Sobre la estrategia y la táctica de la revolución proletaria

M.P.M. (Arenas)
Antorcha núm. 3, junio de 1998





«Sólo un partido dirigido por una teoría de vanguardia puede cumplir la
misión de combatiente de vanguardia»

Esta frase de Lenin se ha repetido tantas veces entre nosotros,
que algunos la han convertido en una fórmula capaz de resolver por sí misma
hasta los problemas más difíciles o escabrosos. Otros, en cambio, se refieren a
ella para subrayar nuestras carencias teóricas, como si en este terreno quedara
todo por hacer o debiéramos partir de cero, proponiendo por su parte algunas
teorías completamente desconectadas de las experiencias del movimiento
revolucionario y de la vida real. Por otra parte, encontramos también a los
que, al mostrarse contrarios a todo vanguardismo y dirigismo,
no sólo desdeñan la importancia de la teoría y del debate en torno al programa
revolucionario, sino que para ellos ese tipo de debates carece de toda
significación práctica. Por lo general, estos practicistas identifican la labor
teórica y la crítica revolucionaria de las ideas y concepciones burguesas, con
la práctica teórica que realizan algunos charlatanes, por lo
que no es de extrañar que anden desorientados.

Lenin resaltaba que para Marx todo el valor de su teoría residía
en que por su misma esencia es una teoría crítica y revolucionaria
. Y esta
última cualidad es, en efecto, inherente al marxismo por entero y sin ningún
género de duda porque dicha teoría se plantea directamente la tarea de poner al
descubierto todas las formas de antagonismo y explotación en la sociedad
moderna, estudiar su evolución, demostrar su carácter transitorio, la
inevitabilidad de su conversión en otra forma, y servir al proletariado, para
que éste termine lo antes posible y con la mayor facilidad posible, con toda
explotación (1). En la teoría de Marx y Engels está contenida la
estrategia y la táctica de la revolución proletaria, una estrategia y una
táctica que son válidas para el proletariado de todos los países. De ellas
partimos los comunistas para elaborar la línea política y el programa de la
revolución (para lo cual debemos tener en cuenta las condiciones específicas de
nuestro país, las tradiciones de lucha del proletariado, etc.), de manera que
cuando nos referimos a la estrategia y la táctica (a la teoría general), lo
primero que pensamos es que no tenemos necesidad de inventarlas o elaborarlas,
ya que éstas hace tiempo que fueron elaboradas, fundamentadas científicamente,
por el marxismo. Claro que esto no nos exime de la obligación de tener que
estudiarlas y asimilarlas, de modo que podamos aplicarlas en la práctica y en
cada situación concreta como lo que resultan ser: una guía para la
acción
. Esta guía nos proporciona el conocimiento de las leyes y
contradicciones fundamentales que determinan la evolución y el cambio brusco de
la sociedad, en particular las leyes que rigen en la aparición, desarrollo y
transformación de la sociedad burguesa en una sociedad nueva esencialmente
distinta: la sociedad comunista.

Como es bien sabido, la estrategia y la táctica de lucha del proletariado
revolucionario de todos los países, formuladas por Marx y Engels, están
fundadas sobre los sólidos cimientos del materialismo histórico, en la economía
de Marx y en su teoría de la lucha de clases y de la dictadura del
proletariado. La concepción del materialismo histórico nos demuestra, a decir
de Lenin, cómo en virtud del desarrollo de las fuerzas productivas, de
un sistema de vida social surge otro más elevado
 (2). La
economía de Marx nos ofrece la radiografía de la
sociedad burguesa, su estructura económica y social, sus leyes y contradicciones
específicas, que la distingue de los demás sistemas económico-sociales, en
tanto que la teoría de la lucha de clases y de la dictadura del proletariado
expresa el antagonismo, la lucha de intereses contrapuestos, que enfrenta al
proletariado y a la burguesía y el modo en que habrá de ser resuelto. Tales
son, muy a grandes rasgos, las concepciones, las leyes, principios e ideas que
definen la estrategia y la táctica del proletariado revolucionario de todos los
países, por lo que si alguno quisiera o tuviera necesidad de encontrar una
nueva estrategia y una nueva táctica deberá buscar en otra parte, no en los
textos del marxismo, sino en los textos de los revisionistas y otros teoricistas.

