Un mecanismo que garantiza la hegemonía de Estados Unidos sobre el mundo: Swift

Varios grandes bancos internacionales, la mayor parte de ellos con sede en países europeos, crearon el sistema de mensajería Swift en la década de los setenta para organizar sus transacciones interbancarias.

Posteriormente, la red se expandió hasta convertirse en la herramienta de mensajería principal del sistema bancario internacional, una infraestructura imprescindible para los actores del comercio internacional, como las empresas aseguradoras, por ejemplo.

Estados Unidos se unió a la red Swift en 1977 y, como no es una institución pública, al principio el espionaje se llevó a cabo de forma muy discreta. El gobierno de Estados Unidos consideró que la confidencialidad de los datos bancarios era un asunto privado.

El espionaje de las transacciones financieras se normalizó en 1998, cuando Swift se trasladó a internet, una red controlada por Estados Unidos. Corrientemente lo llaman “Finint” o inteligencia financiera. Es muy sencillo: las transacciones bancarias internacionales van por las redes digitales que, a su vez siempre pasan por Estados Unidos en alguno de sus tramos.

Hasta 2001 esa vigilancia se llevaba a cabo de manera ilegal, hasta que los atentados contras las Torres Gemelas ofrecieron el pretexto perfecto para convertir en legal lo ilegal. Tres años después se creó la Oficina de Antiterrorismo e Inteligencia Financiera dentro del Departamento del Tesoro. También aprobaron les leyes excepcionales para la “lucha contra el terrorismo” y el gobierno de Estados Unidos exigió a Swift acceso a sus datos para bloquear la financiación del “terrorismo”.

No obstante, la vigilancia no es excepcional: se extiende todas las transacciones bancarias manejadas por Swift, incluyendo aquellas que involucraban cuentas no domiciliadas en Estados Unidos. En 2006 se confirmó que el control también se extiendía a cuentas vinculadas a países aliados, como los europeos. Nadie se sorprendió y, desde luego, nadie protestó. El espionaje financiero era una realidad mucho antes de que la Unión Europea diera su aprobación.

Posteriormente, el control sobre Swift está sirviendo también para reforzar las sanciones, tanto a los países, como a los bancos, como a las personas individuales. Sancionar significa, entre otras cosas, excluir de la red Swift y, por lo tanto, del comercio internacional.

Es una trampa para ratones. Si Estados Unidos acusa a un banco ​​de violar las sanciones, puede ser sancionado a su vez, con consecuencias catastróficas para sus negocios. En 2014 el banco BNP Paribas, que había realizado transacciones de petróleo iraní, prefirió declararse culpable ante los tribunales estadounidenses por haber violado las sanciones y pagar una multa récord de 9.000 millones de dólares, que no ser excluido de Swift.

Incluso los bancos chinos tienen que ser muy cautelosos con Rusia, por más que eviten utilizar dólares en sus transacciones. Rusia y China han creado sistemas alternativos a Swift, pero eso es sólo una parte del problema porque siguen utilizando internet y, por lo tanto, no escapan a la vigilancia del Tesoro estadounidense.

Tanto Swift como internet son mecanismos que garantizan la hegemonía de Estados Unidos sobre el resto del mundo, algo que no está al alcance de ningún otro país en el mundo.

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