Se estrena en Estados Unidos un documental antimperialista

La situación en Sudán del sur es objeto de un interesante documental, “We come as friends” (Venimos como amigos), del director austríaco Hubert Sauper que se ha estrenado esta semana en los cines de Estados Unidos.

Es una crítica devastadora del imperialismo, una mirada de Sudán desde un avión de dos asientos hecho a mano, en la que se ve a los capitalistas estadounidenses, los petroleros chinos, los funcionarios de la ONU y los misionarios cristianos luchar para dar forma a Sudán según sus propios intereses y, al mismo tiempo, aplaudir la supuesta “independencia” de un Estado recién salido del horno.

La historia de Sudán se remonta al antiquísimo reino de Nubia, hace 2.500 años. Con Egipto formó un único país, pero hay ahora ya hay tres surgidos en las orillas de Nilo, todos ellos sacudidos por el imperialismo, sus apéndices yihadistas y sus guerras. Los imperialistas están convencidos de que los mini-Estados, como Sudán del sur, siempre resultarán mucho más manejables.

La independencia del sur la impuso Estados Unidos en 2011, dentro de la Primavera Árabe. Fue el fin del Estado más extenso de África, que vive una guerra en la que han fallecido 50.000 personas y en la que, como todas las que promueve el imperialismo, el final no aparece por ninguna parte.

Pocos días después de la declaración de independencia, la empresa nacionalizada de petróleo de Sudán del sur Nilepet, se “asoció” con Glencore International Plc, una multinacional de los Rothschild, para poder sacar su petróleo al mercado. La nueva sociedad se llama PetroNile y un 51 por ciento está controlado por Nilepet y el 49 por ciento restante por Glencore.

Sudán se asienta sobre un océano de petróleo y el gobierno central de  cometió un tremendo error: tener a China como el principal cliente de su petróleo. Tras ser expulsado de Libia por la OTAN y de Centroáfrica y Mali por Francia, fue el cuarto golpe que recibió el gigante asiático en África.  Ahora la mitad del petróleo se la llevarán los Rothschild, en lugar de los chinos.

Para despedazar a Sudán hizo falta una larga campaña de demonizar a sus dirigentes, vincularlos con Al Qaeda, y bombardear sus infraestructuras, como el laboratorio farmacéutico Shafa (1998). Que su presidente Al-Bashir esté perseguido, como lo fue Milosevic, Saddam y Gadafi, revela la agresión en serie contra los países estratégicos.

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