Vencedores y/o vencidos

Mapa de España de la Enciclopedia Álvarez
Bianchi

Que no otra dialéctica -la de los puños y las pistolas antes que las urnas- sabe y entiende el fascio celtibérico ultramontano. Se demuestra que, como dijera el diputado conservador  protofascista de la República, Calvo-Sotelo, prefieren una «España roja antes que rota». Es la mentalidad imperial de quienes entienden la Historia como se explicaba en los colegios franquistas -de curas y monjas y maestros franquistas- en la Enciclopedia Álvarez. Una Historia de tebeo nacional-católico y, posteriormente, nacional-folklórico.

Les importó menos la lucha armada de ETA en el País Vasco -una guerra de baja intensidad, diríamos en jerga- con casi mil muertos, que la secesión de una «región» de la España imperial. Por aquí no pasamos, mire usted. Y si no existiera el artículo 155 de la Constitución (todos los que tengan menos de sesenta años no pudieron votarla, o sea, el 80 %), usarían el art.116 (estado de alarma, de sitio y excepción). Una Constitución que se reduce a los artículos 2 (unidad indisoluble de España), 8 (las Fuerzas Armadas como garantes de esa unidad) y el 115 (suspensión de autonomías levantiscas); el resto paja, filfa.

Carles Puigdemont se ha mostrado transigente en todo momento tratando de apelar -tender la mano, que se dice- a un mínimo sentido común (el «seny» español) del Gobierno como lo prueba su decisión de convocar elecciones, incluso ordinarias y no plebiscitarias, a cambio de no aplicar ese artículo golpista y la puesta en libertad de dos detenidos políticos (en realidad, rehenes) conocidos como «los Jordis» -por cierto que no son los únicos presos políticos del Estado español, convendría recordárselo a las CUP- y una especie de inmunidad jurídica, pero con garantías.Unas garantías que le prometió el lehendakari vasco Urkullu actuando de «mediador» mirando por la estabilidad de la gobernanza española y, de paso, de Bruselas, y la suya propia, pues de salir adelante el «procès» tendría que enfrentarse a su propia parroquia vasca que le demandaría pasos semejantes a los dados por los catalanes, cosa que le revienta tentándose la ropa. La negativa cerril del Gobierno a negociar nada ni retirar el 155 acabó con Urkullu y la paciencia de Puigdemont -viendo, además, a su propia gente llamándole «traidor» en el Palau de la Generalitat, lo que tiene que escocer- que, al no ver esas garantías, suspende su primera intención de convocar elecciones ya en el Parlament catalán  a la taurina hora de las cinco de la tarde.

En conclusión, daba igual lo que hicieran los catalanes secesionistas pues el art.155 se aplicaría de todas, todas, a lo bestia (Ciudadanos) o suavemente (como pedía el PsoE), otrosí: «rendíos, malditos roedores». Está visto que no entienden otro lenguaje que la resistencia y la pelea, pacífica o violentamente, esto lo decide la propia dinámica de los acontecimientos, y, de paso, borrar la sonrisa de la cara a los fachas mediáticos que se ríen de Puigdemont por «mediocre y cobarde», esto es, por no haber llevado sus planes independentistas hasta sus últimas consecuencias, es decir, se jactan del carácter fascista del Estado español, de lo que llaman «Estado de Derecho» estos ignorantes que no saben que el general Franco lo sacaba a relucir -el concepto de «Estado de Derecho»– cada dos por tres en sus discursos en los años cincuenta en adelante del siglo pasado: ¿os creíais que el Estado se iba a cruzar de brazos?, dicen como un vulgar chulo de playa.

La cuestión es, frente a estos matones, contestar con un «¿os creíais que el pueblo catalán se iba a cruzar de brazos ante tanta humillación e ignominia?» Bona tarda.

Nota. Se dice que los «separatistas» han hecho poco menos que el ridículo con tantas dudas y vacilaciones; para mí, sin embargo, sin negar lo que de cierto pueda tener, han sido días apasionantes. Continuará (to be continued…)

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