Swift, la palanca de la hegemonía financiera del imperialismo, se ha quebrado

Hoy los medios llevan todo el día hablando de Swift porque entre las sanciones previstas contra Rusia está su exclusión de dicha red interbancaria, creada en 1973 en Bélgica. En inglés “swift” significa vencejo, un ave capaz de volar muy rápido. La red de comunicación financiera sustituyó al antiguo sistema de teletipos y pronto se convirtió en el centro neurálgico de las finanzas mundiales.

Si las cuentas corrientes en Europa se identifican con el prefijo Iban, la red internacional utiliza el código Bic/Swift, que no mueve un céntimo por sí mismo; se limita a gestionar los mensajes que permiten las transacciones internacionales.

Tras los atentados del 11 de septiembre, la red se puso bajo el control del Tesoro de Estados Unidos para ser utilizada en las diferentes guerras de agresión. La aprobación de la Ley Patriótica fue seguida de un decreto que confiere al Departamento del Tesoro de Estados Unidos competencia compartida con el FBI y la CIA en el control de las redes financieras internacionales.

Al principio la red contó con la complicidad de la Unión Europea, pero el sistema, a pesar de que es europeo, acabó volviéndose en su contra. Swift resume, pues, las contradicciones interimperialistas de hoy.

El Departamento del Tesoro puso en marcha un Programa de Seguimiento de la Financiación del Terrorismo (TFTP), que era confidencial e ilegal al mismo tiempo. Los usuarios de la red no fueron informados por la empresa Swift de que sus datos personales estaban siendo transmitidos al Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.

En 2006 una serie de artículos publicados e por el New York Times, el Wall Street Journal y Los Angeles Times destaparon su existencia, aunque los bancos centrales suizo, neerlandés y belga lo sabían desde 2002 y se contentaron con las buenas palabras del Tesoro estadounidense..

El Programa utilizaba los datos almacenados en los servidores de la empresa Swift en Virginia, a pesar de que según la legislación europea, la empresa belga no podía divulgarlos.

La revelación atrajo la atención de las instituciones europeas, en primer lugar del Parlamento Europeo, que unas semanas más tarde aprobó una resolución recordando que transferencia de datos personales pertenecientes a ciudadanos europeos debe realizarse en el marco de la Directiva 95/46/CE. A diferencia de Europa, en Estados Unidos el derecho a la intimidad y la protección de los datos personales no tienen rango constitucional.

La Directiva europea exige a las empresas que tratan datos personales que informen a los usuarios de la plataforma de la identidad de las personas jurídicas que pueden acceder a ellos.

Swift es propiedad y está gestionado por sus miembros, entre los que se encuentran algunas de las mayores instituciones financieras del mundo: bancos, por supuesto, pero también empresas de corretaje y bolsas. El servicio de mensajería bancaria se transmite codificado. Contiene datos relativos al país del que proceden, pero también la institución financiera en la que se encuentran sus cuentas y la sucursal que debe recibir la transacción.

La información que pasa por la red es numerosa, con más de 5.000 millones de mensajes intercambiados en 2014. El acceso a los datos de Swift significa, en primer lugar, tener la capacidad de rastrear las transacciones financieras en todo el mundo, en segundo lugar, poder identificar a los autores y, en tercer lugar, poder desalojar a determinados Estados y agentes privados de la red.

Falta de neutralidad y sumisión al imperialismo estadounidense

Swift no es neutral. Los datos se almacenan en dos servidores, uno en Holanda y otro en Estados Unidos, cada uno de los cuales almacena todos los datos intercambiados en la red. Esta situación geográfica hace que el programa esté dominado por dos actores: la Unión Europea y Estados Unidos. La empresa está sometida a ambas potencias, lo que genera importantes conflictos de intereses.

