La multinacional farmacéutica AstraZeneca, que desarrolla una vacuna contra el coronavirus con la marca comercial de la Universidad de Oxford, ha vuelto a alertar por segunda vez sobre las consecuencias preocupantes que ha causado en otra cobaya humana que participaba en el experimento.
La cobaya ha mostrado “síntomas neurológicos sin explicación” en la tercera fase de los ensayos. El ensayo ya se paralizó hace unos días debido a otro percance con un voluntario, que presentó mielitis transversa.
Hay preocupación con lo que pueda pasar con los 18.000 voluntarios que se han prestado para realizar el experimento clínico.
El gobierno español que había comprado por adelantado 42 millones de dosis de la vacuna ha regalado el dinero a la multinacional. Lo mismo cabe decir de la Unión Europea.
Sólo con el anuncio de la carrera por la vacuna, AstraZeneca ganó 100.000 millones de dólares de una tacada en la bolsa de Wall Street. Por eso el primero en enterarse del primer fracaso fue el banco JP Morgan en una entrevista reservada.
Con aquel primer fracaso una mujer voluntaria quedó con una inflamación neurológica de la espina dorsal conocida como mielitis transversa y, además, la cotización bursátil cayó un 8 por cien.
Pero la bolsa vive de ilusiones, lo mismo que los espectadores de la televisión: el anuncio de la carrera tras la vacuna ocultó desde el primer minuto que los primeros ensayos en simios ya habían fracasado.
Eso se ha estado ocultando desde el 18 de mayo con la complicidad de la OMS porque la carrera por la vacuna es una competencia feroz en las bolsas mundiales. Que la OMS colocara a AstraZeneca en el primer puesto de los corredores se convirtió, como es natural, en un gran pelotazo bursátil.
A pesar de todo hay quien sigue pensado que aquí hay alguna ciencia, o quizá algo de medicina. ¡Es un pelotazo bursátil que ha fracasado!
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