Camuñas López. Vicenta y Jesús fueron arrestados acusados de “auxilio a huidos”. Milagros jamás volvió a verles.

Según la investigación histórica realizada por la ARMH, madre e hijo fueron interrogados en las dependencias del cuartel de la Guardia Civil. Posteriormente serían conducidos a la cárcel de Villafranca del Bierzo, prisión a la que nunca llegaron. Las fuerzas policiales franquistas les asesinaron en el camino, justificando el homicidio mediante la aplicación de la conocida como ‘ley de fugas’, una práctica parajudicial empleada durante la dictadura para fusilar a decenas de personas. Vicenta y Jesús fueron dos represaliados más por el franquismo. El hermano mayor, Aquilino Camuñas, corrió mejor “suerte”. Permaneció siete meses y siete días en la cárcel donde, según narró Milagros a este medio, “le azotaron a palos y le quemaron los dedos con cerillas”. El joven no quiso volver a hablar de lo sucedido en vida. Después de su fallecimiento, Milagros decidió emprender la búsqueda de su madre y de su hermano.

Tras contactar con la ARMH, el historiador Alejandro Rodríguez comenzó a recopilar los datos sobre la desaparición de Vicenta y Jesús. Sus restos, según la información a la que tuvo acceso, debían reposar en algún lugar del cementerio de Villafranca del Bierzo. La exhumación comenzó durante el verano pasado, aunque la primera búsqueda resultó infructuosa. En noviembre, a pesar del frío y la lluvia, Milagros se encontraba casi setenta años después con sus familiares. “Una vez exhumados los cuerpos, se procedió a limpiar y restaurar los restos en el laboratorio de la Asociación, un trabajo previo al análisis antropológico”, explica Pacheco.

El estudio fue realizado por el antropólogo forense Gonçalo Carnim, de la Universidad de Coimbra (Portugal). “Vino de manera totalmente voluntaria a analizar e identificar los cuerpos de Vicenta y Jesús”, comenta Marco González, vicepresidente de la ARMH. Las múltiples evidencias de carácter histórico, antropológico y forense recopiladas permitieron a los investigadores determinar que, tal y como parecía, los restos encontrados pertenecían a la madre y el hijo. “No hizo falta el análisis de ADN, aunque se tomaron muestras genéticas tanto de los esqueletos como de Milagros por si algún día la Justicia quisiera investigar el caso. Así no tendríamos que exhumar de nuevo los cuerpos”, dice Pacheco al otro lado del teléfono. Además de los proyectiles, los investigadores encontraron diversos objetos personales junto a los huesos. “Vimos un mechero de yesca, que posiblemente estaba en el bolsillo derecho del pantalón de Jesús y una hebilla del cinturón, aunque ya no quedaban restos de cuero. Entre ambos cuerpos también había una tabla de madera, que probablemente fuera empleada para su transporte al cementerio”, describe el arqueólogo.

Casi un año después de la primera búsqueda de los muertos del kilómetro 411, la familia Camuñas López regresa a Villafranca del Bierzo. Este pequeño municipio leonés acogió un acto en recuerdo de todas las víctimas del franquismo. En el evento participarán los allegados de Vicenta y Jesús, además de la familia de Antonio Gabelas, alcalde de la localidad que sería fusilado en 1936 tras el golpe de Estado del 18 de julio, y Emilio Silva, presidente de la ARMH y nieto del primer desaparecido del franquismo identificado mediante una prueba genética. El homenaje, que ha contado con el apoyo de todos los grupos políticos del municipio, servirá para recuperar la memoria histórica de las 57 personas de Villafranca desaparecidas o enviadas a campos de concentración nazis, “que nunca tuvieron un reconocimiento”, lamenta González.

El acto se celebrará en el salón de plenos, un espacio anexo al lugar donde un día como hoy hace ochenta años toda la corporación municipal permanecía detenida por los sublevados. “Se paralizó la democracia”, explica el vicepresidente de la ARMH. Durante el homenaje se hizo “entrega de los restos a Milagros, que siempre ha querido tener un lugar donde llevarles flores”, añade González. El evento también recordará a las más de 114.000 víctimas de desapariciones forzosas, una cifra que convierte a España en uno de los países del mundo con más desaparecidos. Debajo de las aguas de pantanos, en las cunetas de las carreteras y en barrancos, miles de personas siguen aún hoy sepultadas y olvidadas. Víctimas como Vicenta y Jesús que sólo reclaman un entierro digno y el recuerdo de aquellos que hoy disfrutan de los derechos y las libertades que les arrebataron.

Solo en el Bierzo, diez personas fueron asesinadas mediante la aplicación de la “ley de fugas” entre 1945 y 1951.


https://hipertextual.com/2016/08/memoria-historica-muertos-kilometros-411, https://hipertextual.com/especiales/memoria-historica-muertos-kilometro-411

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