¡Son periodistas, estúpido, o cuando el gremio es noticia!

Bianchi

Hace escasos días ha sido noticia en las primeras planas, portadas y pantallas el plante -con las cámaras y micrófonos en el suelo- de los periodistas del Parlament de Catalunya ante los «ataques» sufridos durante manifestaciones en la calle, defendiendo que el colectivo -de periodistas- deben poder ejercer su profesión con libertad y la máxima seguridad. Esto es, dicho a la castiza manera, que se les deje mentir, manipular y tergiversar a modo y como siempre y con tranquilidad, o sea, sin contrainformaciones, sin «feedback», que se dice en el argot, que no me tosan, vaya.

Tal parece, o pareciera, que la fidelidad del relato de unos hechos, su narrativa, sea monopolio de los medios de comunicación autorizados (oficiales) para contarla, y cualquier «desautorización» de sus versiones mediante «ataques» que rozan lo físico -que es el meollo de la cuestión al margen de la veracidad de lo que se cuenta- es una sacrílega agresión a la sacrosanta libertad de expresión, entendida ésta de manera absoluta dizque antimarxista. No se hable, pues, de que la verdadera libertad de expresión, o una manifestación de ella, reside en la masa anónima que «ataca» a los representantes (?) de la opinión pública, es decir, en el mundo del periodismo que es quien decide qué es y qué no es libertad de expresión, y, sobre todo, su manera de expresarla porque, el más liberal y progre de esta especie podrá argumentar que la chusma puede expresarse, sí, pero si lo hace con violencia, ya pierde fuerza, peso y razón en sus planteamientos o cuando exclama «televisión, manipulación». Hay que ser exquisito, educado, gentleman, y esperar tu turno, si lo tienes…

Hemos dicho «opinión pública» como si sólo hubiera una. Ocurre que, en una sociedad dividida en clases, hay más de una. Otra cosa es que se tienda a tener formada una sola opinión pública, que es el objetivo de la oligarquía, casi conseguido con la concentración de medios y la proliferación -y recitación-  del mismo mensaje que hoy llaman «mantras» como un «hare krisna». No existe -no es neutral- la información por la información; se informa, o desinforma, para orientar en determinado sentido. Desde esta perspectiva, la comunicación se revela como una fuerza que puede servir tanto para la liberación del hombre, digámoslo así, como para su opresión.

Hay cosas que, de puro sabidas, se olvidan y conviene refrescarlas, como por ejemplo lo que sigue y dice que la clase que dispone de los medios de producción material dispone, a la vez, de los medios de producción intelectual, esto es, los mass media, la ideología, etc. No es que millones de personas estén alienadas por la televisión (atontadas por la «caja tonta»), sino que están alienadas por el capitalismo.

Los editoriales de la prensa («las» editoriales son de libros), la mayoría, se amparan en la bandera pirata anglosajona que reza: «los hechos son sagrados, el comentario es libre», adagio que sonaba bien en los tiempos del capitalismo liberal de libre competencia, pero no en la época actual del imperialismo y los monopolios donde lo que impera es el reforzamiento constante de los patrones ideológicos dominantes -los «mantras» aludidos- que deben ser incorporados -como una «aguja hipodérmica» de Lasswell- en la práctica cotidiana de las masas.

Lenin sostenía que la «libertad de prensa» es la libertad para comprar periódicos y escritores (burgueses). Algo parecido mantenía sobre la «libertad» en abstracto («¿libertad, para que?», «¿libertad, para quién»?) y se aprovechó para tildarle poco menos que de liberticida y, por supuesto, «totalitario» y demás zarandajas , ocultando bajo qué modo de producción ocurría lo que decía y denunciaba el gran revolucionario. No es lo mismo lo que decía Lenin bajo el capitalismo que con el socialismo. Y hablando de este último, y para que se vea lo mucho que se cuidaba Lenin de que lo pillaran en renuncio, decía que «en un Estado socialista recién creado y no consolidado aún, en que la burguesía es todavía fuerte, la libertad de prensa burguesa es la libertad de organización política de la burguesía y de sus servidores más fieles, por lo que entregar a la burguesía un arma más, como la libertad de organización política, significa facilitar la causa del enemigo de clase». Justo lo que reclamaban, solapadamente al principio, los cabecillas del llamado, con los años, «socialismo de rostro humano» dando por hecho que el socialismo, no digamos el comunismo, es un régimen «totalitario» per se, pero estos son otros jeribeques.

La contradicción fundamental de los medios en la sociedad capitalista estriba en que la comunicación es social, es patrimonio de la colectividad que la constituye, mientras que los instrumentos de la comunicación, los medios, son propiedad privada.

Libre es quien tiene los medios para expresarse, como le ocurre, entre otros, a este blog. ¿Pueden decir lo mismo tribuletillos, plumilllas, becarios y «mandaos», voces de su amos?

Buona sera.

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