El caso Swift ilustra las presiones a la que están sometidas las empresas europeas que operan en Estados Unidos. El gobierno de Bush citó en secreto a la empresa 9 para que revelara ciertos datos sensibles de sus servidores. Tuvo que elegir entre violar la ley europea sin conocimiento de las institucionnes de Bruselas o resistirse abiertamente a la aplicación de la ley estadounidense. La empresa optó por acatar las órdenes judiciales estadounidenses.

Hasta las revelaciones de los medios, la Unión Europea aparentó que no sabía nada y cuando la claudicación de Swift salió a la luz la Comisión Europea tardó diez años en reaccionar. Swift tardó otros tres años en poner fin al sistema de copias de seguridad y repatriar los datos europeos almacenados en California al Viejo Continente.

Los acuerdos Swift II, aprobados en 2010 por el Parlamento Europeo, mantuvieron así la transmisión de datos al continente americano y la condicionaron a los fines de la “lucha contra el terrorismo”, per luego un informe de la Autoridad Común de Control de Europol criticó el carácter ilusorio de este convenio internacional. En un informe presentado al Parlamento Europeo, dicha Autoridad señaló que todos los datos europeos solicitados por las autoridades estadounidenses habían sido comunicados por la agencia encargada de limitar la transmisión: Europol.

La Comisión Europea quedó en evidencia, una vez más, y comenzó a preocuparse por la “soberanía digital”. En enero de 2012 aprobó un reglamento sobre la protección de datos personales, que establece algunos principios clave como el consentimiento “explícito” y “positivo” para la comunicación de datos personales a terceros o el “derecho de supresión”. El reglamento es una de las pocas disposiciones de la legislación europea que se aplica de manera extraterritorial.

La red Swift como mecanismo de chantaje internacional

Estar conectado a la red Swift significa estar conectado a los mercados financieros; ser expulsado de ella conlleva inevitablemente un agotamiento de sus canales de financiación. Aunque hay formas de eludir esta sanción, el procedimiento es engorroso: requiere tener cuentas abiertas en todo el mundo.

Tanto Estados Unidos como la Unión Europea utilizan su dominio de la red como instrumento de represalias. En 2014 el Parlamento Europeo propuso “excluir a Rusia de la cooperación nuclear civil y del sistema Swift”. Aunque la Comisión apenas ha actuado, la mera amenaza es una forma refinada de sanción; los bancos son siempre reacios a validar los flujos hacia un país amenazado de exclusión de la red, por miedo a invertir en empresas condenadas a la asfixia financiera a más o menos corto plazo.

Por otra parte, a diferencia de la Unión Europea, Estados Unidos ha superado ampliamente la fase de las amenazas. Debido a la negativa de Teherán a abandonar su programa nuclear, treinta bancos iraníes fueron desconectados de la red Swift entre 2014 y 2016. Las sanciones se llevaron a cabo en consulta con la Unión Europea. En 2018 Trump decidió aumentar las sanciones a Teherán y cincuenta bancos iraníes fueron proscritos.

Es un arma de doble filo porque entre 2016 y 2018 Estados Unidos llegó a sancionar a las empresas europeas establecidas en Irán. Cuando se restablecieron las sanciones, Washington no toleró ninguna “exención humanitaria”, como productos farmacéuticos, agrícolas o agroalimentarios.

El control estadounidense sobre la red Swift ha fomentado en los últimos años el desarrollo de redes locales y regionales de comunicación financiera. Algunos miembros de la Unión Europea, Francia, Alemania y Austria, han desarrollado ellos mismos un “sistema de comunicación bancaria electrónica estandarizada” regional.

Este tipo de instrumentos ha tenido mucho éxito en países como China, Turquía e Irán, que son especialmente susceptibles de sufrir las presiones estadounidenses. Por ejemplo, en 2014 el Banco Central de Rusia desarrolló su propia red de comunicación financiera llamada “Sistema de transferencia de mensajes financieros” que permite la transferencia de datos financieros dentro de Rusia. Pero estas redes de comunicación locales o regionales, centradas en un mercado restringido, no son, sin embargo, alternativas convincentes a Swift, sino sólo instrumentos que permiten eludirla, en caso necesario.

