Se desata la guerra comercial entre Estados Unidos y Alemania

Macron, Trump y Merkel
La temperatura ha subido recientemente un punto en las relaciones entre Estados Unidos y Alemania. Contra los repetidos intentos de Washington de alinear a sus aliados dentro de la OTAN en reacción a un “enemigo común” manufacturado -en este caso Rusia-, el peso pesado económico europeo sigue molestando a su socio extranjero reforzando sus propias posiciones.

La primera razón de esta divergencia es puramente económica. Si nos fijamos en el panorama general, Alemania ha seguido siendo políticamente un protectorado estadounidense; incluso ha seguido siendo oficialmente un país ocupado militarmente desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Pero, desde el punto de vista económico, se ha establecido gradualmente el patrón opuesto: Estados Unidos es ahora, en la práctica, una colonia alemana. La balanza comercial de Estados Unidos muestra un déficit cercano a los 70.000 millones de dólares anuales, lo que la convierte en el segundo mayor déficit en volumen, sólo superado por el déficit de Estados Unidos hacia China. Esta situación no complace a Trump, que quiere cambiar las reglas del juego. Pero sea cual sea su deseo expreso de actuar para proteger los intereses capitalistas de Estados Unidos, hay razones para creer que su objetivo principal es perjudicar a los rivales y debilitar las posiciones de Berlín.

Los planes comerciales de Trump podrían empujar a Alemania a la recesión. Hay varios elementos muy concretos que son preocupantes: el riesgo de recesión, estimado en un 6,8 por ciento en marzo de 2018, se estima un mes más tarde en un 32,4 por ciento, es decir, que esta probabilidad casi se ha quintuplicado. Las declaraciones proteccionistas de Trump tienen profundas consecuencias para los mercados financieros y la economía de Alemania.

Este es el quinto año de un crecimiento económico rápido e ininterrumpido. Se trata de un buen rendimiento a largo plazo según las pautas actuales, especialmente teniendo en cuenta los problemas económicos de otros países de Europa. El desempleo alemán ha alcanzado un nivel tan bajo que no es raro que las empresas rechacen pedidos por falta de mano de obra. Los niveles récord de impuestos recaudados por el gobierno de Merkel también son notables. Pero al final, el punto fuerte de la economía alemana, su orientación hacia las exportaciones, podría ser su mayor debilidad. El proteccionista Trump está mal dispuesto hacia los países con un superávit comercial con Estados Unidos y, especialmente, de Alemania, un país del que Trump declara que chupa la médula de la economía americana. Berlín ha sido objeto de críticas específicas por parte de Trump con mayor frecuencia, incluso, que China y Japón.

En enero de 2017 el Departamento de Finanzas de Estados Unidos impuso una multa de 425 millones de dólares al Deutsche Bank por violar las leyes estadounidenses contra el lavado de dinero en un caso en el que aproximadamente 10.000 millones de dólares salieron de Rusia entre 2011 y 2015. El jefe del Departamento de Estado reprobó públicamente al mayor banco de Alemania: “En la actual red financiera interconectada, las instituciones financieras internacionales deben estar más vigilantes que nunca en la guerra contra el lavado de dinero y otras actividades que pueden contribuir al crimen cibernético y al terrorismo internacional”. Había que entender que el banco había trabajado con clientes a los que se habían impuesto sanciones tras el Golpe de Estado en Ucrania en 2014.

Más o menos al mismo tiempo, Trump golpeó duramente a la industria automotriz alemana. En una entrevista con el periódico alemán Bild, en la que declaraba que defendía los intereses de los fabricantes de automóviles estadounidenses, criticó violentamente a BMW, Volkswagen y Daimler por su deseo de exportar vehículos a Estados Unidos en lugar de construirlos en suelo estadounidense, amenazando a los fabricantes alemanes con un impuesto de importación del 35  por ciento.

Las reacciones no tardaron en llegar. Tras el escándalo de las emisiones de, Volkswagen tuvo que firmar un acuerdo con el Departamento de Justicia de Washington para pagar una multa de 4.300 millones de dólares y admitir “medidas adicionales para reforzar el sistema de control”.

Trump eligió a la industria automovilística alemana como escarmiento para aplicar políticas proteccionistas. No sólo tomó a Alemania como “víctima” sino como símbolo de la hegemonía estadounidense. Alemania ya no es el “socio especial” que era en Europa, sino el principal rival económico contra el que se puede declarar una guerra.

En enero de 2017 Peter Navarro, asesor de política comercial de Trump, en una entrevista con el Financial Times, acusó a Alemania de manipular un euro infravalorado, dejando que Alemania favoreciera sus exportaciones y “explotara” a Estados Unidos y a sus propios socios europeos. Señaló que entre 2015 y 2016 las emisiones récord de divisas del Banco Central Europeo han reducido el valor del euro en un 25 por ciento. Lo que el asesor de Trump no dijo fue que Berlín sólo seguía el ejemplo de Washington, al igual que Pekín. Para colmo, Navarro identificó a Berlín como el principal obstáculo para el Tratado TTIP de Asociación Transatlántica de Comercio Inversión.

https://orientalreview.org/2018/04/24/trade-war-between-the-us-and-germany/

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