I

Aparentemente, son contados los textos marxistas que tratan sobre la
estrategia o sobre lo que generalmente se entiende como los fines u objetivos
últimos
 de la lucha proletaria, mientras que abundan los dedicados a
la táctica. Si estudiamos, por ejemplo, a Lenin encontramos que, con la
excepción de sus trabajos dedicados a la divulgación o defensa de las
concepciones e ideas de Marx y Engels, la mayor parte de su voluminosa obra
está dedicada a la elaboración del programa y la táctica del partido, y eso aun
cuando, como es sabido, la revolución en Rusia no tenía como meta inmediata de
la acción revolucionaria la toma del poder por la clase obrera, por lo que, si
nos dejamos llevar por esa primera impresión a que hemos aludido (la falta de
una estrategia), su atención debería haber estado centrada en la formulación de
una estrategia diferenciada, distinta a la definida por Marx y
Engels. Es lo que siempre han tratado de hacer los revisionistas, para quienes
los textos clásicos de Marx y Engels, incluso hoy día los de Lenin, son algo viejos,
están desfasados, han sido superados por la
evolución histórica o están pasados de moda. De ahí que no
desaprovechen ninguna ocasión para revisarlos y proponer en su lugar -basados
en algunos aspectos nuevos, pero siempre secundarios de la evolución del
régimen capitalista, o bien en las necesidades momentáneas del movimiento
obrero- una estrategia nuevaoriginal o muy creadora.
Y es que en la literatura marxista-leninista se da por sentado que el
proletariado revolucionario de cualquier país no tiene más objetivo estratégico
que la demolición del Estado de la dictadura burguesa y la construcción de otro
Estado nuevo de dictadura del proletariado, a fin de poder comenzar la obra de
edificación comunista. Todas las obras de Marx y Engels no contienen, en
realidad, sino la fundamentación teórica de esa estrategia, que aparece
resumida o abreviada en El Manifiesto Comunista elaborado por
ambos y en otras importantes obras en las que abordan cuestiones de la táctica
revolucionaria, aunque, como es lógico suponer, en esto último (en lo
relacionado con la táctica) el análisis y la solución concreta de los problemas
dependen más de las condiciones de cada época y de cada país. Esto explica que
haya sido en este terreno donde Lenin y Mao hayan centrado más su atención. Sólo
si se tiene en cuenta en forma objetiva 
-escribe Lenin- el
conjunto de las relaciones mutuas de todas las clases, sin excepción, de una
sociedad dada y, por tanto, también el grado objetivo de desarrollo de esta
sociedad, lo mismo que las relaciones mutuas entre ellas y otras sociedades, es
posible disponer de una base para una táctica correcta de la clase de
vanguardia
 (3).

Como vemos, Lenin se refiere expresamente a táctica correcta,
dando por sentado que la estrategia no puede ser otra distinta de la que ya
hemos comentado. ¿Podría ser de otro modo? ¿Puede tener el proletariado de
cualquier país otro objetivo distinto al derrocamiento del poder de la
burguesía y el establecimiento de su propio poder? Los revisionistas siempre
han utilizado esa necesidad que se le plantea a la clase obrera de disponer
de una base
 sobre la que establecer una táctica correcta, para
introducir en el seno del movimiento la ideología y la política liberal burguesa
y conducirlo por el camino trillado del reformismo y la conciliación de clases. Determinar
de cuando en cuando la conducta que se debe seguir, adaptarse a los
acontecimientos del día, a los virajes de las minucias políticas, olvidar los
intereses cardinales del proletariado y los rasgos fundamentales de todo el
régimen capitalista, de toda la evolución del capitalismo y sacrificar esos
intereses cardinales por ventajas reales o supuestas del momento: ésa es la
política revisionista
 (4).

Otros oportunistas de la misma escuela que los revisionistas, sólo que
más radicales o izquierdosos, complementan la labor de
confusión y división que realizan aquéllos dentro del movimiento obrero
parloteando sin cesar de la dictadura del proletariado y
tachando de reformista la táctica verdaderamente
revolucionaria, marxista-leninista, que habrá de permitir a la clase obrera
aproximarse y finalmente alcanzar su objetivo. Esos charlatanes de izquierda hacen
así el juego a los derechistas más contumaces y les dejan todo el campo libre.