Irán destapa la sumisión financiera de Europa

De 2012 a 2015, y luego en 2018, tras una breve pausa permitida por los acuerdos nucleares, las sanciones estadounidenses obligaron a Swift a suspender a algunos bancos iraníes de su red. Swift se encontró atrapada entre un doble requerimiento, el que emanaba de la Unión Europea amenazando a sus empresas con sanciones en caso de someterse a las exigencias estadounidenses, y la amenaza que los propios estadounidenses suponían para la red si no respetaban las sanciones.

En el nuevo pulso, Estados Unidos vuelve a ganar a una Unión Europea incapaz de hacer valer su jurisdicción sobre una empresa que tiene su sede en Europa. Sin embargo, algunas voces comienzan a alzar la voz. Por primera vez, en Europa se habla de imitar a China y a Rusia y crear una arquitectura financiera al margen del dólar. La idea de que la eurozona debería comprar su gas y petróleo iraní en su propia moneda empieza a ganar terreno.

En 2019 Alemania, Francia y Reino Unido crearon Istex, que replica las funciones de Swift pero fuera de su red y dentro de un circuito limitado que incluye también a Suecia, Dinamarca, Bélgica, Noruega, Finlandia y Holanda, que quiere mantener los vínculos económicos con Irán fuera del dólar para mantener el acuerdo nuclear. Inicialmente esta red alternativa se limita a los productos alimenticios y médicos, pero empiezan a aparecer estrategias de bricolaje: las empresas se mantienen en contacto con los bancos iraníes a través de sistemas de mensajería específicos o proponiendo el uso del código Iban en lugar de Swift para identificar las cuentas bancarias. Otras alternativas son más consistentes, como la de desvincular a Swift de Target 2, el sistema de liquidación bruta de la zona euro.

Swift revela que Estados Unidos concibe las relaciones internacionales como una competición entre grandes potencias, en la que sus propios intereses deben hacerse valer por encima de todo. La Unión Europea, y en particular Alemania y Francia, están especialmente expuestos en este contexto, considerados como competidores que alimentan su déficit comercial. Por ello, se ha acostumbrado a espiar a los miembros de la Unión Europea. El “terrorismo” no es más que el pretexto invocado repetidamente desde 2001.

China también ha desplegado su propia red alternativa

China disputa la hegemonía del dólar en el mercado financiero internacional. En 2009, tras la política de flexibilización cuantitativa de la Reserva Federal, Zhou Xiaochuan, gobernador del Banco Central de China, pidió que se reforzara el papel de los DEG (Derechos Especiales de Giro) para complementar las reservas de los países del FMI frente al dólar. La propuesta no tuvo éxito.

Inmediatamente después comenzó a promover, paralelamente a su política de acumulación de oro para restablecer un patrón a plazo, la liquidación del comercio bilateral en renminbi (RMB).

En 2015 dio un paso más al crear CIPS, una infraestructura de pagos internacionales en RMB que, aunque está pensada para competir con Swift, sigue coordinándose con él hasta que sea más competitivo.

El choque no es frontal, ya que CIPS concentra su presencia en el área de “clearance and shimpent”, mientras que Swift mantiene su papel central en la mensajería bancaria. Ante la falta de éxito esperada tras la implantación del sistema Swift GPI, que aumenta la velocidad de las transferencias, China ha optado por una solución complementaria y alternativa para eludir a Swift: el yuan digital. Todavía está en sus inicios en el ámbito nacional, aunque tiene ciertas ventajas ya que el criptoyuan utiliza blockchain y puede ser utilizado no sólo como moneda sino también como sistema de pago.

Esta opción ha sido recientemente respaldada por otra vía, la de los circuitos alternativos. Establecidos inicialmente entre Moscú y Pekín para el comercio bilateral, en 2020 lograron reducir los intercambios de dólares entre los dos países a la mitad. A partir de entonces estos circuitos se van amplíando cada vez más y permiten una legitimación autónoma del sistema alternativo a Swift. CIPS también cuenta con varios bancos extranjeros como accionistas, como HSBC, Standard Chartered Bank, Bank of East Asia, DBS Bank, Citi Bank, Australia and New Zealand Banking Group y BNP Paribas.

