Sin embargo, el 16 de marzo, en una conferencia de prensa, el Director General de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo: “Tenemos un mensaje simple para todos los países: pruebas, pruebas, pruebas” (1). Se refería a la necesidad de hacer tests PCR a la población con carácter general.
La panacea se difundió a través de las grandes cadenas de comunicación de todo el mundo, como Reuters (2) y la BBC (3). Había que inflar las cifras de “infectados” a toda costa para dar credibilidad al montaje.
Ya lo explicó Kary Mullis, el inventor de la PCR, que recibió el Premio Nóbel de Química en 1993 por su aportación: la PCR es una técnica para replicar secuencias de ADN o ARN, lo cual no demuestra que dichas secuencias sean de origen viral (4).
Tampoco es un test de “carga viral”, como a veces se la llama. No es una técnica cuantitativa sino cualitativa, decía Mullis, por lo que no sirve para detectar una infección.
Así lo han reconocido los CDC: “La detección de ARN viral puede no indicar la presencia de un virus infeccioso o que el 2019-nCoV es el agente causante de los síntomas clínicos… esta prueba no puede descartar enfermedades causadas por otros patógenos bacterianos o virales” (5).
Por su parte, la FDA también ha admitido que “los resultados positivos […] no descartan una infección bacteriana o una coinfección con otros virus. El agente detectado puede no ser la causa definitiva de la enfermedad” (6).
En 2007 un artículo publicado por el New York Times también lo reconoció. Se titulaba: “La fe en una prueba rápida conduce a epidemias que no son tales”.
La literatura científica al respecto es abrumadora, aunque no es necesario recurrir a ella porque los propios fabricantes de los aparatos del PCR lo dicen en sus folletos: no sirve para realizar diagnósticos médicos. En concreto, el que distribuye Roche dice expresamente que no detecta la infección de coronavirus.
Quizá algunos médicos no lean la letra pequeña de los aparatos que utilizan…
En mayo Jessica C. Watson, de la Universidad de Bristol, volvía sobre el asunto en un artículo publicado por el British Medical Journal titulado “Interpretación de los resultados de la prueba Covid-19”, donde admite que la PCR no tiene un patrón de comparación para evaluar la precisión de sus resultados (7).
Pero en el fondo no es una cuestión cuantitativa, de mayor o menor exactitud, sino cualitativa. ¿De dónde proceden los fragmentos que la PCR identifica? Para saberlo hay que secuenciar el genoma del virus. Para idenficar la huella dactilar que se encuentra en el escenario del crimen, hay que obtener el original de los propios dedos del acusado.
Como no se ha procedido así, Watson elude la cuestión concluyendo que la propia PCR es “el mejor patrón disponible”, algo parecido a la prueba de San Anselmo para demostrar la existencia de dios. Una verdadera tautología.
En contra de lo que Watson afirma, el mejor patrón de comparación sólo puede ser el propio virus que, en este caso, como en otros, no ha sido aislado o purificado y, por lo tanto, su genoma no está identificado, por lo que la prueba PCR está muy lejos de ser concluyente.
La PCR es extremadamente sensible, lo que significa que puede detectar incluso los más pequeños segmentos de ADN o, como en el caso del coronavirus, de ARN. Lo que no puede es asegurar que procedan de un virus. Eso hay que determinarlo de antemano. Hay que demostrar que dichos segmentos forman parte del genoma del virus buscado.
Han convertido a la PCR en otra de las escopetas de feria de la seudociencia moderna, una máquina para fabricar “apestados”, “positivos”, “infectados”, “contagiados” y “epidemias” cuyas consecuencias son realmente grotescas.
Por ejemplo, en febrero la burocracia sanitaria de Guangdong anunció que los “infectados” se habían recuperado totalmente de la “enfermedad” y que los tests empezaban a dar “negativo”. No obstante, después volvieron a dar “positivo” (8).
Un mes más tarde, un artículo publicado en el Journal of Medical Virology mostró que 29 de los 610 pacientes de un hospital de Wuhan tenían de 3 a 6 resultados de pruebas que oscilaban entre “negativo”, “positivo” y “dudoso” (9).
Un estudio en el que se realizaron pruebas casi a diario a 18 pacientes de Singapur, mostró que la mayoría pasó de “positivo” a “negativo” y de nuevo a “positivo” hasta cinco veces en una misma persona (10).
Wang Chen, presidente de la Academia china de Ciencias Médicas, reconoció en febrero que las pruebas PCR sólo tienen “una precisión del 30 al 50 por ciento” (11). Por lo tanto, la OMS debería reducir a la mitad el número de “contagiados” que hay en el mundo y luego debería explicar de qué exactamente se han “contagiado”.
(1) https://www.who.int/dg/speeches/detail/who-director-general-s-opening-remarks-at-the-media-briefing-on-covid-19—16-march-2020
(2) https://www.reuters.com/article/us-healthcare-coronavirus-who/test-test-test-who-chiefs-coronavirus-message-to-world-idUSKBN2132S4
(3) https://www.bbc.com/news/av/world-51916707/who-head-our-key-message-is-test-test-test
(4) https://uncoverdc.com/2020/04/07/was-the-covid-19-test-meant-to-detect-a-virus/
(5) https://www.fda.gov/media/134922/download
(6) https://www.fda.gov/media/136151/download
(7) https://www.bmj.com/content/369/bmj.m1808
(8) https://www.zmescience.com/science/a-startling-number-of-coronavirus-patients-get-reinfected
(9) https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1002/jmv.25786
(10) https://jamanetwork.com/journals/jama/fullarticle/2762688
(11) https://www.scmp.com/tech/science-research/article/3049858/race-diagnose-treat-coronavirus-patients-constrained-shortage