Para que esto no suceda, el Partido Comunista tiene que plantear
correctamente y ponerse al frente de la lucha por los intereses inmediatos de
los trabajadores a la vez que defiende dentro del movimiento sus intereses u
objetivos futuros. Esa lucha por los intereses inmediatos de las masas no entra
en contradicción con la defensa de sus intereses últimos, y de hecho, los
posibilita. También la defensa intransigente de los objetivos revolucionarios
supone la única garantía para la obtención de mejoras inmediatas, pues une y
fortalece al proletariado frente a sus enemigos y dota a su movimiento de una
perspectiva clara, por lo que jamás ha de hacerse ninguna concesión en el
terreno de los principios, debiendo ser éstos salvaguardados en todo momento. A
ello habrá de contribuir la aplicación de una táctica acertada de lucha que se
corresponda a las circunstancias internas e internacionales de cada momento.
Sobre este particular conviene recordar lo que decía Lenin quien, retomando una
idea de Marx, llama a tener en cuenta como parte de la táctica, en cada etapa o
fase de desarrollo social, la dialéctica de los periodos de estancamiento político
y de los cambios bruscos: Por una parte, aprovechando las épocas de
estancamiento político o de desarrollo a paso de tortuga, el llamado
‘pacífico’, para desarrollar la conciencia, la fuerza y la capacidad combativa
de la clase avanzada, y por otra parte, encauzando toda esta labor de
aprovechamiento hacia el ‘objetivo final’ del movimiento de dicha clase,
capacitándola para resolver prácticamente las grandes tareas en los grandes
días
 que concentran en sí veinte años (5).

II

Un rasgo que podríamos considerar común a todo proceso revolucionario es
que éstos se efectúan siempre a través de etapas diferenciadas. En unos casos,
el comienzo de una etapa coincide con la culminación de toda una fase de
desarrollo histórico, económico y social; tal sucede con las revoluciones
socialistas iniciadas como continuación de la revolución democrático-popular.
En otros, se trata del final de una fase y del comienzo de otra en el
desarrollo de una misma revolución. El proceso revolucionario nunca es lineal,
sino zigzagueante y se efectúa por etapas, en oleadas y a
través de saltos. En todo esto influye enormemente la situación general del
capitalismo y la fuerza con que puede contar en un momento dado el movimiento
revolucionario, no sólo dentro del país, sino también a escala internacional,
lo que a su vez obliga al proletariado revolucionario a revisar su táctica:
bien para emprender una ofensiva o para replegarse ordenadamente en espera de
una situación más favorable que le permita proseguir su avance. Naturalmente,
esto exige que se mantenga firme en sus concepciones y principios
revolucionarios así como en las posiciones políticas que haya podido conquistar.

Es en estas condiciones, particularmente, cuando se debe poner cuidado
para no confundir el objetivo final de la lucha con los
objetivos que se pueden alcanzar para una determinada etapa del proceso
revolucionario. Estos otros objetivos pueden ser también estratégicos para
dicha etapa, lo que no quiere decir que no exista ninguna otra o que nos
debamos proponer marchar desde ella siempre en línea recta hasta el
objetivo final
, sin reparar en las nuevas circunstancias que, por otra
parte, sin ninguna duda, habrá que cambiar en uno u otro momento. De aceptar
esa concepción tan unilateral, estrecha, rígida, del proceso revolucionario
¿qué haríamos, por ejemplo, en una situación de receso generalizado del
movimiento o, como ha sucedido recientemente, cuando la revolución ha sufrido
una severa derrota en todo el mundo? ¿no habría que fijar como objetivo estratégico inmediato
la recomposición de las fuerzas revolucionarias? ¿no exigiría el cumplimiento
de esta tarea una etapa más o menos prolongada de trabajo orientado según la
táctica definida por Marx y Lenin para los periodos llamados pacíficos,
en los que el movimiento marcha a paso de tortuga? La etapa que
siguió a la terminación de la guerra antifascista y revolucionaria de 1936-39
en España, no obstante el corto periodo de la guerrilla, tuvo ese carácter de repliegue y
de reposición de fuerzas, pero en lugar de eso lo que se produjo, por
influencia revisionista, fue una verdadera liquidación del Partido y el
movimiento, lo que ha hecho mucho más difícil y prolongada esa labor. Pero
incluso en una situación de ascenso revolucionario ¿se puede saltar por encima
de la fase preparatoria, del nivel de conciencia de las amplias masas del
pueblo y pasar de un día para otro, del régimen burgués al socialismo? ¿se puede
plantear la implantación de la dictadura del proletariado desde la situación
del régimen capitalista sin que medie un periodo de lucha política que permita
capacitar a las masas en el democratismo más consecuente, que las lleve a
comprender la necesidad del socialismo y que las prepare realmente, en base a
sus propias experiencias, para ejercer el poder?

Tomemos el ejemplo de la revolución rusa de 1917, que es el que mejor
puede servirnos para poner en claro este problema de las etapas que hemos
encuadrado en la categoría de la estrategia entre comillas, es
decir, en el concepto de la estrategia considerada dentro de las distintas
etapas, fases o periodos por los que necesariamente atraviesa todo proceso
revolucionario.