Sin embargo, existe un freno a la internacionalización del RMB porque no fluctúa libremente en los mercados. Por razones obvias de autonomía de los circuitos financieros internos, China sigue aplicando estrictos controles de capital. Consciente de las dificultades, el gobierno de Pekín aprovecha su presencia en los países de la Nueva Ruta de la Seda. Su fuerte inversión en esos países debería empujar a los países occidentales a invertir en sus infraestructuras endeudándose en yuanes y sumándose, directa o indirectamente, a su sistema alternativo a Swift y, al mismo tiempo, contrarrestar el viejo modelo del petrodólar estadounidense.

Además, China ha creado una red financiera capaz de seguir expandiéndose. Desde 2019 hay un proyecto de alianza en materia de intercambios monetarios entre Rusia, China e India, que aún no dispone de un sistema independiente de transferencia de fondos en su territorio. Está obligada a recurriría al Banco Central de Rusia para autorizar sus propias transferencias fuera de la red Swift.

Esta alianza refuerza la autonomía de la UEA (Unión Económica Euroasiática) y se ajusta a la perspectiva que el CIPS se había fijado para finales de 2020, a saber, vincular a mil bancos e instituciones financieras en su sistema. La ampliación del CIPS y sus canales de distribución explica iniciativas como la Nueva Ruta de la Seda y el bloque de los Brics. Son un mecanismo de protección frente a los intentos de aislamiento y las nuevas sanciones de Estados Unidos.

Blockchain contra Swift

Cuando se creó, Swift tenía muchas ventajas frente a los teletipos, pero ahora se ha quedado obsoleto. La normalización de los mensajes relacionados con las transacciones financieras se consigue hoy con la norma ISO20022, una sintaxis unificada para todas las transacciones financieras en el mundo. La tecnología blockchain y otras parecidas ofrecen resultados igualmente buenos por menos dinero. Las transferencias a través de Swift cuestan entre 15 y 60 dólares al cliente, dependiendo de la institución bancaria, o una comisión variable de alrededor del 3 por cien. Además, no operan en tiepo real, sino que tardan de 2 a 5 días, un plazo inadmisible para los mercados actuales.

Blockchain es la tecnología que más se baraja hoy en día para sustituir a Swift. Aunque no todos los proyectos basados en blockchain tienen el mismo objetivo, uno en particular pretende facilitar específicamente las transferencias internacionales de fondos: Ripple, con su producto RippleNet, cuyo objetivo es que el dinero fluya a la misma velocidad que la información. Una transacción a través de Ripple tarda menos de 5 segundos y cuesta unas 4 céntimos de dólar.

La nueva red se está adaptando a la norma ISO20022. Como las redes P2P, Ripple es una transacción entre dos miembros de la red que puede recorrer varios caminos diferentes para ir de una cuenta a otra. Por lo tanto, depende de un gran número de nodos. Si sufrieran un ataque, unas 50.000 cuentas podrían quedar aisladas de la red.

Las sanciones contra Venezuela demostraron que el bitcoin es una forma de burlar el bloqueo estadounidense que ha inspirado a iraníes, europeos y chinos. El Banco Central Europeo está estudiando el lanzamiento de una moneda digital basada en blockchain, lo mismo que China. El euro digital es más que una simple moneda. Se trata de una arquitectura financiera que contiene su propio sistema de pagos. La Unión Europea también quiere convertirse en el primer emisor a escala internacional y cosechar así los beneficios reservados a una moneda de referencia.

Aunque estas iniciativas están en periodo de gestación, y aunque es muy poco probable que hoy la Unión Europea se arriesgue a una guerra financiera con Estados Unidos, hay una conclusión evidente: la hegemonía de Estados Unidos sobre el sistema monetario internacional se ha acabado.

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