Los debates parlamentarios habidos en países como Gran Bretaña, aunque aún conservaban algún resquicio de las viejas prácticas democráticas, se inundaron de mentiras, aunque entonces los diputados aún tenían el coraje de burlarse de las torpezas de Eden y de llamarle mentiroso abiertamente.
No hay guerra imperialista sin el apoyo de la prensa domesticada. La crisis del Canal fue otra de las grandes batallas mundiales de intoxicación informativa de la posguerra, donde el papel de la prensa mundial fue el previsto: cualquier parecido con la realidad era muy remoto. Pero (casi) nadie acusó a la prensa de mentir.
Había que preparar a la “opinión pública” para la agresión, estimular el patriotismo, es decir, la conformidad de la población con los planes bélicos del gobierno. Para ello Eden reclutó a dos caciques del “(des)prestigioso” periódico Times para que se encribieran artículos de encargo, al tiempo que impone una auto-censura sutil sobre el resto de los rotativos. La autocensura es el suicidio periodístico; nunca se considera como parte integrante de la falta de libertad de expresión.
De los 100 millones de beneficios que reportaba anualmente el Canal, sólo 3 caían en manos egipcias. Pero la prensa británica puso el asunto del revés. Calificó a Nasser de ladrón: había robado el Canal a sus legítimos propietarios, entre los que estaba Gran Bretaña. En la intoxicación no hay nada más efectivo que asumir el papel de víctima.
Pero en aquella época los imperialistas aún no habían afinado su maquinaria criminal como ahora. Tras la nacionalización del Canal, Eden deja pasar un tiempo precioso; aparenta que busca una solución diplomática, mientras en la prensa algunos empiezan a emitir opiniones divergentes, sobre todo por la falta de sintonía de Estados Unidos con el plan de agresión. Quizá Nasser tenga razón, quizá Israel esté involucrado y quiera provocar una agresión contra Egipto…
¿Hace falta recordar que la explotación del Canal de Suez no beneficiaba a ningún país sino a una empresa privada, es decir, que el imperialismo había provocado una crisis internacional de enormes proporciones a causa de los meros intereses económicos de un puñado de accionistas?
Las dudas no tardan en disiparse desfavorablemente para los invasores, que quedan al descubierto. Cuando comienza el ataque, lo primero que aparece a la vista es que, en efecto, Israel forma parte del operativo, lo cual puede conducir a una guerra de vastas proporciones en Oriente Medio. Hasta los vendidos del Times se indignan. En Oriente Medio los árabes juzgan los acontecimientos en función del posicionamiento de Israel. Si Israel forma parte de la agresión, los que luchan en contra, como Nasser, son los héroes.
Eso no sólo ocurre en Oriente Medio. Todo el mundo se vuelve contra los imperialistas franco-británicos y, en especial, contra Eden. Aún no se había secado la tinta de las firmas estampadas sobre la Carta de la ONU, cuando los imperialistas volvían a sus viejas costumbres de siempre.
El Canal de Suez es una de las joyas a la “grandeur” francesa. Los monumentos a Lesseps llenan las plazas de las ciudades y los nombres de las calles. En 1956 el gobierno francés está encabezado por el “socialista” Guy Mollet, lo que suscita unas pésimas relaciones diplomáticas con Estados Unidos. A Francia la crisis del Canal le sorprende en medio de una guerra colonialista en Argelia y Nasser apoya y arma a los combatientes del FLN argelino. En su prensa la socialdemocracia francesa recurre al viejo truco de equiparar a Nasser con Hitler. Eso les ayuda a mostrar su sintonía plena con el Estado de Israel, amenazado por Nasser.