III

El hecho de que la revolución rusa, como la definiera Lenin desde un
principio, tuviera un carácter democrático-burgués, no socialista, no invalidó
la estrategia proletaria orientada al derrocamiento de la burguesía y al
establecimiento del poder obrero; tan sólo obligaba a adoptar una táctica
acorde con la correlación de las fuerzas sociales en presencia que les
permitiera aproximarse al objetivo y capacitar al mismo tiempo al proletariado para
resolver prácticamente las grandes tareas en los grandes días que concentran en
sí veinte años
. Sobre este particular, Lenin ya había mostrado la
imposibilidad de que la burguesía rusa pudiera llevar hasta el fin la
revolución democrática así como su inclinación al compromiso con la reacción,
lo que ofrecía a la clase obrera la posibilidad de encabezar y dirigir la
revolución democrática y de llevarla hasta sus últimas consecuencias, es decir,
hasta su transformación en revolución socialista. La democracia tiene
una enorme importancia en la lucha de la clase obrera contra los capitalistas
por su liberación
, escribió Lenin. Y continuaba:

Pero la democracia no es, en modo alguno, un
límite insuperable, sino solamente una de las etapas en el camino del
feudalismo al capitalismo y del capitalismo al comunismo […]

La democracia es una forma de Estado, una de
las variedades del Estado. Y consiguientemente, representa, como todo Estado,
la aplicación organizada y sistemática de la violencia sobre los hombres. Esto,
por una parte. Por la otra, la democracia significa el reconocimiento formal de
la igualdad entre los ciudadanos, el derecho igual de todos a determinar el
régimen del Estado y a gobernar el Estado. Y esto, a su vez, se halla
relacionado con que, al llegar a cierto grado de desarrollo de la democracia,
ésta, en primer lugar, cohesiona al proletariado, la clase revolucionaria
frente al capitalismo, y le da la posibilidad de destruir, de hacer añicos, de
barrer de la faz de la tierra la máquina del Estado burgués y de sustituirla
por una máquina más democrática, pero todavía estatal, bajo la forma de las
masas obreras armadas, como paso previo hacia la participación de todo el
pueblo en las milicias.

Aquí la cantidad se transforma en calidad;
este grado de democratismo se sale ya del marco de la sociedad burguesa, es ya
el comienzo de su reestructuración socialista (6).

Esa es la verdadera concepción del marxismo-leninismo acerca de la
táctica de la revolución proletaria en relación con la democracia. De ahí que
Lenin no previera una etapa prolongada de revolución democrático-burguesa y
concibiera el proceso revolucionario de Rusia de manera diferente a como se
había dado en los países de Occidente, pero no de manera distinta a como la
concibiera Marx en su tesis sobre la revolución permanente; que,
por cierto, nada tiene que ver con la concepción trotskista. Fue este mismo
planteamiento lo que le llevó a formular la táctica del gobierno
obrero-campesino como un tipo especial de alianza de clases revolucionaria
dirigida por el proletariado y cuyo fin no era otro que el establecimiento de
la dictadura proletaria. Este programa, como es sabido, se cumplió en la
práctica antes incluso de lo que se esperaba. A ello contribuyeron una serie de
circunstancias como la guerra imperialista, la bancarrota del Estado zarista y
el hecho de que los obreros y campesinos se hallaban armados. Sobre esta base
surgieron los Soviets, las organizaciones políticas de masas que habrían de
desempeñar tan importante papel en el desarrollo de los acontecimientos.

¿Qué deben hacer los Soviets de diputados obreros?, pregunta Lenin entonces, y he aquí su
respuesta: Deben ser considerados como órganos de la insurrección; como
órganos del poder revolucionario 
[…] necesitamos un poder
revolucionario, necesitamos (para cierto periodo de transición) de un Estado
[…] pero
no como el que necesita la burguesía -con los órganos de poder en forma de
policía, ejército, burocracia- separados del pueblo y en contra de él. Todas
las revoluciones burguesas se han limitado a perfeccionar esta máquina del
Estado, a hacer pasar esa máquina de manos de un partido a las del otro. Si se
quiere salvaguardar las conquistas de la presente revolución y seguir adelante,
si se quiere conquistar la paz, el pan y la libertad, el proletariado debe,
empleando la palabra de Marx, ‘demoler’ esa máquina del Estado ‘ya hecha’ y
sustituirla por otra nueva, fundiendo la policía, el ejército y la burocracia
con todo el pueblo en armas
 (7).

