Uruguay como peón del imperialismo antes y ahora

Darío Herchhoren
En el siglo XIX, al producirse la independencia de Argentina, este nuevo país heredó los límites de lo que fuera en su momento el Virreynato del Río de la Plata, que abarcaba el actual territorio argentino, el actual Uruguay, el norte de Chile y el sur de Bolivia.

Este territorio se fué fragmentando por razones que se explicarán en otro momento; pero lo que se llamaba la banda (orilla) oriental del río Uruguay siguió perteneciendo a Argentina.

No es ni era ningún secreto que el imperio inglés luego de los fracasos militares de 1806 y 1807 de intentar invadir el viejo Virreynato nunca abandonó esos planes, y lo intentó  de otra manera, esta vez dividiendo ese territorio para lo cual utilizó al entonces Imperio de Brasil, y a su emperador Pedro I, para atacar con su flota al territorio uruguayo, y provocar una guerra entre Argentina y Brasil.

Dicha guerra se saldó con la derrota militar de Brasil, y la destitución del almirante Tamandaré jefe de su flota, y a continuación de ello la firma de un tratado de paz entre los contendientes.

Curiosamente; Argentina a pesar de haber ganado la guerra, en la mesa de negociaciones «dispuso» que Uruguay se convierta en la República Oriental del Uruguay, y que sea independiente tanto de Brasil como de Argentina. Era algo totalmente descabellado y sin precedentes en la historia de los conflictos internacionales que un país que era victorioso perdiera parte de su territorio.

El secreto estaba, en que el plenipotenciario argentino era Manuel García, que fué el ministro de exteriores del gobierno de Bernardino Rivadavia, que era un agente inglés, y su ministro García su fiel servidor. Inglaterra no podía permitir que un solo país (Argentina) controlara ambas orillas del Río de la Plata, que era el paso obligado para navegar el río Paraná, y seguir su curso hacia el Paraguay y Bolivia.

Así la naciente República Oriental se convirtió en pieza fundamental de penetración británica de Sudamérica. Uruguay sirvió años después para consumar uno de los mayores crímenes que el imperio británico cometió contra las ansias de un pueblo de lograr su independencia, cuando en unión de Brasil y Argentina, desencadenan la guerra de la triple alianza contra el Paraguay. Un nuevo servicio de Uruguay al imperio inglés.

Durante todo el siglo XIX Uruguay sirvió los intereses británicos valiendo de base de agresión contra los pueblos del sur de América. Reconoció la ocupación militar inglesa de las islas Malvinas, amparó la intervención franco británica contra el gobierno patriótico argentino de Juan Manuel de Rosas, el cual derrotó esa intervención en una guerra memorable que condujo a la escuadra argentina a escribir una de sus páginas más gloriosas, al mando del gran Almirante Guillermo Brown, que ya había derrotado al almirante Tamandaré.

Ya en el siglo XX, Uruguay llevó una guerra sorda contra el presidente argentino Hipólito Yrigoyen, que era un hombre progresista y que durante la guerra civil que estalló en Rusia luego de la revolución bolchevique mandó víveres al joven estado soviético, ayudando a paliar el hambre que atenazaba al estado revolucionario.

Durante la segunda guerra mundial, los patriotas sudamericanos veían con simpatía las derrotas que el ejército alemán infligía a los ingleses, por aquello de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo.

Hay un episodio que muestra a las claras la genuflexión del gobierno uruguayo ante Inglaterra. Se trata de la persecución que sufre el acorazado de bolsillo alemán Graff Spee, por parte de tres cruceros ingleses, que lo averían gravemente. El Graff Spee, al mando del capitán Hans Lambsdorff se refugia en el puerto de Montevideo, y solicita estar una semana para hacer reparaciones y salir a alta mar. El ministro de AAEE Guani solo le concede 48 horas, siendo que Uruguay es un país neutral, y a sabiendas de que tres cruceros ingleses le esperan para hundirlo. Gran servicio a Inglaterra por parte del gobierno uruguayo. Por fin el Graff Spee zarpa rumbo a alta mar, y se entabla la famosa batalla del Río de la Plata, donde el Graff Spee averiado y ya muy tocado logra hundir dos de los tres cruceros ingleses; y siguiendo la vieja tradición del mar, el capitán Lambsdorff, decide hundir el buque haciendo explotar la Santa Bárbara, y llega junto a su tripulación en lanchas salvavidas al puerto de Buenos Aires, donde luego de un recibimiento apoteósico, se envuelve en la bandera alemana (no en la de la cruz gamada) y se quita la vida.

Los servicios de la diplomacia uruguaya al imperialismo son continuos. Durante el gobierno nacionalista del General Perón, la «oposición» democrática, conspira contra él utilizando el territorio uruguayo, y cuando al fin cae en 1955, es el primer país en reconocer al nuevo «gobierno democrático» surgido del golpe militar.

Cuando se produce la revolución cubana en 1959, el gobierno uruguayo mantiene frías relaciones con Cuba, y cuando en 1961, la OEA (Organización de Estados Americanos) se reúne, en Punta del Este (Uruguay) para tratar la expulsión de Cuba de la OEA hacía falta un determinado número de votos para ello, y quien mueve el fiel de la balanza a favor de la expulsión, es el representante de Uruguay Carlos Clulow, quien con su voto, «ayuda» al imperio; esta vez al nuevo imperio de los EEUU.

Estamos ahora en 2016. El Secretario General de la nefasta OEA, es ahora el ex canciller uruguayo Almagro, y promueve que se aplique la «carta democrática» (la expulsión) contra Venezuela. Otra vez el gobierno uruguayo con su larga experiencia de lacayo imperial presta sus servicios.

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