Una película propia de renegados del movimiento estadounidense contra el racismo: ‘The Black Klansman’

Stallworth presenta su libro racista
La última película del director de cine Spike Lee, “The Black Klansman”, es pura basura propagandística cuyo objetivo es transmitir el mensaje de que el FBI y la policía no sólo no eran racistas sino que siempre han luchado contra el racismo y los crímenes raciales en Estados Unidos.

Ambientada en 1979, la película convierte en héroe a Ron Stallworth, un policía infiltrado durante tres años (no durante dos como dice la película) dentro de las organizaciones del movimiento negro.

Tras su jubilación, Stallworth escribió un libro de memorias publicado por la típica editorial especializada en obras escritas por policías. Este libro es el que ha servido de base para el guión de la película, con las claves que necesariamente tienen que gustar, sobre todo en una película.

Todo comienza con que el FBI y la policía no son racistas, por más que algunos o muchos de sus miembros lo fueran. Más bien al contrario, lo mismo que el Estado del que forma parte, la policía es equidistante, tanto de los racistas como de quienes los combaten. Ya saben: los unos y otros, la extrema derecha y la extrema izquierda… El discurso favorito de los mequetrefes.

El FBI y la policía tratan a ambos bandos por igual y se infiltran en las organizaciones de unos u otros para desarticularlos a todos ellos.

Esa es la película, que es igual a muchas otras, con la diferencia de que tanto Spike Lee como Ron Stallworth son negros, por lo que en esta ocasión no cabe decir que es una película de blancos hechas para hablar de los problemas de los negros. No. Es una película de renegados o traidores al movimiento negro estadounidense y, naturalmente, a la historia.

A Spike Lee le han pagado más de 200.000 dólares por participar en una campaña publicitaria “para mejorar las relaciones con las comunidades minoritarias” y parece que la película forma parte de esa campaña.

Desde que se destapó el programa Cointelpro del FBI, se sabe que la policía (y Ron Stallworth) no fue neutral sino que trató de destruir el movimiento contra el racismo y, por lo tanto, que formaban parte de un racismo institucionalizado.

La documentación de Cointelpro muestra que la infiltración policial en las organizaciones progresistas tenía por objeto provocar luchas intestinas, destruir la buena imagen de las organizaciones, provocar altercados y preparar el asesinato de los dirigentes por parte de la policía.

Es cierto que el FBI también se infiltró en movimientos racistas, como el KKK, pero con objetivos muy diferentes. No se trataba de acabar con el racismo y las organizaciones racistas, que siguen existiendo, sino para utilizarlas como ariete en la lucha contra sus opuestos, atacarlos y amedrentarlos.

El fascismo, el racismo y el yihadismo han probado muchas veces en muchos países el papel que desempeña la policía en su control y dirección, incluidos sus crímenes, en los que la policía actua de manera encubierta a través de ese tipo de tentáculos.

Los bombardeos de las iglesias negras en Birmingham, el asesinato en Selma de un militante por los derechos civiles de Detroit, la masacre de Greensboro de miembros del Partido Comunista Obrero en 1979, entre otros, no fueron cometidos por racistas, cuyo papel es el de meros ejecutores.

Son crímenes cometidos con “mando a distancia”.

Más información:
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