Repárese en que en este largo pasaje que acabamos de citar, Lenin se está
refiriendo a la necesidad del Estado para cierto periodo de transición y
no para una etapa política cualquiera; es decir, se está refiriendo al Estado
de la dictadura revolucionaria del proletariado y no, como podría parecer a
simple vista, a un gobierno provisional nacido de una alianza de clases. Esta
alianza existió durante un corto periodo y desempeñó el papel de dictadura
democrático-revolucionaria del proletariado y los campesinos, pero no llegó a
constituirse en Estado. Su función principal consistió en facilitar el
establecimiento de ese nuevo Estado que estaba surgiendo y que en aquellas
circunstancias sólo podía ser ya el Estado de la dictadura del proletariado.

La dictadura revolucionaria-democrática del proletariado y de los
campesinos ya se ha realizado en la revolución Rusa (en cierta forma y hasta
cierto grado); puesto que esta fórmula sólo prevé una correlación de clases y
no una institución política concreta llamada a realizar esta correlación, esta
colaboración
 (8).
Es en ese momento cuando la cantidad se transforma en calidad,
cuando el grado de democratismo se sale ya del marco de la sociedad
burguesa, es ya el comienzo de su reestructuración socialista
. Este
fenómeno que describe Lenin se produjo durante el periodo de la dualidad
de poderes
 que marca la existencia de la dictadura
democrático-revolucionaria de los obreros y campesinos, representados en los
Soviets, y el gobierno provisional contrarrevolucionario burgués, el cual
habría de dar paso, tras la insurrección de Octubre, al poder único de los
Soviets en los que los representantes de los obreros obtendrían la mayoría que
les permitió ejercer el poder sin compartirlo con ninguna otra clase. Así
nacería el nuevo Estado, la nueva institución política en la que se funden
la policía, el ejército y la burocracia con todo el pueblo en armas
.

Lenin explica, en el mismo texto que hemos citado más arriba, en contra
de los que le acusaban de putchismo y de los que conciben como un
juego
 la toma del poder, la absoluta necesidad de ganar a las masas
así como la actividad que a tal fin desplegaron los bolcheviques en vísperas de
la insurrección:

En mis tesis -se refiere a las Tesis de
Abril- me aseguré completamente contra todo salto por encima del movimiento
campesino o, en general, pequeñoburgués, que no ha culminado, contra todo juego
a la ‘toma del Poder’ por parte de un gobierno obrero, contra cualquier
aventura blanquista, puesto que me refería directamente a la experiencia de la
Comuna de París. Como se sabe, y como indicaron detalladamente Marx en 1871 y
Engels en 1891, esta experiencia excluía totalmente al blanquismo, asegurando
completamente el dominio directo, inmediato e incondicional de la mayoría y la
actividad de las masas sólo en la medida en que la propia mayoría actuase
conscientemente.

En las tesis reduje la cuestión, con plena
claridad, a la lucha por la influencia dentro de los soviets de diputados y
obreros, jornaleros, campesinos y soldados. Para no dejar ni sombra de duda al
respecto, subrayé dos veces, en las tesis, la necesidad de un trabajo de
paciente e insistente ‘explicación’, que se adapte a las necesidades prácticas
de las masas (9).

Ahí aparece expuesta, en líneas generales, la táctica bolchevique para el
tránsito de la democracia más consecuente al establecimiento del gobierno
obrero con el que culmina el proceso revolucionario anterior, tras una etapa de
acumulación de fuerzas y de preparación de las mismas para ejercer el poder. El
que este proceso se diera en un país y en unas circunstancias particulares, que
puede que no se repitan, no resta validez a esa táctica, sobre todo, en lo que
se refiere a su aspecto estratégico, a la necesidad de observar las
etapas o fases por las que atraviesa todo el proceso. Esto resulta importante a
la hora de determinar las consignas u objetivos políticos que corresponden a
cada una de esas etapas, especialmente en lo que se refiere a la preparación
política de las masas.

