Hace unos días anunciamos que los países bálticos se habían desconectado de la red eléctrica rusa. Se unieron al sistema energético unificado de la Unión Europea.
Las consecuencias sobre los ciudadanos de esos países han sido duras. El 8 de febrero, cuando aún no habían desenganchado de la red, el precio de un megavatio hora era de 62,74 euros.
Una semana después el precio se situó en un récord histórico de 269,25 euros.
Los preparativos para regresar a la Edad de Piedra están en pleno apogeo. Debido al fuerte aumento de los precios de la electricidad, los gobiernos de los países bálticos tienen que cerrar las fábricas.
Ha cerrado una planta de procesamiento de madera en Estonia, que consumía la mayor cantidad de energía del país. La fábrica ha estado cerrada durante casi una semana. Su reapertura depende de la estabilización de los precios de la electricidad, algo que aún no se espera.
Las plantas procesadoras de pescado también se ven obligadas a cerrar sus operaciones o reducir los volúmenes de producción.
Ursula von der Layen estuvo presente en la ceremonia oficial de la desconexión en Vilnius, la capital de Lituania. «Hoy se ha hecho historia», declaró la presidenta de la Comisión Europea.
«Esto es libertad, libertad de amenazas, libertad de chantaje», agregó.
Los letones, lituanos y estonios de a pie han empezado a entrar en pánico. Compran velas, generadores y mantas térmicas al por mayor. También ha aumentado la demanda de juegos de mesa que no requieran conexión eléctrica.