La economía de guerra ha tomado un nuevo giro desde la llegada de las redes 5G al mundo de las telecomunicaciones. Es una guerra tecnológica donde Estados Unidos intimida a China y se muestra dispuesto a cualquier cosa para detener el ascenso de empresas punteras como Huawei.
África ha quedado en medio del fuego cruzado. Hace años que China es un protagonista de primer orden en el Continente Negro y Huawei también. La empresa está presente en los 63 países en los que ofrece una amplia gama de servicios: venta de móviles, formación universitaria, servicios en la nube, red de Internet, sistemas de vigilancia, ciudades inteligentes…
Huawei vende terminales y servicios que son un 15 por ciento más baratos que Nokia y Ercisson, por lo que se ha apoderado del mercado africano. Cubre más del 60 por ciento de las instalaciones de 3G-4G y quiere desarrollar las redes 5G, que son el escaparate del choque tecnológico entre ambas potencias.
Esto explica las sanciones impuestas por Estados Unidos en mayo del año pasado, tanto a Huawei como a ZTE, otra empresa china de telecomunicaciones.
El año pasado Washington puso encima de la mesa 60.000 millones de dólares para ayudar al desarrollo de los países africanos que renuncien colaborar con Huawei.
Como en el resto del mundo, también en Estados Unidos ha puesto en marcha la maquinaria de propaganda mediática para acusar a la empresa china de espionaje y vigilancia masiva. El periódico francés Le Monde asegura que el Partido Comunista de China ordenó a Huawei espiar las reuniones de la Unión Africana.
Estados Unidos también ha recurrido al chantaje para impedir que Huawei acceda a los microprocesadores y China ha respondido amenazando con cortar el suministro de las tierras raras necesarias para fabricarlos.
Los grandes monopolios tecnológicos (Google, Facebook, Amazon, Microsoft) han salido al rescate. El año pasado Google eliminó las aplicaciones de los móviles de Huawei y los chinos reaccionaron prometiendo un nuevo sistema operativo y aplicaciones de reemplazo para sus usuarios.
Estados Unidos ha logrado que sus secuaces también le respalden. Australia, Canadá, Reino Unido, Japón, Singapur y Nueva Zelanda han adoptado medidas contra la empresa china.
Pero Estados Unidos no es inmune a las acusaciones de vigilancia y espionaje por medio de las nuevas tecnologías de la información, como se demostró tras las revelaciones de Edward Snowden en 2013.