¿Puede, acaso, considerarse que el partido debe asumir la iniciativa y la
dirección en la organización de las acciones decisivas de las masas 
-escribe Stalin-basándose sólo en que su
política es, en general, acertada, si esta política no goza aún de la confianza
y del apoyo de la clase, a causa, pongamos por ejemplo, del atraso político de
ésta, si el partido no ha logrado convencer aún a la clase de lo acertado de su
política, a causa, pongamos por ejemplo, de que los acontecimientos no estén
todavía lo suficientemente maduros? No, no puede. En tales casos, el partido,
si quiere ser el verdadero dirigente, debe saber esperar, debe convencer a las
masas de lo acertado de su política, debe ayudar a las masas a persuadirse por
experiencia propia de lo acertado de su política
(10). Stalin abunda
en esta idea fundamental de la táctica comunista en la que venimos insistiendo
recordando algunos pasajes de las obras de Lenin que no dejan lugar a ninguna
duda sobre este aspecto: Si no se produce un cambio en la opinión de la
mayoría de la clase obrera, la revolución es imposible, y ese cambio se
consigue a través de la experiencia política de las masas
 […] La
vanguardia proletaria está conquistada ideológicamente. Esto es lo principal.
Sin ello es imposible dar ni siquiera el primer paso hacia el triunfo. Pero de
esto al triunfo hay todavía un buen trecho. Con la vanguardia sola es imposible
triunfar. Lanzar sola a la vanguardia a la batalla decisiva, cuando toda la
clase, cuando las grandes masas no han adoptado aún una posición de apoyo
directo a esta vanguardia, o al menos de neutralidad benévola con respecto a
ella… sería no sólo una estupidez, sino, además, un crimen. Y para que
realmente toda la clase, para que realmente las grandes masas de los
trabajadores y de los oprimidos por el capital lleguen a ocupar esa posición,
la propaganda y la agitación, solas, son insuficientes. Para ello se precisa la
propia experiencia política de las masas
 (11).

IV

En España, como señala el proyecto de Programa de nuestro Partido,
no existe ninguna etapa revolucionaria intermedia, ningún peldaño
de la escalera histórica anterior a la revolución socialista
. El desarrollo
industrial, la transformación capitalista del campo, etc., la entrada, en suma,
del capitalismo en la fase monopolista, imperialista, última de su desarrollo,
ha terminado hace ya tiempo con los remanentes del régimen semifeudal y ha
creado las bases económicas y sociales que hacen posible y necesario el paso al
socialismo. Por consiguiente, el objetivo estratégico que persigue el
partido es la expropiación de la oligarquía financiero-terrateniente, la
demolición del Estado fascista e imperialista y la implantación de la República
Popular
. Como vemos, aquí queda claramente establecido que en España no
queda más revolución pendiente que la socialista, y en consonancia con ese
objetivo estratégico se avanzan algunas de las medidas que van a permitir
acercarnos a ese periodo de comienzo de la reestructuración socialista.
Para ese comienzo, no pueden ser lanzadas consignas netamente socialistas,
tales como poder obrero o dictadura del proletariado, que ni
serían comprendidas ni aceptadas por las grandes masas. A esa etapa
corresponden consignas de carácter democrático-revolucionario que pueden ser
compartidas por amplios sectores de la población, no sólo por el proletariado,
aunque, ciertamente, sólo la clase obrera está interesada y luchará por llevarlas
a cabo de manera consecuente hasta el final, es decir, hasta propiciar el salto
de la cantidad de democracia a la nueva cualidad socialista una vez que se
han creado todas las condiciones para ello, para que ese salto sea realmente
revolucionario, encuentre una sólida base de masas, y no sea un salto en el
vacío.

Aquí cabe preguntar: ¿cuál va a ser el contenido de clase de esa República
Popular
 que habrá de ser construida sobre los escombros del viejo
Estado de la reacción?, ¿puede ser confundida con una república
democrático-burguesa?, ¿acaso un Estado socialista no puede adoptar una forma
republicana, o puede no ser popular y democrático? No entraremos a considerar
la posibilidad de que hoy día, bajo el capitalismo monopolista de Estado, se
pueda retroceder en la historia hacia la restauración de un Estado de
democracia burguesa, ya que éste es un absurdo teórico que
muchas veces ha sido rebatido por nosotros. Centremos la atención en el
concepto de lo popular así como en el análisis de clase que
sirve de base a nuestra posición política.

Según la concepción marxista, ese concepto designa a las clases y capas
sociales que en un momento dado pueden estar, objetivamente, interesadas en
luchar unidas por sus intereses comunes. Sin embargo, esa coincidencia momentánea
no ha de llevarnos a perder de vista las contradicciones y las luchas de
intereses distintos, y hasta contrapuestos, que se dan en el seno del pueblo.
Cuando, por causas que no vienen al caso exponer aquí, dichas contradicciones
se agravan y se hacen antagónicas y un sector de la población se pasa al campo
del enemigo, de la contrarrevolución, deja automáticamente de pertenecer al
pueblo, por lo que éste deberá ejercer la dictadura sobre dicho sector. La
dictadura no se aplica jamás contra las masas populares que defienden la
revolución, es decir, contra el pueblo, por la sencilla razón de que son éstas,
precisamente, las que sostienen al nuevo poder.

