Suecia: del dinero fiduciario a la moneda digital y regreso al punto de partida

A comienzos de este año Suecia, pionera en la erradicación del dinero fiduciario, dio marcha atrás. El gobierno promulgó una nueva norma que entró en vigor el 1 de enero para obligar a los bancos a entregar billetes y monedas.

Los suecos pueden volver a retirar dinero en efectivo en un radio de 25 kilómetros de su casa. La ley se aplica al 99,7 por ciento de la población y el banco central vigila para que los bancos recalcitrantes cumplan con la norma.

En un país en el que todo se puede pagar con tarjeta, sin compra mínima, desde la más pequeña hasta la más grande, cada vez más suecos no llevan monedas o billetes. El sistema de pago digital “swish” es instantáneo por teléfono y vincula cada número a una cuenta bancaria. Suecia fue uno de los primeros en adoptar la nueva tecnología, que muchos celebraron como la divisa de una sociedad modélica… en todo menos en la pandemia.

En Suecia sólo circulan 56.000 millones de coronas, lo que representa sólo el 1,2 por ciento del PIB, y el dinero en efectivo se utiliza ahora en sólo en el 6 por ciento de las transacciones. Es el nivel más bajo del mundo, dado que el promedio de la zona euro es de más del 10 por ciento. Hasta este año las tiendas rechazaban el dinero en efectivo.

La motivación principal del cambio es social. El dinero digital tiene un coste que muchos no pueden pagar. Exige tener un móvil, número de registro universal, una cuenta bancaria y una dirección fija que no tienen los inmigrantes, los turistas o las personas en situación precaria.

Requiere el dominio de las aplicaciones digitales y la capacidad de consultar la cuenta bancaria en una terminal: un móvil, un ordenador o una tableta, que no todos tienen y no todos pueden comprar.

También requiere una conexión permanente a la red telefónica y a internet, lo que no siempre es posible en las zonas rurales. Por lo tanto, impide a todos aquellos que no cumplen estas condiciones comprar bienes y servicios.

A los ciudadanos también les preocupa el riesgo de ataques informáticos o la caída de la conexión a internet. Se quedarían sin medios de pago.

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