A medio gas: el viejo sueño de vender poco y ganar mucho

Las potencias occidentales se frotan las manos porque creen que sus sanciones contra Rusia han tenido el efecto esperado: el gigante Gazprom ha perdido muchos clientes, vende menos gas y reconoce abiertamente que ha sido un año “muy difícil”.

Sí, vende menos gas, pero recauda más dinero, lo cual no deja de ser una ventaja. Es el viejo sueño de los tenderos: vender poco y ganar mucho. También es cierto: Gazprom ha perdido a sus clientes europeos, pero ahora mismo los mercados están en los países asiáticos.

“Me gustaría subrayar de entrada que 2022, por supuesto, ha sido muy, muy difícil”, ha admitido el jefe del monopolio ruso, Alexei Miller, durante una conferencia de prensa celebrada ayer.

El año pasado Rusia era el mayor exportador de gas del mundo y el mayor proveedor de la Unión Europea, pero desde entonces los 27 Estados miembros han reducido en gran medida sus importaciones.

Las exportaciones al bloque occidental han caído incluso un 44,5 por cien en comparación con el mismo periodo del año pasado, hasta 95.200 millones de metrós cúbicos de gas.

Las sanciones han obligado a Gazprom y, de rebote, a Rusia, a buscar nuevos mercados en países emergentes, como Turquía, que se relame de gusto. Erdogan quiere convertir a su país en un centro gasístico internacional. Recientemente el viceprimer ministro ruso, Alexander Novak, declaró que Moscú estaba estudiando entregas adicionales de gas a través de Turquía.

Moscú también pretende aumentar sus ventas a China. Miller se congratuló de la inauguración, el 21 de diciembre, del yacimiento de gas de Kovykta, un vasto depósito situado en Siberia que debería permitir un aumento significativo de las exportaciones a China. “Ahora, el oleoducto Fuerza Siberiana, que une Rusia y China, funciona en toda su longitud, es decir, más de 3.000 kilómetros”, declaró Miller ayer.

La explotación de ese yacimiento iniciará “una verdadera dinámica de desarrollo” y señala que “se está creando un complejo industrial potente y estratégico en el este de Rusia”, dijo Putin durante su inauguración. Además, prosiguió Putin, la puesta en servicio de este emplazamiento permitirá “garantizar el suministro fiable de gas […] tanto a las empresas rusas como a nuestros socios extranjeros”.

A partir de 2024 Rusia también planea construir el gasoducto Fuerza Siberiana 2 para abastecer a China a través de Mongolia, otra señal de que la estrategia energética rusa ha dado un giro hacia el este.

A pesar de la guerra, Rusia está dispuesta a reanudar el suministro de gas a Europa a través del gasoducto de Yamal, según declaró el domingo el viceprimer ministro a la agencia de prensa Tass. Tradicionalmente el gasoducto de Yamal ha abastecido de gas a Europa Occidental a través del este.

Finlandia quiere salir del apuro comprando gas licuado

Pero en un combate no basta con hablar de los golpes que uno da, sino también de los que recibe. Es la parte de la pelea que agobia a los países europeos, que se han disparado un tiro en el pie imponiendo sanciones “para reducir la dependencia de las importaciones rusas”.

Finlandia es un vecino que lo está pasando muy mal y lo va a pasar peor en el futuro. “El gas puede proceder de cualquier lugar del mundo donde se suministre GNL, pero no de Rusia”, declaró Olli Sipila, cabecilla de Gasgrid, el operador finlandés de gas.

Ayer Gasdrid anunció la llegada del primer buque terminal de gas licuado. Es una solución provisional que tendrán que pagar a precios prohibitivos. Además del gas hay que pagar el alquiler del barco.

Finlandia ha movido cielo y tierra para instalar la terminal flotante. El nuevo buque, con capacidad para unas 68.000 toneladas de gas, lo han alquilado por un periodo de diez años.

Pero el año pasado Gazprom suministró 1.490 millones de metros cúbicos de gas a Finlandia, es decir, el doble de lo que puede procesar el terminal.

Además, Finlandia ha prometido que el buque va a suministrar gas también a los países del Báltico, e incluso a Polonia, a través del gasoducto Balticconnector, que une Finlandia y Estonia.

No hace falta echar números para entender que en Helsinki vuelven a contar el cuento de la lechera.

Terminales flotantes de gas alrededor de las costas europeas

Alemania, que dependía en un 55 por cien de las importaciones de gas ruso antes de la guerra, también acaba de abrir su primera terminal de procesamiento de gas licuado. En 2023 le seguirán otras cinco terminales flotantes.

Francia, que cuenta actualmente con cuatro terminales portuarias de importación de gas, a saber, dos en Fos-sur-Mer, una en Montoir de Bretagne y otra en Dunkerque también quiere reforzar su infraestructura con un nuevo emplazamiento en Le Havre, que tampoco puede suplir las importaciones de gas ruso.

Lo mismo que Finlandia son medidas desesperadas e improvisadas. La nueva terminal se desmantelará “en cuanto se hayan superado las tensiones de suministro”, según ha confesado la empresa Total, encagada del proyecto.

Además, el rápido giro de Europa hacia el gas licuado está duplicando las infraestructuras enérgéticas, lo que va a elevar los precios hasta cifras insostenibles. Unas instalaciones crecientes para un demanda decreciente es algo que desafía las leyes del mercado y denota que la desesperación ha cundido entre los países europeos. Están dispuestos a cualquier disparate antes de admitir que Rusia tiene razón.

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