En general, se puede decir que en España no existe una burguesía nacionalpopular o
democrática que esté interesada en un cambio profundo de la sociedad. Esto se
debe al hecho de que las transformaciones económicas y sociales
correspondientes a la revolución burguesa hace tiempo que han sido realizadas
por el capital monopolista. Quedan aún por resolver algunos problemas como, por
ejemplo, los relacionados con la opresión de las nacionalidades y otros de
carácter superestructurales (culturales, etc.), pero tales problemas que aún
están por resolver no hacen de la burguesía española, en ninguna de las naciones
que componen el Estado, una clase revolucionaria. De manera que ya
sólo quedan, junto a esos remanentes de la revolución burguesa, algunas capas
de la pequeña burguesía en rápido proceso de proletarización, especialmente en
el campo. El proyecto de Programa del Partido resume esta cuestión de
la estrategia y la táctica como sigue: Entre esos sectores, los más
próximos al proletariado son los semiproletarios y pequeños campesinos cargados
de deudas por los bancos. En la perspectiva de sus intereses futuros, todos
esos sectores están objetivamente interesados en la revolución socialista,
aunque vacilan (oscilan) continuamente entre las posiciones consecuentemente
democráticas y revolucionarias del proletariado y el reformismo burgués
.

Pues bien, es de suponer que, con la instauración de la República y la
nueva etapa del proceso revolucionario a que dará lugar, se producirá una
polarización política dentro del pueblo. Con la aplicación de esas medidas de
carácter democrático-revolucionario se abre un periodo de lucha política que
sólo podrá conducir, en un corto espacio de tiempo (aunque éste dependerá de la
correlación de las fuerzas en pugna) a la instauración de un gobierno obrero
apoyado en las grandes masas armadas del pueblo trabajador, el cual habrá de
proseguir las transformaciones económico-sociales, políticas, culturales, etc.
De esta manera se habrá consumado el salto, se habrá establecido la
dictadura proletaria sobre los enemigos de las conquistas populares y éstas
podrán seguir adelante profundizando en esas conquistas bajo la
dirección de la clase obrera en el poder.

En el proyecto de Programa, este proceso que hemos descrito queda
explicado de la forma que sigue: Con la instauración de la República
Popular se inicia el periodo que va desde el derrocamiento del Estado burgués a
la implantación de la dictadura revolucionaria del proletariado y que marca una
corta etapa de transición política, la cual habrá de estar presidida por un
gobierno provisional que actúe como órgano de las amplias masas del pueblo
alzado en armas
. Entre las medidas que se proponen en el proyecto de Programa del
Partido para que sean aplicadas inmediatamente por el Gobierno provisional, hay
algunas que no dejan ni la menor sombra de duda respecto de su carácter
verdaderamente democrático y revolucionario: Creación de consejos
obreros y populares como base del nuevo poder; disolución de los cuerpos
represivos de la reacción y armamento general del pueblo; nacionalización de la
banca, de las grandes propiedades agropecuarias, de los monopolios industriales
y comerciales y de los principales medios de comunicación
. El proyecto de Programa del
Partido explica, además, que sólo un gobierno revolucionario formado
por los representantes de las organizaciones populares, que actúe como órgano
de la insurrección popular victoriosa, poseerá la fuerza y la autoridad
necesarias para organizar las elecciones a una asamblea (constituyente) de
representantes del pueblo. El nuevo gobierno llevará a cabo la demolición
completa de la vieja máquina estatal de la burguesía, arrasará desde los
cimientos los pilares sobre los que se asienta la dominación y los privilegios
del capital (pues ésta es la condición primera de toda revolución
verdaderamente democrática y popular) y emprenderá inmediatamente las
transformaciones económicas y sociales necesarias, facilitando así el
establecimiento del poder popular y, dentro de él, la hegemonía política del
proletariado
.

Vemos, pues, que el gobierno provisional y todas las medidas que habrá de
tomar obedecen a una necesidad, la que corresponde a esa corta etapa de
transición
que deberá permitir el establecimiento de la dictadura
proletaria. Para ello contará con el apoyo y la participación activa de todos
los trabajadores dirigidos por su vanguardia y organizados en sus partidos,
sindicatos, milicia, etc. De ahí que se pueda asegurar que ese gobierno será
democrático, mil veces más democrático que cualquier gobierno burgués y, aunque
no constituirá todavía un Estado, en el sentido estricto, institucional,
de este concepto, deberá proceder dictatorialmente contra la reacción y arrasar con
todos los privilegios, siendo legitimado para ello por la nueva correlación
de clase
 surgida de la revolución.

Este periodo a que se refiere el texto citado y que se inicia tras el
derrocamiento del Estado fascista y monopolista no puede ser confundido, por
tanto, con una etapa de revolución democrático-burguesa, ni siquiera de nuevo
tipo
, puesto que el poder económico y político en que basa la burguesía su
dominación, ha sido (o está siendo) demolido, lo que quiere decir que debemos
inscribirlo dentro de la táctica destinada a alcanzar el objetivo final de la
revolución. Esta táctica, aparte de cubrir las necesidades políticas,
organizativas, etc., que ya hemos referido, correspondientes a ese periodo de
transición, se basa en la consideración de que existen sectores populares,
además de la clase obrera (tales como los pequeños campesinos, los
semiproletarios y los pueblos oprimidos de las nacionalidades) que están
también interesados y pueden tomar parte activa en la lucha por el
derrocamiento del Estado fascista e imperialista u observar una posición de
neutralidad. La táctica del Partido busca atraerlos al lado del
proletariado, al objeto de derrocar por la fuerza a la oligarquía financiera y
terrateniente, ganar a la pequeña burguesía o tratar de neutralizarla
. A
continuación de este párrafo, el proyecto de Programa hace hincapié
en la idea que ya hemos explicado: El Partido no se puede proponer
conducir directamente a la clase obrera, desde la situación presente, a la toma
del poder. Para eso son necesarias determinadas condiciones interiores y
exteriores, una potente organización y abundantes experiencias políticas, tanto
por parte de las masas como del propio Partido. Todo esto habrá de aparecer o
se irá creando en el curso de la lucha revolucionaria y en el proceso mismo de
derrocamiento del régimen capitalista
.

En todo este proceso, la lucha política por el poder se destaca como la
cuestión más importante, verdaderamente decisiva, y toda la labor y la táctica
del Partido no tienen otro objeto o finalidad más que preparar las condiciones
que permitan a la clase obrera aproximarse y acceder, finalmente, al poder.
Para ello se deberán tener en cuenta las condiciones tanto generales (internas
y exteriores) como las concretas de cada situación o periodo por el que
atraviesa el movimiento. No hacerlo así sólo puede ocasionar fracasos y reveses
y hacer, por consiguiente, mucho más lenta y costosa la marcha.

Es en esa perspectiva de lucha por el poder, y ateniéndonos en todo
momento a las condiciones políticas imperantes, a la correlación de fuerzas, al
grado de conciencia política y combatividad de las masas, etc., donde se debe
situar la lucha de resistencia frente al fascismo, el capitalismo y el
imperialismo y por la obtención de verdaderas mejoras económicas, sociales y
políticas de carácter democrático para las masas populares. El Partido plantea
la lucha por esas reivindicaciones, tales como las libertades políticas, de
expresión, asociación y manifestación, los derechos sindicales y sociales de
los trabajadores, el derecho de autodeterminación de las naciones oprimidas por
el Estado español, la amnistía para los presos y exiliados políticos, etc.,
como parte de su táctica orientada a poner aún más al descubierto y aislar al
régimen fascista y ofrecer un programa de lucha común que permita la unidad o
el reagrupamiento de las fuerzas populares. A tal fin habrá de contribuir
también la lucha armada de resistencia, así como el boicot activo y sistemático
a los partidos, sindicatos y mascaradas electorales organizadas por el régimen.
Estos son, en resumen, los objetivos, las tareas, el programa y las
consignas que corresponden a este momento, y el Partido debe luchar por ellos
con firmeza y ahínco, en la seguridad de que están en el camino justo.
Notas:

(1) Lenin: Apéndice III del libro Quiénes son los amigos del pueblo
y cómo luchan contra los socialdemócratas
.


(2) Lenin: Tres fuentes y tres partes integrantes
del marxismo
.
(3) Lenin: Carlos Marx.
(4) Lenin: Marxismo y revisionismo.
(5) Lenin: Carlos Marx.
(6) Lenin: El Estado y la revolución.
(7) Lenin: Tesis de Abril, 29 (11) de Marzo
de 1917.
(8) Lenin: Cartas sobre táctica.
(9) Lenin: Cartas sobre táctica.
(10) Stalin: Cuestiones del Leninismo.
(11) Lenin: Obras completas, tomo XXV;
citado por Stalin en Cuestiones del Leninismo.

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